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Desire Obtain Cherish, Designer Drugs, 2012 |
El dinero compra juventud. Puede comprar lo que sea:
reputaciones, memorias, objetos, pero también puede adquirir esa frescura
indolente y efímera de la juventud. Como la única forma de retener algo es exhibiéndolo
como una posesión, el mercado ofrece toda clase de productos que incrementan la
apariencia de ser jóvenes. Cirugías estéticas que tratan de detener el tiempo
petrificando y plastificando el rostro en una falacia rejuvenecedora. Los
coches de lujo prometen potencia en una prolongación del vigor sexual y son tan
efectivos como el viagra para conquistar a los que son jóvenes de verdad. ¿Si
alguien es el rey de las finanzas a los 70 años por qué no tener el imán sexual
de Elvis cuando era el Rey a los 25 años? El dinero es poder y esto se
demuestra en tener a la mano el cuerpo y la voluntad de alguien que se entrega
por una conveniencia material, que es el mejor argumento para entregarse a
alguien. Ante la incertidumbre de las emociones, por lo menos la certeza de las
inversiones. El marcado lo sabe, porque
ha aprendido palabra por palabra el Diálogo de Platón, en el que Fedro le dice
a Sócrates “Los que no sienten amor no pueden nunca arrepentirse… porque obran
por sus intereses”. El arte no habla de amor, habla tener a la mano a la juventud
y retenerla con objetos de estética púber-millonaria.
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Desire Obtain Cherish, Sugar Cane Meltdown, Unix Gallery, 2013 |
El arte es dinero y es mercado, es un objeto de
consumo que demuestra riqueza, estatus y que abre la puerta al paraíso de la
púbermanía. Eso es parte de su éxito. Las obras desde su presencia, factura y
discurso imponen una efebocracia para satisfacer ese apetito urgente de rodearse
de la parafernalia y los códigos que podrían describir a esa persona como joven
o con una mentalidad anacrónica que habita en el set de un programa televisión
para adolescentes. Las ferias de arte venden obras que podrían ser la
escenografía de un versión millonaria de Never
Land, los coleccionistas con síndrome de Peter Pan se compran dulces gigantes envueltos en colores,
“esculturas” de aluminio pintadas en alta temperatura de Laurence Jenkell, estas piezas colocadas en sus pedestales son las
grandes obras de la galería, y son ideales para estar en la dulcería de Disneyland. El coleccionista las puede
combinar en su casa con sillones rosas, azules y amarillos, y jugar con niños
para que lo juzguen como a Jackson, por delitos contra la inocencia.
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Laurence Jenkell, Wrapping Bonbon Aluminum, 2013 |
El arte se suma con descaro comercial, sin pudor y con el
cinismo del que conoce el valor del dinero, a esta manipulación del cliente que
desea desesperadamente tener a su lado todo lo que emane juventud. Jeff Koons ha
llevado esto a los límites del mullido diván siquiátrico con pinturas de Hulk,
de Popeye, gigantes corazones de color rosa, reproducciones en metal de
juguetes inflables, conejos, cocodrilos, su obra es una sucursal de la
juguetería de Gepetto. Koons explotó
comercialmente al máximo su propio físico cuando aún era fuerte y musculoso, por
eso conoce tan bien a su cliente y le da juguetes, le da entretenimiento y
evasión, lo premia por ser rico, lo consuela por tener arrugas, lo masturba con
sus mega diversiones, lo deja gastar en un escapismo que además llaman arte.
Los berrinches de niño majadero de Hirst, sus pinturas de puntos como tapiz de
un kindergarten. Las bolitas de Yayoi Kusama, que además se jacta de vivir en
el psiquiátrico porque ahí las drogas son gratis.
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Tim Berg and Rebekah Myers, You can't take it with you, 2013 |
Estas obras decorativas saturan el espacio de una atmósfera
de felicidad instantánea, invitan a tener en el salón de la casa una alberca de
pelotas de goma en lugar de sillones. Los galeristas y los artistas saben que
esta angustia de ver el tiempo pasar se compensa con el consumo y se diluye con
objetos. Ofrecen ositos de peluche vestidos con pantalones de cuadritos, o
paletas de caramelo, helados derretidos, y tubitos azucarados, de Desire Obtain
Cherish, todos tamaño carb addict , y
por supuesto el nombre del artista es el manifiesto y concepto de este estilo. La
colección de mangas japonesas de
Murakami, se apropia de los dibujos de pornografía soft que manosean los
adolescentes, colores estridentes, flores con caritas que sonríen, en precios que
se adaptan al bolsillo de su cliente, esculturas de más de 100 mil dólares
hasta impresiones digitales de 2 mil. Con Murakami todos pueden tener sus tres
minutos de jovialidad.
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Cole, Big Boy, Aureus Contemporary, 2013 |
La publicidad deformó la imagen de la juventud, el éxito es
ser feliz, sin granos y guapo. Esa juventud torturada y suicida del
Romanticismo se extinguió con la llegada de la televisión y la pedagogía. Los
jóvenes más populares y deseados son resultado de una sociedad que premia la
irrelevancia, la banalidad y que defiende el derecho a ser como los personajes
de una telenovela. La idea de juventud que vende el arte son obras que
demuestran infantilismo, el esfuerzo estético está dirigido una noción de
juventud como un producto de consumo, una versión adolescente de Disney, de Sanrio. Comprar estas estas obras es hacerse un lifting sin cirugía.
Los artistas que las crean hace décadas que dejaron de ser jóvenes, pero eso no
importa. Si su obra es un chistorete, si se apropian de los cartoons de Felix the cat, si colocan muñecas y pelotas, aún están en wonderland, aun tocan con la punta de los
dedos ese sitio mágico y pueden convencer a los mecenas de que su obra es “arte
joven” “expresiones emergentes” y que están investigando en “temas irreverentes
que provoquen una ironía”. Esta
simbiosis es complicidad que nace de la necesidad, los artistas, como a los
coleccionistas, les urge ser jóvenes, les urge no envejecer, y por eso hacen
obras infantiloides para compradores que ya reunieron dinero y ahora tienen que
recupera el tiempo que perdieron mientras se hacían ricos, mientras inventaban
fondos de inversión fraudulentos. El artista debe aparentar que es un producto
fresco, que continua con esa fuerza que lo impulsó a vivir de la aventura del
arte. Si lanzan a una generación con el nombre de Young British Artist, ni modo de dejar el membrete porque ya pasó su
momento y están acabados física e intelectualmente. Jamás. Los lanzaron como a los
cantantes de música pop y así deben seguir. La angustia de Madonna ahuyentando
al tiempo con una jeringa de botox no
es exclusiva de ella, la vive Tracy Emin haciendo neones con frases de canción
de verano y la comparte Douglas Gordon apropiándose los programas de Star Trek, ya no son Young y tampoco son Artists pero tienen que seguir en la memoria del mercado como si lo
fueran. El mercado del arte entendió que le podía tocar un buen pedazo de esos
millones de dólares que se reparten los cirujanos, los diseñadores de moda, y
la industria del consumo efebo que narcotiza a la tragedia de envejecer. Lo ha
logrado, ir a una feria de arte, entrar a un museo, es una experiencia similar
a la de estar en un parque de diversiones con un bonus track: el que gaste más dinero en este lifting artístico es
el más influyente entre curadores, galeristas y artistas.
9 comentarios:
Avelina, estamos ante un trastorno muy grave y de dimensión planetaria. Millones, arte y mercado financiero es la fórmula fatal,en pos de la infantilización colectiva. Lo peor del asunto es que se agrava con el tiempo y la publicidad.
Quizás esta es la manera elegida para extinguir la especie humana. Confío en que si existe otra humanidad, en algún rincón del universo, sea de verdad, inteligente, y no esa cosa boba que la evolución ha hecho con nosotros.
Qué irónico buscar la fuente de la eterna juventud en algo tan efímero como estos objetos, cuando, a sabiendas de que nadie vive para siempre, existe otra alternativa: trascender.
Esto es algo que ha sido olvidado
al menos en los últimos cien años,pero también, este arte nini es un reflejo hiper realista de la humanidad actual que ha convertido al dinero en su dios y a la posesión en su evangelio, aunque desgraciadamente están lejos de vivir eternamente.
y la universidad está ahí para enseñarnos a navegar y ser exitosos en ese mercado: http://posgradocristinalopezcasas.blogspot.mx/2013/09/un-proyecto-de-investigacion-de.html
Disfruto mucho sus ensayos, le agradezco altamente que elabore estas críticas con tanta claridad. Imagino que se divierte mucho cuando piensa y escribe sobre estos temas tan actuales. Yo por mi parte me reviento de la risa con sus comparaciones y ocurrencias y a veces simultánea o luego, en una segunda lectura, trato de rastrear los libros y autores que respiran detrás del nuevo texto. Si, si, me encanta este blog, es uno de mis favoritos . Gracias. Saludith desde Miami Judith G.
Muchas Gracias por tú trabajo. Recomendación: tomar en cuenta la temática el mal llamado arte digital y sus derivaciones. Soy estudiante de la UNLP Argentina. Y necesito material para defender las verdaderas artes. Un cálido Abrazo.
Avelina:
Esta es la primera vez que hago un comentario en Tu blog, lo cual no quiere decir que sea la primera vez que Te leo. Empecé a leer Tu blog hace ya más de 10 meses. No te había escrito antes porque invariablemente encuentro lo que escribes tan contundente y definitivo que simplemente no hay nada más que comentar; resta sólo felicitarte una y otra vez, y de hecho siempre, por lo que escribes.
Sí, el dinero compra todo,incluyendo la felicidad (¿o será simple satisfacción efímera?)pero cuando se trata del, en mi concepto, mal llamado "arte contemporáneo", creo que no compra arte, sino simples objetos a los que principalmente los galeristas y los curadores (creo que éstos últimos son los peores) les han "conferido" el status o privilegio de ser "arte", pero sólo porque ellos lo dicen, no porque en realidad lo sea.
Si me permites, Te sugiero una lectura breve de Vicente Verdú,escritor y periodista Español, sobre el "deseo de cultura" que creo que encontrarás muy interesante y confirma absolutamente todo lo que Tu sostienes, con lo cual, perdona que insista, estoy siempre totalmente de acuerdo.
Avelina:
Perdón; olvidé ponerte el enlace a la lectura que te recomendé; es el siguiente:http://www.elboomeran.com/blog-post/11/14193/vicente-verdu/el-deseo-de-cultura/ Saludos. Héctor Rojas V.
El problema del arte no es de cultura sino de talento. Por ejemplo todos notamos que Vicente Verdú tiene una gran cultura, incluso vemos que su artículo empieza muy prometedor, aunque luego se va desinflando y difuminando ligeramente en la nada. ((Peor ocurre con sus pinturas que no cuentan nada de nada, pese a lo cual están llamadas a tener éxito porque las pinta alguien famoso, y eso es lo más parecido a un criterio de calidad que el sistema cultural y artístico actual puede ofrecer)).
Y sin embargo... aparte de tanta nadería, y de tanto infantilismo encumbrado del que habla en este post Avelina, realmente existe una forma especial de inteligencia asociada al arte y llamada TALENTO. Basta leer por ejemplo este mini-relato:
http://www.blindworlds.com/publicacion/42131
Avelina, se hace tan necesaria esa mirada directa sobre el mercado del arte, que se ha tomado todo y ha instaurado una efebocracia ridícula. Por eso, todos quieren ser super héroes de MARVEL. Te comparto este artículo mío, sobre el tema de la fama y la fortuna en América Latina en el mundo del arte: http://arteresponsable.org/2014/03/25/subalternarte/
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