viernes, 18 de octubre de 2013

VANIDAD, SÓLO VANIDAD.

Muestrario de la exposición en el PS1 de Brooklyn. 
Las obras contemporáneas y la mayoría de sus motivos se extraen de la cultura popular y de la sociedad de consumo. Esto se lleva a tal extremo que el museo alterno al MoMA de New York, llamado PS1, el Brooklyn Museum y la feria de arte NADA abrieron espacio a un show room que exhibe y aplica uñas postizas que, que explica Rita de Alencar Pinto, la artista-manicurista-curadora, son arte porque están inspiradas en obras de otros artistas. Bananas de Warhol, rostros con manzanas de Magritte, obras de DaliMiroPicassoLichtensteinPollock,  Mondrian, y hasta Wolfgang Tillmans, y ya saben, el infinito con el que se puede decorar una uña de artificial longitud. Hasta la feminista Judy Chicago, en una contradicción penosa, ya está plasmada en este “nuevo soporte”. Como esto es una muestra más del arte VIP, la verdad es que el talento pictórico de la artista manicurista es muy limitado comparado con el de un salón de belleza normal, pero lo importante es que ella, siguiendo la ruta de Duchamp, ya designó a sus mediocres creaciones como arte y están validadas por el MoMA. 
Muestrario de la exposición en el PS1 de Brooklyn. 
 Esto es una idea con muchas posibilidades de explotación. Por lo pronto les da un motivo a los directores de las escuelas de arte para que no expulsen del todo al dibujo y la pintura, porque como pueden ver todavía hay algunos que les sacan un poco de utilidad. Con la enorme adicción que tienen los artistas VIP al kitsch esto es una fuente de creatividad y de trabajo invaluable. Los gustos estéticos de las señoras que manifiestan su estatus social en su inutilidad manual, ahora están elevadas al rango de arte. Las uñas especiales para bodas y eventos de gran audiencia familiar, que es la más crítica, pueden ser expuestas en los museos de arte contemporáneo. Es prioritario que las escuelas de arte hagan un diplomado asociado con las escuelas y talleres en donde entrenan a los expertos en aplicar estas uñas porque la verdad, que al margen de los resultados estéticos, se requiere de cierta habilidad para hacerlo y para eso los artistas, que únicamente saben inventarle conceptos a sus obras, no están muy cualificados. Claro que siempre queda el recurso de hacer que una experta las aplique y que el artista se adjudique el logro de la obra, como sucede hasta con el performance. Por lo pronto las versiones mexicanas ya están en el menú: uñas estilo Amorales pintadas con mascaritas de luchadores, o las estilo Orozco con pedacitos de basura pegados. Las uñas estilo Betsabeé Romero con taxis verdes y grecas de llantas. Las de Margolles son una adaptación de las uñas del Retorno de los muertos vivientes o Walking Dead.
Esta versión son de un salón profesional,  no del museo, por eso la factura tiene otro nivel. 
Aquí la curadora definitivamente tiene que ser la experta en la aplicación de las uñas, para que ella le diga al artista cómo es más visible la obra y cómo resignificarla. Es fundamental que la clienta que compre estas uñas artísticas le den un curso rápido de arte VIP para que les explique a sus amistades la obra que trae puesta y que se documente para Arkheia, el centro de archivo del MUAC. Los coleccionistas podrían comprar estas obras y sería un éxito absoluto que sus esposas y parejas traigan puestas tremendas obras de arte en las manos, como las joyas que se ponen para demostrar que son ricos y poderosos. Los salones de belleza se pueden aliar con las galerías, como ya sucede en el PS1 de Brooklyn, y tener sala de exhibición, sala de aplicación de uñas, exposiciones y conferencias con los curadores. Esta nueva versión de arte VIP es parte de lo que llaman nuevos medios y tiene la ventaja que si es interactivo de verdad, y que exige que se involucre el coleccionista, el artista y el curador, además como la obra está pegada a las manos hace que el objeto artístico salga del museo y sea parte de la sociedad. Urge que los académicos de especialidades estéticas abran un nuevo doctorado y que las tesis las publiquen con un amplio muestrario. Quién lo iba a decir, tanto esfuerzo por formar públicos que entiendan y aprecien obras realizadas con basura, tinas de aceite o ruidos, y son las uñas postizas las que democratizan de verdad al arte VIP, uniendo el kitsch de clase con la estética post moderna. 

jueves, 10 de octubre de 2013

SIN PERMISO PARA SENTIR.




Ser feliz es el slogan de la sociedad de consumo. Para alcanzar el estado de imbecilidad que pide la publicidad hay que saturarse de cosas, comida, y de las drogas de diseño que recetan los médicos, además de las versiones alternativas del mercado negro. El éxito engendra alegría, su ausencia germina psicosis. Es preciso que la realidad copie a la publicidad y se divida en episodios de 30 segundos como los comerciales de la televisión. Sentirse con un ánimo diferente, vivir la melancolía, esa emoción sublime, es un motivo de vergüenza, es razón para recurrir a terapia, expulsar y drogar a esa peste negra, evitar que se manifieste, abra sus fauces y grite. Freud enumera los síntomas como “profundo dolor, cesación de interés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de amar, e inhibición de toda actividad”. ¿Quién decidió que debemos mantener todo el tiempo el interés por el mundo exterior? ¿Por qué debemos estar inmersos en esta realidad absurda y asfixiante 24 por 7 como su fuéramos una tienda de conveniencia? ¿Cómo se mide la capacidad de amar? ¿Dibujando florecitas de colores brillantes como Murakami o amando como personajes de película americana? ¿Por qué debemos tener la actividad desenfrenada, irracional y sistemática de las máquinas? ¿Por qué debemos vivir lo mismo? Los síntomas son una trampa y es implacable la persecución y la estigmatización por sentir algo que es natural.  Ya no podemos ni analizar nuestras emociones, ser testigos de ellas, nos debemos desprender de lo que sentimos y anestesiarnos con estímulos. 



El arte permite asomarse al abismo de las emociones, para Proust era un momento para concentrarse en ese lugar del alma y vivirlo; cuando su amigo, el príncipe Bibiesco se quejaba “sentir eso”, le dijo Proust: “aproveche y escriba unas páginas sobre lo que le está pasando”.  Le pidió enfrentar la emoción y analizarla con un trabajo creador, razonando cada palabra para describir lo que sentía. El paisaje posee la virtud de evocar la soledad melancólica, ese silencio que la meditación consigue alejándonos de todo. En el espacio abierto de las pinturas de Caspar David Friedrich, la bruma es una emoción que cubre lentamente la vista, que induce a sentir. La contemplación del arte nos exige estar aquí y ahora, nos detiene, nos calla, nos da espacio para pensar. Aturdirnos con el ruido cotidiano impide que presenciemos nuestro ser, el arte es una compañía que detona la relación con nosotros mismos. El color de los paisajes de Friedrich no es real, no es testimonial, es un reflejo de lo que él siente, la panorámica proyecta el interior de sus pensamientos. En su pintura El Soñador el ocaso invade el espacio con tonos anaranjados, violetas y rosas, un arco define la presencia del que sueña contemplando el portento, absorto en ese encuentro con él mismo.

 Hay melancolía en los paisajes irreales que Leonardo da Vinci pintaba como fondo de sus obras, en esas montañas azules, los cielos fugaces, y el frío de la caverna de la Virgen de las Rocas. Las naturalezas muertas de Cezanne, la humildad de la mesa, la frugalidad de la composición, la sencillez de los elementos, las peras, un plato de cerezas, sus colores, el mantel arrugado, es Cezanne y su pintura, nada más, es la soledad del creador.
La obligación de reírse, de darle “ironía a la reflexión”, de saturar de estulticia el espacio para ser simpáticos e “irreverentes”, tiene estupidizado al arte contemporáneo VIP, como a la publicidad y a la televisión, son el club de los optimistas, comparten los mismos códigos, reducen las emociones y las ideas a la misma simpleza, se ahogan en sus risitas, y piden que los traten con solemnidad cuando ridiculizan cualquier tema que abordan, “resignificándolo” con sus teorías que digieren lo que sea como una máquina trituradora de basura. Los que necesitan ser chistosos que cohabiten en la denigrante ausencia de sentido de la sociedad de consumo. La melancolía, como emoción sublime, no es evasiva, no complace a los otros, es un proceso íntimo del individuo que la masa desprecia, de ese ser que se atreve, como dice Kant, a “entrar en la sombra profunda y meditativa”. Las emociones grandes que se queden en las grandes obras.