domingo, 16 de noviembre de 2014

EGON THE BAD BOY.

 A los 22 años fue encarcelado por dibujar “material indecente”, los retratos de las adolescentes que invitaba a su estudio, y murió a los 28 años con un lenguaje artístico consumado. Egon Schiele dibujaba traspasando la figura humana, la hacía transformarse con su neurosis, el tejido muscular de su obra está plagado de venas, su cuerpo es un mapa de la histeria, de la psique del modelo, es la fisiología de la obsesión, descubrió cómo el cuerpo se adhiere a la información sensorial y cómo exuda lo que percibe. Los dibujos eróticos que le costaron 24 días de prisión, no son poses, son respuestas, son el cuerpo rendido a sus propias reacciones. Egon, el terrible, renuente a someterse a los dictados de la Academia, outsider, conquistó el dibujo formal para romperlo, para reinventarlo, lo tragó y lo vomitó para hacerlo suyo, creó un trazo que disecciona la corporeidad, el sexo se hace patológico, hipersensible.
 
 La Neue Gallery de Nueva York expone sus retratos y autorretratos, en una museografía exhaustiva, con obras icónicas, que requería más espacio. Los muros están saturados de dibujos, piezas que lucirían mejor con más aire. Este exceso de obra parece un statement en una época en la que exhiben en una sala de cien metros un readymade infra inteligente, obra de algún artista de cuarenta años que aún se presenta como emergente y rebelde. Egon ególatra, tenía un espejo de cuerpo entero y se observaba en él desnudo, llorando, amenazando, no se veía como persona, se tenía a sí mismo como objeto artístico, educó a su cuerpo para ser el modelo más accesible y obediente a sus deseos. Después de ser encarcelado por dibujar niñas, Egon se convertía en su niño pervertido y en su pervertidor. Egon se entregaba al Egon artista, le dejaba ponerle las nalgas rojas y verdes como si lo hubieran azotado por malcriado. Egon fue dibujante, su trabajo desarrolló la línea de un nervio largo que se retuerce, se enreda, estira, estalla crispado en un contorno palpitante. Los retratos de amigos son intuitivos y cumplen con un parecido que manifiesta el estilo del artista, pero Egon es Egon con la obra erótica. Las prostitutas, las adolescentes tocándose, sus autorretratos rompen el estereotipo la sensualidad, son los estertores nerviosos del deseo, las ramificaciones ansiosas de un cuerpo completamente trastornado con lo que vive. El dibujo de Egon trata de ir dentro del cuerpo del modelo y captarlo con esa mirada particular que distorsiona la imagen del espejo. La figura y sus poses no eran inertes, eran un punto de partida, el dibujo no se detiene ahí, lo que Egon trasmite es la consecuencia de los cambios que el organismo padece, el frío, el calor, la enfermedad, los fluidos, ese paisaje impredecible de trasformación incesante.
 
El cuerpo va más allá de la presencia para demostrar consciencia de su existencia y de su percepción de sí mismo, podemos ver cómo los modelos y Egon modelo habitaban sus cuerpos. Las manos son parte esencial del retrato, tienen autonomía, los dedos se tensan, hacen señales, se alargan, expresan un lenguaje coreográfico, son herramientas cómplices que tocan y dibujan. Esta observación es neurótica, somatizada, los retratos de mujeres jóvenes en ropa interior, mostrando genitales o él mismo masturbándose, lejos de idealizar la vida la diseccionan, vivir es un constante desgaste, el cuerpo no se recupera de la experiencia de ser, el cuerpo se autoexplota, se consume. La distorsión de los rostros azules, verdes, anaranjados, manchas térmicas, manifiestan la distancia que Egon tenía con lo que sus ojos le informaban. La realidad no forma parte de la obra de Egon, el autorretrato y el retrato no son una visión, son una experiencia.
Egon no le creía a su vista, no dibujaba lo que sus ojos captaban, se concentraba en entender, en inventar. Egon se extinguió en plena juventud, la muerte inmortalizó su existencia, como si presintiera que su vida sería corta, rechazó a la realidad que lo arrancaría del arte. La gripa española, la fiebre que tantas veces dibujó, el estado alterado del cuerpo, la coloración azul sintomática de los enfermos y de sus dibujos, le devoraron el cuerpo, dejando su obra como la única realidad de su vida.