Detalle de San Juan Bautista de José de Ribera |
El arte es una anomalía dentro del contexto de la realidad. No
se parece a nada de lo que nos rodea, destaca, es evidente, se presenta como
algo que rompe el entorno. Inspirado en la realidad inevitablemente se separa
de ella durante la realización de la obra. La frontera del formato, la
utilización de los materiales, el desarrollo del tema, hace que la pieza vaya
tomando cada vez más distancia ante esa realidad que lo detonó enfatizando su
presencia anómala. Es tan perturbadora su existencia, tan ajena y provocada que
el lugar que ocupa en el conocimiento humano es insustituible. Esta dimensión
la han conquistado a través de los siglos los artistas que han desarrollado un
lenguaje y una transformación de los materiales que pueda desembocar en este
efecto, en esta alteración que marca el tiempo y el espacio, que define a la
humanidad.
¿Para qué el ser humano desarrolló un lenguaje, una serie de
obras que exigen otro nivel de realización, que están sujetas a reglas distintas
y que, además, piden un compromiso intelectual, sensorial y emocional? Para
tener otro vehículo de expresión, para decir y actuar fuera de los parámetros
de la comunicación social, para ir más lejos de lo que aporta la información.
Esta presencia anómala es tan potente, esta comunicación llega con tanta fuerza
que el arte se convierte en un antagónico de la realidad, la distorsiona, la
reinterpreta, y esta propuesta, que es individualista, se vuelve social, define
una época. Es anómalo y antagonista que un paisaje se descomponga en colores,
texturas y pigmentos que le dan otra atmósfera que no tiene y que eso nos
conmueva más que el paisaje real. Si vemos un desnudo en vivo se reduce a la
persona, y si lo vemos en una pintura es un choque, nos provoca con sus
protuberancias, sus defectos, el color de la piel y el tratamiento de la
pincelada. La rebeldía del abstraccionismo que desconfigura, que niega lo
inmediato.
La antagonía del arte está, además, en que no tiene utilidad
alguna, que pintar, hacer un grabado, un dibujo podría dejarse de hacer, es
algo que demanda atención, cuidado, experiencia, innovación, conocimientos y
tal vez no dé nada a cambio; pide la vida y puede desembocar en una
frustración. Tiene sentido para el creador, para el artista y ese sentido se
traslada al espectador, al otro. Su existencia es demandante y ajena,
desconcierta y es necesaria. Alterar y domar el sonido para hacerlo música,
para que sea algo completamente antagónico al ruido de la vida hace que se
vuelva indispensable. Esta tiranía del arte es casi violenta, pone en crisis a
los creadores, les exige que aporten a la sucesión de obras, que sumen rasgos y
elementos que hagan distinta a cada pieza. Decidir crear se vuelve una opción
fatal.
Este compromiso con el pensamiento humano y con el propio
ser se puede evitar si se toma la senda del entreguismo de no alterar a la
realidad, de tomar lo que da y someterse a su estado preconcebido, de rescatar
ruidos callejeros y montar una instalación sonora, hacer una venta de cosas
viejas y llamarlas instalación interactiva. Las repetitivas formas de obras de
arte contemporáneo VIP (video-instalación-performance) que replican y no antagonizan,
imitan y no presentan ese ente anómalo que atrapa nuestra atención y nos
comunica algo. La realidad ofrece infinitos elementos, información, imágenes,
estamos saturados de contenido que se disemina en canales distintos y que nos
abruma, que no permiten ni su asimilación ni su completa visión. Esta fuente es
inagotable e inmediata de usar si se toma con literalidad y escasa
transformación. Tomar de ahí una parte y enunciarla tal cual en obra de arte es
un escapismo, una fuga de la exigencia del arte. La realidad es insuficiente
para explicarse a sí misma, para comprenderla y poder ver más allá de lo
visible y lo invisible necesitamos hacerlo a partir de sus anormalidades, de lo
que antagoniza.
La literalidad de las obras del arte contemporáneo VIP (video-instalación-performance)
es insuficiente para este proceso. Lo que presentan es elemental y sin
profundidad, y no aporta a la comprensión de entorno que depredan porque el arte
contemporáneo VIP tampoco lo comprende. La repetición sistemática no es
entendimiento, no hay asimilación ni uso de la imaginación, es simple reacción
de corto plazo, superficial, desechable. Inevitablemente se convierte en un
cliché, es la pose del que hace y no piensa.