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Rembrandt, El artista en su estudio 1626-1628 |
La creación en el arte implica años de trabajo y
experimentación, pero también exige largas horas de soledad con el espacio en
blanco en el que la obra no existe, ese limbo en el que la creación es una
palpitación y es nada. Estar en el vacío de la no acción para poder actuar. El
artista pasa mucho tiempo en la factura de obra, pero también debe cesar el
trabajo, pasar tiempo en silencio, con sus dudas y detenerse a pensar en la
obra, en las propuestas que nacen y se destruyen en el mismo instante. Sin este
plazo forzoso la creación se vuelve mecánica, la producción en serie es un aullido
desesperado, actividad necia. La creación mecanizada es un escapismo que evita
detenerse para no poner en peligro un estado de respuesta fácil: copiarse a sí
mismo.
La no acción, el esperar delante de la no obra, meditar
sobre lo que se quiere crear es un estado que se rebaza a sí mismo, es investigación
interna que no se detiene en el cálculo de una idea, el artista se concentra en
algo para que eso estalle, le provoque continuar, y si no lo cautiva o
estremece, no es lo que está buscando. El artista quiere ser seducido y emocionado
por su propio trabajo. Abordar a la creación en la dualidad: con las entrañas y
con la razón, con ímpetu y frialdad. Asimilar, digerir y vomitar, es un proceso
orgánico, una secuencia natural que se traslada a la creación. Es una torpeza pensar
que para pintar basta buen entrenamiento y saber mezclar unos pigmentos, que el
dibujo es automático si se tiene método, la creación es más de lo que vemos, es
un lapso de vacío, son largas horas de meditación. Observar para representar lo
visible, silencio para dimensionar lo invisible. Estar con lo transitorio del
paisaje, lo inestable del cuerpo, lo fugaz de la luz. Saber hacer no es
garantía para materializar una obra, la forma debe superar a la apariencia y
manifestar algo que no es evidente, que es sensación, es indescriptible. La
sencillez de una línea que dibuja un espacio está precedida por miles de
líneas, esa seguridad de trazarla dejó atrás muchas dudas y sin embargo cada
línea es diferente, cada una pide tiempo.
Arrepentirse en la realidad es fatalidad y en el arte es
oportunidad, porque no hay certezas, en el arte no existe un ideal, el arte es
defecto, el arte está en un desequilibrio, en un artificio, en la
contradicción. La sensación de que es pleno o perfecto es únicamente porque ya
no permite otra intervención, porque está terminado y llegó a un sitio, porque
es absoluto. Pensar en la obra es el camino y no es la solución, el trayecto
anuncia pero no determina. La trampa formidable es que se puede iniciar una
obra después de largas reflexiones, y la realización cambia este plan, se va a
otro lado, y emerge algo inesperado. Terminar la obra a ciegas, con intuición,
sin el mapa trazado, revela que el artista es un medio y no es la obra, que el
arte tampoco es el artista, éste solo deja que se manifieste.
En el Renacimiento el artista dejó de ser un servidor y la
obra por encargo y las comisiones adquirieron estatus autoral. El sutil proceso,
el tiempo para pensar, para construir la obra en el frágil andamio de la mente,
se consolidó aun dentro de las particularidades de una petición, se manifestó
como la exigencia del que pone su inteligencia, talento y emoción, del que se
compromete consigo mismo antes que con el mecenas, el coleccionista o la
producción sistemática. Pintar, dibujar, esculpir con la consciencia de que esas
obras no tienen por qué existir si no se les dota de un sentido, y que darles
ese sentido pasa por un estado de quietud, de no acción. El artista hace,
pinta, esculpe, dibuja, se involucra en la realización, no es una máquina que
produce sin pensar, la no creación antecede a la creación. La pintura que
conmueve, el dibujo que se contiene como una realidad impuesta al papel, es parte
de un limbo blanco, de la larga caída de entrar en el ser, liberarse, carecer
de todo. Atarse a lo creado no sirve para crear ahora, antes hay que generar
vacío, extinguirse, las memorias son obstrucciones que no deben determinar el
presente. Esperar, sentir el tiempo, ensimismarse en la soledad. Habitar el
vacío con arcilla, pigmento, lápiz, lienzo.