Ser feliz es el slogan de la sociedad de consumo. Para
alcanzar el estado de imbecilidad que pide la publicidad hay que saturarse de
cosas, comida, y de las drogas de diseño que recetan los médicos, además de las
versiones alternativas del mercado negro. El éxito engendra alegría, su
ausencia germina psicosis. Es preciso que la realidad copie a la publicidad y
se divida en episodios de 30 segundos como los comerciales de la televisión.
Sentirse con un ánimo diferente, vivir la melancolía, esa emoción sublime, es
un motivo de vergüenza, es razón para recurrir a terapia, expulsar y drogar a
esa peste negra, evitar que se manifieste, abra sus fauces y grite. Freud
enumera los síntomas como “profundo dolor, cesación de interés por el mundo
exterior, pérdida de la capacidad de amar, e inhibición de toda actividad”.
¿Quién decidió que debemos mantener todo el tiempo el interés por el mundo
exterior? ¿Por qué debemos estar inmersos en esta realidad absurda y asfixiante
24 por 7 como su fuéramos una tienda de conveniencia? ¿Cómo se mide la
capacidad de amar? ¿Dibujando florecitas de colores brillantes como Murakami o amando
como personajes de película americana? ¿Por qué debemos tener la actividad
desenfrenada, irracional y sistemática de las máquinas? ¿Por qué debemos vivir
lo mismo? Los síntomas son una trampa y es implacable la persecución y la estigmatización
por sentir algo que es natural. Ya no
podemos ni analizar nuestras emociones, ser testigos de ellas, nos debemos
desprender de lo que sentimos y anestesiarnos con estímulos.
El arte permite asomarse al abismo de las emociones, para Proust era un momento para concentrarse en ese lugar del alma y vivirlo; cuando su amigo, el príncipe Bibiesco se quejaba “sentir eso”, le dijo Proust: “aproveche y escriba unas páginas sobre lo que le está pasando”. Le pidió enfrentar la emoción y analizarla con un trabajo creador, razonando cada palabra para describir lo que sentía. El paisaje posee la virtud de evocar la soledad melancólica, ese silencio que la meditación consigue alejándonos de todo. En el espacio abierto de las pinturas de Caspar David Friedrich, la bruma es una emoción que cubre lentamente la vista, que induce a sentir. La contemplación del arte nos exige estar aquí y ahora, nos detiene, nos calla, nos da espacio para pensar. Aturdirnos con el ruido cotidiano impide que presenciemos nuestro ser, el arte es una compañía que detona la relación con nosotros mismos. El color de los paisajes de Friedrich no es real, no es testimonial, es un reflejo de lo que él siente, la panorámica proyecta el interior de sus pensamientos. En su pintura El Soñador el ocaso invade el espacio con tonos anaranjados, violetas y rosas, un arco define la presencia del que sueña contemplando el portento, absorto en ese encuentro con él mismo.
Hay melancolía en los paisajes irreales que Leonardo da Vinci pintaba como fondo de sus obras, en esas montañas azules, los cielos fugaces, y el frío de la caverna de la Virgen de las Rocas. Las naturalezas muertas de Cezanne, la humildad de la mesa, la frugalidad de la composición, la sencillez de los elementos, las peras, un plato de cerezas, sus colores, el mantel arrugado, es Cezanne y su pintura, nada más, es la soledad del creador.
La obligación de reírse, de darle “ironía a la reflexión”,
de saturar de estulticia el espacio para ser simpáticos e “irreverentes”, tiene
estupidizado al arte contemporáneo VIP, como a la publicidad y a la televisión,
son el club de los optimistas, comparten los mismos códigos, reducen las emociones
y las ideas a la misma simpleza, se ahogan en sus risitas, y piden que los
traten con solemnidad cuando ridiculizan cualquier tema que abordan, “resignificándolo”
con sus teorías que digieren lo que sea como una máquina trituradora de basura.
Los que necesitan ser chistosos que cohabiten en la denigrante ausencia de
sentido de la sociedad de consumo. La melancolía, como emoción sublime, no es
evasiva, no complace a los otros, es un proceso íntimo del individuo que la
masa desprecia, de ese ser que se atreve, como dice Kant, a “entrar en la
sombra profunda y meditativa”. Las emociones grandes que se queden en las
grandes obras.
16 comentarios:
Excelente reflexión, y añado que lo mismo se podría decir sobre la absoluta necesidad de velocidad que tiene nuestra sociedad, que se podría traducir en el mundo del arte oficial por lo efímeras que son sus obras.
AVELINA: Por culpa de leerte ya no pude disfrutar del comercial de tequila en el cine, y de ese ambiente de modelos y extras que levantan los brazos a contra luz de la videocámara del publicista, entregándose a los máximos excesos del placer que proporciona el producto del cliente. Al final de los 45 segundos, demasiado tiempo para la capacidad creativa del copy y el director del comercial, yo ya estaba distraído. Me dí cuenta que ese ambiente de hedonismo sólo existe en el foro de la agencia productora. Y no sólo eso, también me dí cuenta que tenía una bolsa de palomitas y una charola de nachos y la cocacola grande esperando que empezara la película con Sandra Bullock o Cate Blanchett y mi novia me pedía que fuera a echarle más queso a los nachos. Amable y atento -al fin es mi novia- me paré con mi combo y conpermiso conpermiso conpermiso, eché todo al bote de basura, salí del cine, del centro comercial hasta la noche que llovía. Y como un portento de la naturaleza imitando al arte, un rayo fundió el anuncio neón y nos dejó a todos a obscuras.
virginia woolf decía que a veces parecía que la literatura no era más que una herencia de dolor. Pessoa era bellisimo en sus árboles copudos, pero hubiera cruzado las manos y vuelto a la corriente, aunque no escribiera nada. pienso que nada puede valer la plenitud de una vida consumada, aunque concentrarse en un lugar del alma y vivirlo es plenitud, una plenitud consumada y bella. "la melancolía no es evasiva" me mueve mucho lo que escribe, un saludo
No sé si conoce a un cantautor español, Joaquín Sabina.
Su artículo me ha recordado una preciosa canción suya. Espero que le guste:
Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía
Sí, es triste, todos quieren estar felices, y además; para siempre...que inhumano se torna el paisaje contemporáneo...
Muy bueno este escrito Avelina.Lo comparto porque me parece el primer paso saludable que debemos dar para ser,para empezar a ser.Gracias por compartirlo.
Su texto me hizo revivir la sensación de vitalidad y liberación que tuve la primera vez que leí "Un mundo feliz".
Creo firmemente que no estamos obligados a estar felices ni alegres todo el tiempo, y que el arte es la mirada dónde confrontamos nuestras angustias, miedos, alegrías... Y que esa confrontación define la madurez; distinguíendola de la visión infantil que a veces tenemos del mundo.
Muchas gracias.
Coincido con vos, el arte académico u oficialista, ha provocado bodegas llenas de obras que complacen a la pretensión de ser por lo menos "algo". La pregunta es más simple, ¿qué tiene que decir el alma del ser humano?
Creo que haces una lectura errónea de Freud, y no sé si deliberadamente omites la parte más importante de su teoría del Duelo y la Melancolía, donde explica que la melancolía es el nombre clínico que se da a un estado patológico, a una desviación del duelo normal. El duelo es esa sensación de dolor que se experimenta y que nos hace perder interés en el mundo exterior, pero sólo por un rato, unos días, de vez en cuando; la melancolía (de nuevo, según la clínica, no según el lenguaje coloquial) es ese estado donde ese desinterés, ese dolor, esos sentimientos no desaparecen, no merman, no disminuyen; Freud y la clínica psicoanalítica no prohíben sentir, lo que buscan, para decirlo sin pelos en la lengua, es que la persona no cometa suicidio, pero no le niegan a nadie el derecho a suicidarse o a sentir dolor.
Aquí estás empleando el término "melancolía" con total libertad, como lo han hehco los poetas a lo largo del tiempo, haciendo que signifique lo que ellos desean que signifique, y no resulta válido comparar el concepto poético con el concepto clínico, que debe, obviamente, ceñirse a un estándar, porque si los médicos y psicólogos y otros profesionales de la salud comenzaran a hablar con un lenguaje mucho más abierto, entonces no habría comunicación, no nos entenderíamos, y si en vez de cáncer nos dicen que tenemos una explosión de vitalidad celular, entonces no vamos a saber qué diablos está pasando ni qué hacer y nos vamos a morir porque nadie se preocupó por definir "explosión de vitalidad celular", por estandarizar el concepto, de tal modo que siempre que a alguien se le diagnostique eso, los médicos sepan cómo hacer frente y cuáles son las alternativas.
En el caso de Freyd y el Psicoanálisis hay otras cosas a tomarse en cuenta. Un analista no ofrece un diagnóstico, no le entrega unc ertificado a su analizante en el que le dice: "tiene usted melancolía" o "está usted loco". Son conceptos que se emplean a novel clínico y teórico, para poder escribir sobre ellos y todos sepan de qué está hablando el colega cuando describe un caso de melancolía. De otro modo, se corre el riesgo de que cuando un analista describe a otro que su paciente tiene melancolía, el que escucha se imagine a una persona que colecciona cuadros de Durero o que se imagina ser un ángel de la geometría.
El texto no se centra en la definición de Freud, es sobre la estigmatización de las emociones para conducirlas a un plano homogéneo de felicidad. El diagnostico actual de la melancolía es depresión, y si es un estado estigmatizado. La medicina si prohíbe que alguien sienta, por eso medican a las personas, se unifica el estado emocional.
Un texto que compite dócil con mis habilidades innatas de estar a solas para no hacer nada y sentirme pleno. .. .
siempre que leo a Avelina , me dá mas certezas para seguir pintando .
No voy mucho a la teoria freudiana, o no , solo dejo fluir mi interior en cada obra . Es muy sencillo , creo que Van Gogh hacia lo mismo , y supongo no perderia tiempo en autoanalizarse, o escrudiñar a ver si lo que pintaba era una obra de locos, o no . Gracias Avelina , eres uno de los pocos faros que ilumina esta noche negra , la de la mediocridad tecnológica .
Con Todo respeto creo que el señor Jorge Jaramillo conoce todo el marco teórico freudiano con respecto a la melancolía, pero no la melancolía, creo que la psiquiatría le pone corral y la convierte en animal peligroso,en fin no todo mundo es torero...
Por supuesto que agradecemos prozac y supongo que las farmacéuticas aun mas,seguro Durero hubiese elegido una terapia alternativa como pintar.
Pues acabo de descubrirte y yo acabo de volver a los colores. He pintado tres mariposas con colores chillones y luego te he leído y he recordado de nuevo los lamentos del alma casi recién destapada de los ocres y lamentos de años y años envuelta en el sudario de una vida sin sentido.
Gracias Avelina por tus increíbles ríos de palabras.
Pues acabo de descubrirte y yo acabo de volver a los colores. He pintado tres mariposas con colores chillones y luego te he leído y he recordado de nuevo los lamentos del alma casi recién destapada de los ocres y lamentos de años y años envuelta en el sudario de una vida sin sentido.
Gracias Avelina por tus increíbles ríos de palabras.
Pues acabo de descubrirte y yo acabo de volver a los colores. He pintado tres mariposas con colores chillones y luego te he leído y he recordado de nuevo los lamentos del alma casi recién destapada de los ocres y lamentos de años y años envuelta en el sudario de una vida sin sentido.
Gracias Avelina por tus increíbles ríos de palabras.
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