
La gestión artística está obstruida en un embudo. No
entienden cómo trabajar con el estilo contemporáneo VIP ni cómo encausarlo
dentro de las bienales y concursos. El ejemplo de ese gran escaparate de la
estulticia que es la Bienal de Venecia, con una logística mutante, flexible y
discrecional, simplemente no existe al momento de llevarlo a la versión mínima
de una ciudad o un país como el nuestro en perpetuo desarrollo fallido. Desvirtúan
las bienales y concursos de artes plásticas y los convierten en certámenes de artes
visuales para incorporar videos, objetitos, performances y todo lo que el estilo
contemporáneo VIP llama arte. Declaran los premios de pintura desiertos para
sentenciar que lo único que merece ganar es un video, un objeto encontrado o
nada. En los concursos de grabado aceptan c-print, instalación en los de
escultura, y en los de pintura cualquier cosa aunque no tenga ni un brochazo
encima. Dejan a la pintura, al dibujo, el grabado y la escultura fuera de sus
propios certámenes y no consiguen un campo de competencia para el estilo contemporáneo
VIP. Nadie está contento porque deterioran aun más la situación de las artes
plásticas y no solucionan la del estilo VIP.
Ante este grave problema sugiero que se integre un comité
curatorial interdisciplinar para que diseñe los concursos del estilo contemporáneo
VIP, sus bienales y actividades de lanzamiento. Es una oportunidad de negocio
porque engordarían la burocracia cultural que para muchos es su principal y
única posibilidad de subsistencia, ejercicio de poder, intereses gremiales y tráfico
de influencias. Como el estilo VIP se divide en infinitas multiformas, este
comité debe organizar gran variedad de concursos, categorías y convocatorias. Por
ejemplo bienal de objeto encontrado, certamen de apropiación, olimpiada de
performance, torneo de instalación, operación triunfo de video, duelo de
significados de obra y triatlón de archivo, papeles personales y memorabilia.
Los podrían subdividir en más categorías, porque para cada obra hay una teoría
diferente y no es lo mismo hacer una obra con sangre de animal que con sangre
del mismo artista. Con esta gestión tendrían el año saturado con sus distintos
concursos. Los artistas VIP, que tienen muchas horas libres porque sus obras se
hacen en minutos, le darían sentido a sus carreras artísticas llenando
formularios y enviando solicitudes. Como todo el mundo es artista no deben
pedir requisitos académicos, ni currículos o semblanzas. Tampoco es necesario
que exista la obra en sí misma, recordemos que en muchos trabajos lo importante
es el proceso y el significado, así que basta con un texto teórico explicativo
de lo que se supone que esa obra debería ser o será en un futuro. En el caso del
site specific, la obra cambia según
el lugar donde se exponga y no tiene sentido que el artista la fotografíe en su
estudio porque se verá diferente en el museo. El premio de adquisición debe
considerar que muchas obras se pudren, entonces es prioritario establecer una comisión
de restitución y re-fabricación de obra caducada. En las inscripciones deben
establecer los niveles: emergente de casi 30 años, emergente de más de 30 años,
emergente de 40 años o emergente de edad indefinida. Cada participante recibirá
una mención honorífica por ser artista. Se hará un premio distinto para cada
obra y todas son merecedoras del primer lugar porque éstas carecen de
jerarquías de valores, son infalibles y todas son arte en sus términos
inclusivos.
El jurado trabajaría con nula transparencia imitando a los pervertidos
certámenes literarios, y mantendrá los premios pactados, favoritismo, amiguismo,
enchufismo y el criterio fashionista.
Con esta mega avalancha de concursos los museos podrán hacer decenas de
exposiciones y por fin todos los artistas VIP serán reconocidos, premiados y
saldrán del anonimato. El beneficio de esta propuesta es que dejarían en paz a los
certámenes de artes plásticas, les darían trabajo a los mafiosos comités
curatoriales y jurados sin ética que sacan las pinturas y los dibujos de
concurso para premiar libros viejos o botes de pintura, que admiten obras de
forma extemporánea y además, cobran del erario público.