A la araña le gustaban las moscas. Nunca tuve la
intención de conocerla porque no admiro sus obsesiones elementales y sus
efectos especiales. Finales de un verano en Nueva York, hace 8 años. Al salir
del intensivo de yoga de 3 horas y media, temblando por el esfuerzo, en el
Union Square Café nos esperaba mi primo. No hay tiempo de almorzar, dijo, su
novia tenía una cita muy importante y debíamos acompañarla. ¿Por qué? Pregunté.
Porque la estoy educando, además de su amante soy su guía intelectual. El primo
es demasiado guapo para tener obligaciones banales y se consigue misiones extra
difíciles: una actriz-artista-curadora. Estábamos tan sudados que nos detuvimos
a comprar unas turísticas camisetas con la estatua de la libertad impresa, nos
cambiamos y nos subimos al metro con un té verde, un bagel y los yoga mats en
la espalda.
En 23th street, en el barrio de Chelsea, Meca de las
galerías de arte, nos esperaba Anoushka, en realidad se llama Megan y se cambió
a un nombre que “sonara artístico”. La novia-artista llevaba en los brazos una
bolsa negra enrollada. Caminamos hacia 20th street, la cosa negra apestaba, el
calor era asfixiante y asqueada pensé que ese olor se impregnaba al de mi
propio sudor. Llegamos a un brownstone rojo, varios freaks esperaban al pie de
la puerta, parecía el casting de una película de Lars von Trier. ¿Qué hacemos
aquí? Vamos a ver a una gran artista para que analice el trabajo de Anoushka,
dijo el primo. ¿Cuál trabajo? La artista-novia me muestra la bolsa de olor
nauseabundo. Del brownstone sale un tipo delgado de barba, es Jerry Gorovoy, el
asistente personal que hace las citas para la sesión. Los inexplicables
contactos es otra de las virtudes del primo: Gorovoy lo abraza y los deja pasar
pero nos detiene a nosotros, el primo le explica que somos sensation seekers. Gorovoy murmura: you're in the right place.
Casa claustrofóbica, oscura, sucia, el piso cubierto con cajas,
libros, pilas de periódicos. Paredes tapizadas de fotografías, carteles de
exposiciones, portadas de revistas, un collage biográfico, la memorabilia de su
ego. Decoración demente con sus esculturas tejidas, atmósfera de manualidad de
clase media con Prozac. En una mesa botellas de vodka, ginebra, coca-colas de
lata y vasos de plástico. Los freaks toman posesión del bar, hablan entre ellos
con actitud de algún-día-seré-alguien. Gorovoy ordena silencio. Las voces de
los freaks callan. Entra la gran araña Louise Bourgeois. Caminado con su
andadera, arrugada como una telaraña, vestida con prendas encimadas como
vagabundo, el pelo recogido en un petite
chignon. Los freaks la ven con veneración, casi caen de rodillas. Louise Bourgeois se sienta en una silla y Gorovoy le coloca una mesita enfrente. Los
“artistas” peregrinan para mostrar su trabajo en el salón de los domingos. Rodeada
de artistas que cuelgan de su pegajosa telaraña como moscas verdes, la araña
caníbal emite un juicio. Se alimenta de esas moscas y de sus obritas. Sin esa
adoración al día siguiente se devoraría las patas, caería muerta. Gorovoy hace
las breves presentaciones.
La terapia tipo Weight Watchers comienza. El primer
artista saca de una caja de cereal una telaraña de resortes de ropa interior
usada de mujer, amarrados y cosidos. Su obra es un homenaje a Louise, su adoptiva
mamá araña. Ella extiende el tejido sobre su mesita, el artista está a punto
del colapso. Spider Mom lo mira
indiferente, no se inmuta, el artista pálido toma su obra y regresa a su silla
en silencio. Hemos sido testigos de una decapitación. Anoushka y el primo sacan
de la bolsa una piel de cerdo cruda, sanguinolenta, con la bandera de Estados
Unidos dibujada con plumón. Narran “el proceso de la obra”: fueron al barrio
mexicano del Bronx, porque ahí todavía hay carniceros, la piel está preparada para
chicharrón “a popular mexican food”, muestran el ticket de compra, hablan sobre
la voracidad americana y el omnívoro cerdo. La ancianita araña está feliz, mira
al auditorio y exclama con acento francés ¡applause!,
es el ritual de consagración. La sesión de One
flew over the cuckoo's nest continuó con poemas y más obras. Pasadas unas
tres horas Gorovoy nos echó a la calle, la araña se quedó satisfecha en su silla.
La única sobreviviente de la tarde fue la piel de cerdo.
sábado, 11 de enero de 2014
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