Libro de fotocopias de una publicación amaríllista de Ciudad Juárez. Obra de Teresa Margolles. 5 mil dólares. |
Vivimos en una ilusión, en una ficción que inventan nuestros
abotagados sentidos. Vamos a Zona Maco y el público finge que la pasa bien en
una feria que ofrece arte internacional y nacional de segunda y tercera clase.
En este mundo cruel de clases y castas, aquí las hay y muy marcadas. Nada del
ranking mundial de las subastas, nada de estrellas de los grandes museos, nada
de la excitación de los dólares virtuales que se derrochan en Suiza y Hong Kong.
Con esta triste perspectiva los galeristas gruñen los precios y se escandalizan
con la crítica a sus obras en venta, “Te voy a denunciar para que te saquen de
la feria” me grita furiosa una galerista que vende de Teresa Margolles unas fotocopias
encuadernadas de un periódico amarillista de Ciudad Juárez y validadas como
arte por Cuauhtémoc Medina, 5 mil dólares, nada comparado con lo cotizan muchos
falsos artistas que han pisado los prestigiados pasillos de la Bienal de
Venecia.
La pintura sobresale y se distancia de esta colección de pretensiones,
Daniel Lezama, Javier Peláez, Armando Romero, esculturas de Chillida, la
Galería de Enrique Guerrero con una selección valiosa e inusitada para este
espacio, y un Diego Rivera en 2 millones 200 mil dólares en la galería AAMD de
Miami.
Pero es que fingir es lo que más se da en este mundo de mentiras. Afirmar
que es una feria “de clase mundial” con un centro de prensa paupérrimo que entrega
las acreditaciones tarde. Es imposible que un mercado que no figura
internacionalmente tenga una feria que se jacte de estar en niveles de la Sao
Paulo y otros ejemplos desproporcionados.
A los organizadores de esta feria se
les olvida que en lo que si somos famosos a nivel internacional es en el
melodrama, que para engañar el tirón sentimental es un recurso que sabemos
explotar muy bien. Necesitan, como preámbulo a su lanzamiento, un Zona Maco reality
show con los valores artísticos nacionales haciendo sus complicadas obras con llantas
de bicicleta ponchadas, demostrando que los becarios FONCA no malgastan los
impuestos y les implica un gran esfuerzo hacer un fotomontaje y un rompecabezas.
El melodrama mexicano ha sacado del anonimato a muchas nulidades y del olvido a
glorias del pasado, ahí está el clan Cuevas para demostrarlo con su telenovela La Ruptura: una madrasta, hijas que
nunca han destacado en lo poco que hacen y huérfanas-abandonadas a sus más de
50 años; un artista-padre-marido jaloneado, violencia intrafamiliar, herencias
malditas, vestuario con sombreros folklóricos, diálogos de arrabal, todo lo que
exige el público del horario con más rating. Estos personajes apuestan su vida
emocional, sin ningún pudor, y la ofrecen al mundo sediento de dramones. No
tendrán la tragedia y el genio de los Mann o los Wittgenstein ni el glamour, el
dinero y la belleza de los Kennedy, pero es lo que nos toca presenciar por acá
al sur de la frontera.
El performance-culebrón debería formar parte del
programa de apoyos de CONACULTA, que tanto ha sabido explotar esta familia,
porque les darían becas permanentes. Propongo que para el próximo Zona Maco se
lleven al clan Cuevas a vivir dentro del recinto de la feria, oficina notarial
y unidad de terapia intensiva incluida, para que podamos seguir día a día sus
miserias. Les garantizo que impactarían a nivel mundial y venderían la
instalación con los restos de su estancia, muy al estilo de Beuys. Y como el
drama genera más drama, cada año podrían comisionar el área y lanzar nuevos
performances-culebrones sin censura.
Con lo adictivo que son los folletines, el
público iría todos los días a la feria y no se quedarían con la decepción de
ver pegatinas en el piso cotizadas en 250 mil dólares y, además, fingir que les
encantan las naderías de los stands y aguantar la mala cara de los galeristas. Es
una feria, es un evento social para divertirse, gastar dinero y ponerse guapos, están
es su oportunidad de brillar en sociedad ¿por qué ese ánimo de guardianes de
museo solitario y fracasado como el Arte Alameda?
Pero fingir, ser pretencioso,
creerse lo que no son, tiene su punto: la mala cara ya es sinónimo de estatus,
vean a los cadeneros de los antros, que son el canon de esta conducta. Por eso
necesitamos a los Cuevas exhibiéndose y regalando con generosidad lo único que
no tiene precio: la intimidad.
Publicado en Laberinto el Suplemento cultural de Milenio Diario
el sábado 27 de abril del 2013.