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Artista y activista Ai WeiWei bailando. |
Su relación con el gobierno y la censura es un circo y es muy oscura. Ai Wei Wei está muy lejos de ser un artista comprometido como lo exhibe la prensa internacional y las numerosas ONG que lo premian. Es una contradicción porque gran parte de sus grandes éxitos arquitectónicos y de presencia en exposiciones y bienales, son con el indudable y ostentoso apoyo del gobierno comunista. Sus obras son objetos costosos que sin la inversión de un mecenas no podrían ser realizados. Su participación en el diseño del estadio de Beijing, no hubiera sido posible sin la aprobación gubernamental. Esas obras se comisionan, en cualquier país del mundo, con un intenso cabildeo. Sabemos de lo que es capaz la burocracia si decide bloquear un trámite: con un gesto basta para detener desde la construcción de un edificio hasta la expedición de un pasaporte o una visa. Las semillas de porcelana que mandó hacer por toneladas no hubieran llegado a la sala de las Turbinas de la Tate de Londres sin el consentimiento del gobierno que supuestamente lo censura y lo acosa.
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El artista Anish Kapoor, bailando en solidaridad con Ai WeiWei. |
El gobierno comunista chino tiene fama de ser omnipresente,
omnipotente y mantener un férreo control sobre sus habitantes. Wei Wei se ha
quejado de una persecución implacable, pero puede llevar a cabo trabajos que
incluyen una logística y una infraestructura que pasa necesariamente por las instituciones
del gobierno. Analizando sus protestas es evidente que su problema y tema es él
mismo y lo que a él le sucede. Su activismo más relevante fue la publicación de
una lista de nombres de estudiantes muertos en un temblor, en el que se
derrumbó parte de su estudio. La presencia mediática de Wei Wei, que raya en el
ridículo, es de un clown de lujo para las ONG y la prensa, es una pantalla que
distrae de la realidad que padece China. Su valoración internacional es el premio
a una revolución descafeinada que él representa, que oculta y desvirtúa los
movimientos serios y los grandes problemas que viven millones de personas como
las condiciones del trabajo o la corrupción. Los occidentales lo encumbran
porque, en el fondo, están con el dinero y con un partido que impulsa un
crecimiento voraz, sin reglamentación, que ha desbaratado la industria de miles
de países. Los industriales se han llevado uno a uno, de forma voluntaria sus
negocios a China, porque una tableta de Apple les cuesta un dólar maquinarla. Si
no fuera porque existe un país que maquila todo lo que el planeta necesita no
existirían los mercados especulativos que azotan a Europa. El circo de Wei Wei es
cómplice de esto, es una tapadera de moda, es un clown del sistema.