Aprender de los mayores lo hace todo el mundo, es parte de nuestra
educación, el pasado del arte existe para crear escuelas y evolucionar en las
obras. Sin embargo, en el arte contemporáneo VIP el pasado no es para aprender,
es para copiar y no hay evolución porque niegan la autoría y afirman que es imposible
la creación de una obra original. Innovar para romper con los ancestros
fundacionales está vetado, la obra parte precisamente de la no renovación. Esa
es la esencia de la apropiación, rechazar que una obra es original y clonar su
ADN para crear miles de duplicados. Hicieron del material el significado y el
sentido de la obra al grado de que es una desobediencia intolerable la
transformación de ese material a través de la expresión individual.
Cuando
vemos una obra no podemos adivinar la fecha de nacimiento del creador. La
vitalidad y contundencia de una manifestación artística no está en la edad del
autor, está en la resolución del tema, en el manejo de los materiales, en las
decisiones que toma. La juventud como tal no es un valor artístico ni existen
herramientas que puedan hacer de una obra un producto joven, lo que sí existe
es la falta de sabiduría en la utilización de esas herramientas. La
deshumanización de las obras y de la expresión artística, la negación de una
personalidad individual para crear una gran familia de miles de hijos y hermanos
idénticos a sus ancestros, nos obliga a ver en cada instalación, en cada
video-obra, en los performances la reproducción en serie, trabajos clonados
como hijos de la oveja Dolly. Este es el arte VIP de los jóvenes que no quieren
matar al padre, que siguen alimentándose del pecho de su madre, que se niegan a
aprender a volar. No estamos ante el regreso el hijo pródigo, estamos viendo la
manutención del hijo parásito.
domingo, 14 de septiembre de 2014
LA HERENCIA MALDITA.
Yoko Ono, 81 años. James Turrel, 70 años. Nam June Paik,
nació en 1932, hoy tendría 81 años. John
Baldessari, 82 años. Barbara Kruger, 70 años.
Gina Pane, nació en 1939. Estos son algunos de los artistas que comparten
la paternidad de las expresiones que explota el arte contemporáneo VIP para
etiquetarse a sí mismo como el arte de los jóvenes o el arte emergente. La
rebeldía de la juventud inicia con el distanciamiento de los padres, con la
renuencia a seguir un ejemplo y la decisión de crear un camino propio. El arte
emergente VIP, en cambio, niega emanciparse y sigue sin cuestionar lo que sus
padres les han estructurado y heredado como arte. Con resignación atávica repiten
las ideas, utilización de las herramientas, lenguajes y medios que sus padres
usaron hace décadas y desfasados en la cronología insisten en presentarlos como
actuales y como síntoma de rebeldía. No hay novedad y tampoco son un rasgo de
la juventud independiente, la brecha generacional no existe porque son una
copia obediente. Tampoco necesitan librar las batallas en contra de la
disciplina, el rigor de la técnica y la enseñanza porque eso ya lo hicieron generaciones
anteriores, hoy los vástagos depredan la cosecha. Se refugian en el legado de
ser “artistas”, por contagio o por transfusión conceptual, para negarse a aceptar
que no están aportando a lo que ya dejaron sus antecesores. Si su mamá Barbara
Kruger hace c-prints con letreros “críticos” los hijitos emergentes se van
detrás de ella. Quieren hacer una instalación de video, no hay que inventar
nada, ya su abuelo Nam June Paik, que en paz descanse, hizo esculturas con
monitores y usó el video para, según él, desbancar a la pintura y ahora los
nietos no saben pintar, ni hacer video, o esculturas de monitores, porque lo
que un artista grabe en video es arte aunque no tenga calidad. La herencia del
apellido “video-artista” cubre las carencias de la nueva generación. El
performance legó la venganza bíblica del sufrimiento, Gina Pane hacía videos cortándose
los brazos con una cuchilla y sus legatarios siguen cumpliendo la condena de
mutilarse y flagelarse. Sobre verbalizar un readymade con discursos para convertirlo
en arte es ley porque Kosuth así les transmitió que lo hicieran. Generaciones
que pretenden clasificarse como productos de juventud están haciendo obras que
nacen envejecidas, y padecen este estilo como un mal congénito.
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