sábado, 29 de junio de 2013

LAS RUINAS DE LA IMAGINACIÓN.


Lara Almarcegui, Pabellón Español. La Biennale di Venezia, Mayo 2013.

La imaginación fue asesinada. La originalidad ya no es una búsqueda. La comodidad que representa ser miembro del Club Arte VIP es que, entre otras cosas, se pueden apuntar a todos los lugares comunes sin perder su aura de artistas. Decir con inconsciencia que “todo está escrito”, “no hay forma de aportar”, “la autoría y la unicidad de la obra no existen” no representa desertar de la creación, traicionar a la libertad, y evadir la responsabilidad del trabajo artístico, son “diálogos tangenciales entre las diferentes circunstancias artísticas”, “perspectivas disidentes ante los tradicionales modelos de creación”. Matar a la imaginación hace imposible a la originalidad. La repetición de obras es una consecuencia lógica. El catálogo de objetos que han elegido para ser obras de arte es muy constreñido y, en cambio, los artistas que se nutren de él son abundantes. Esta reiteración no es un conflicto, al contrario, representa una ventaja artística porque se “comparten visiones”, “se hacen citas”, “se establecen complicidades”. Carecer de imaginación es una deficiencia cognitiva, impide la posibilidad de proponer ideas alternativas a la realidad para prever y planear, precisamente, nuestra realidad.  
Teresa Margolles, La Promesa, MUAC. 
 Aprovechando que las obras se cotizan en proporción directa a su falta de imaginación: entre más elemental, más costosa; los artistas VIP deberían someterse a un estudio neurológico para ver en qué momento de su brillante carrera se les atrofió el proceso cognitivo de la imaginación al grado de desaparecer. Esta investigación permitiría estudiar las consecuencias científicas de esta corriente de falso arte. La repetición de las obras ofrece ventajas: con una fotografía se pueden hacer varios catálogos únicamente cambiando las cédulas. Los textos curatoriales también se pueden repetir porque por lo general son ilegibles y usan la misma jerga lingüística. Por ejemplo: tenemos la obra de Eduardo Abaroa y su Destrucción total del museo de Antropología; la de Abraham Cruz Villegas, Autodestrucción 2; Teresa Margolles con La Promesa; y el pabellón de España en la Bienal de Venecia comisionado a Lara Almarcegui. Todas coinciden en que son un montón de escombros.

Eduardo Abaroa, Destrucción total del Museo de Antropología. 
El discurso de cada obra es diferente y eso no evita que estas manifestaciones de la ausencia del pensamiento abstracto y la imaginación sean iguales. La palabra no logra la transformación de la materia o de la obra. La de Margolles y Cruz Villegas estuvieron casi simultáneamente en dos museos de la UNAM, podrían haberlas juntado y ahorrarle a los visitantes las vueltas de un museo a otro colgando las cédulas en la misma pared. Abaroa se queja de cómo el museo presenta a los indígenas, exhibiendo su falta de comprensión entre pasado prehispánico y presente. Cruz Villegas se ahorra pagar el camión de la basura que limpie su residencia, se lo endosa a la UNAM, recicla los escombros de la remodelación, los reacomoda “escultóricamente” y los resignifica: “apelo a la capacidad creativa de un ciudadano cualquiera para modificar un objeto cualquiera”, es más fácil apelar a la creatividad de un ciudadano fantasma porque él mismo es incapaz de aplicarla en su obra. Teresa Margolles se apuntó al discurso oficial, como siempre, y habla de las casas abandonadas por los desplazados a raíz de la violencia, abusando del tema sin señalar responsables. Almarcegui fue la que contó con más presupuesto y montó toneladas de escombros, por eso cuida a los patrocinios y huye de las implicaciones políticas, dice que su obra no es una crítica a la situación de España, sino un esfuerzo “ontológico, social y político” para hablar del urbanismo en general. 
Lo que sí significan estos ejemplos es que el arte está estancado y, literalmente, en ruinas por la incapacidad de creación de los artistas y por la conveniencia de no ejercer el intelecto ni para elegir un material para llenar una sala. Estas obras significan dinero y que ese dinero no es para patrocinar lo mejor, es un impuesto que exigen las instituciones para mantener una burocracia que se niega a ser ética, que no acepta que estas personas no son artistas, son un grupo de oportunistas que  se aprovechan de la proverbial pasividad mental del Estado. 
Publicado en el Suplemento Cultural Laberinto, de Milenio Diario, del sábado 29 de junio del 2013. 

ENTREVISTA A CARLOS CÁRDENAS EN EL MILENIO VISTO POR EL ARTE.

domingo, 9 de junio de 2013

CURSO DE CRÍTICA DE ARTE


Impartiré este curso organizado por la Escuela Mexicana de Escritores. Daremos 5 Becas. Inscripciones en la Escuela, haz click aquí. 


CORRE, ANTONIO, CORRE.

La familia de Carlos IV, Francisco de Goya. 
  El progreso nos ha hecho impacientes, queremos que la existencia se resuelva como una sopa instantánea: con unos segundos en el microondas. La comida rápida tiene penalizado el servicio, unos minutos tarde y es gratis. A marketing no le importa la calidad del sabor, le importa llegar antes que la competencia. Nuestros deseos, las relaciones personales, el sexo y toda clase de apetitos se satisfacen en unos minutos. La literatura se comprime en 140 caracteres para fortuna de los novelistas sin talento, y para lo poco que tienen que decir, hasta eso es demasiado. Claro, que hay algunos que insisten en vivir y crear como si estuviéramos en el Renacimiento y aun importaran la belleza, la resolución de la composición y resolver los enigmas de una obra. Es el caso de Antonio López que no termina la pintura oficial de los actuales Borbones españoles. Goya pintó a la familia de Carlos IV en varios meses, y el resultado fue más favorecedor que los bocetos, de los que dice el historiador Elie Faure “Los pinta con espantoso realismo”.

El retrato que realiza Antonio López, inconcluso. 
Antonio López lleva 17 años con esta comisión. La retoca, cambia de lugar al príncipe de Asturias, le pone otro traje a la reina, pinta y borra a los yernísimos dejando huecos en la composición. La prisa de la Casa Real es comprensible. Esta obra sigue inconclusa y por la familia pasan cirugías, divorcios, juicios, elefantes, yates y los banqueros destruyen Europa con una fiereza que se vive un ambiente de post guerra. Si las parsimonias de López continúan existe el riesgo de que esa pintura ya no tenga uso para la monarquía. Eso le sucedió a David, que seguía pintando uno de los retratos de Napoleón cuando este ya había perdido la guerra y estaban listos para exiliarlo. Para acelerar el final del enorme retrato se lo han llevado de casa del pintor a las dependencias del Palacio Real, ahí tendrán más control sobre la obra y podrán presionarlo: “Oiga, maestro, ¿cuánto le falta? ¿Le queda mucho por hacer? ¿Podría dejar eso como está y avanzar por este lado?”. López no deja de notar defectos en la obra, cosas que cambia y repinta, sin pensar que ese régimen se desmorona mientras él hace su retrato. Lo peor de todo, es que tal vez, a estas alturas López ya no tenga interés en esta pintura y por eso no la termina. Es el problema de los pintores, en su obsesión perfeccionista, pueden retocar una obra hasta estropearla o ya no les motiva. La otra posibilidad es que en realidad no sepa cómo acabarla, y es justo, así es el arte, son decisiones, dudas, hasta que la solución aparece en una visión, en una pincelada o nunca llega y la obra se queda inconclusa.
Esta situación no existiría si desde el inicio le hubieran dado esta comisión a un colectivo de arte contemporáneo. Un equipo inter disciplinar establecería los mecanismos de formalización y configuración de los dispositivos intelectuales y materiales para realizar la obra. Documentarían el proceso, los discursos generados, las diferentes propuestas consustanciales a la re materialización de la familia real a través de sus problemáticas emotivas y personales. Decidirían una intervención site-specific para suplantar a la representación y crear una presencia que impugne el canon establecido desde Velázquez a Goya. Con esta metodología definida, el colectivo accionaría las piezas que significaran y reflexionaran sobre las posibilidades constructivas y psico-sensoriales aludiendo a las especificidades de la polarización/integración de cada personaje a través de la superposición de formas híbridas y elementos diversos: bloques de concreto, luz neón, botellas vacías, pedruscos, papeles arrugados, confeti dentro de un frasco de vidrio, cigarrillos, restos de comida, sonidos alterados, alambres enredados, neumáticos ponchados. El proceso les tomaría unos días y la obra final la montarían en pocos minutos. 
Eso es lo que le hace falta a la monarquía, dejar sus gustos old fashion y apuntarse a la último en la moda, además así se librarían del juicio implacable de ser analizados por un pintor y vivir la experiencia de la familia de Carlos IV, que hasta ahora no se desprenden de esas miradas vacías, de esos rostros anestesiados que les dejó Goya para la Historia.  

domingo, 2 de junio de 2013

LA ESTUPIDEZ ESTÁ DE MODA.


Hace algunos años la compañía de ropa Diesel lanzó una campaña de publicad que clamaba abiertamente “Be stupid” y ahora otra marca de ropa, Abercrombie & Fitch, se anuncia bajo el slogan “With These, Who Needs Brains?”. Parece que está de moda la banalidad y la intencional estupidez, teniendo en cuenta que la moda es aspiracional, y es un patrón de conducta. Esto no tendría que trascender si se quedara en el ámbito de la publicidad y la televisión, que aceptémoslo, nunca han aspirado a manifestarse como muy inteligentes, al contrario, entre más elementales e inmediatos adquieren más presencia entre la población. En las escuelas los jóvenes que destacan son acosados por el resto, como si fuera una conducta anormal salir de la mediocridad. 
Cady Noland
 En el arte, que se supone es una expresión intelectual elevada, sucede lo mismo. Las obras hacen alarde de su elementalidad de factura, con ironías que podrían ser trasplantadas en un programa cómico de la televisión sin sufrir ningún cambio de apreciación. Aunque estén soportadas por los retóricos discursos de los curadores y que los mismos artistas les adjudican, las obras en su presencia se muestran infra inteligentes porque ese es precisamente su verdadero statement artístico: la obviedad que reta con la intencional incapacidad intelectual. Ser estúpido no es un accidente, esta actitud es provocada, se busca. La necedad para no aceptar las limitaciones, la negación para trabajar y superarlas, la incultura, la estulticia, la violencia, son constantes en la persona que se muestra complacida con su estupidez.

Sarah Sze, "Triple Point (Observatory)," 2013
Si Cady Noland pone una manguera enrollada, unas rejas tiradas en el piso, lo hace porque se jacta de que eso, así, con su presencia carente de inteligencia pueda ser llamado arte. Por lo tanto, para qué necesita cerebro, o saber pintar o dibujar o trabajar toda su vida para aprender composición, si puede hacer cosas sin inteligencia y valor estético y ser considerada artista.  Si vemos el pabellón de Estado Unidos o el de España en la Bienal de Venecia, o de la mayoría de los países que participan, con las cantidades de dinero que costaron nos repetimos el slogan de With These, Who Needs Brains?”. Si hay dinero, curadores, revistas especializadas y ministerios de cultura pagando estas cosas, evidentemente es absurdo querer estudiar y aprender a dibujar y pintar, formar talento y conexiones neuronales, es más fácil seguir la campaña de Diesel y decir “Be stupid”. Y paradójicamente esto le dará al “artista” un estatus de creador que está de moda y que es emergente o consagrado e “inquietante”. Por eso los auto llamados artistas y sus curadores practican el bullying y denominan a los pintores, escultores, dibujantes simples artesanos y dicen que hacer las obras no es trabajo de artistas, porque practican el mismo mecanismo de acoso de los adolescentes que se ensañan con los “estudiosos” de la clase, por la sencilla razón de que marcan diferencia y quieren salir de la masa.  Así es la moda, el que se niega a seguirla es un ser incómodo.   

ENTREVISTA LILIANA MERCENARIO EN EL MILENIO VISTO POR EL ARTE