sábado, 10 de noviembre de 2012

CÓMO DESTRUIR A UN MUSEO.


Gerard Byrne, 1984 and Beyond, 2007  
Entrada de la sala de la obra de Rufino Tamayo. 
La larga remodelación por la que pasó el Museo Tamayo fue una demostración sustancial de sus valores y una reafirmación de intenciones. Este es un museo de y para curadores. Atentando contra la sensibilidad social, y en consonancia con la demagogia y el autoritarismo del arte contemporáneo, una sala lleva el nombre de Carlos Hank Rhon porque, se supone, que él patrocina su mantenimiento. Rufino Tamayo como recompensa a su labor artística y a la donación de la colección permanente de este museo, tiene esta sala que ocupa, aproximadamente, la quinta parte del espacio museístico para que su obra sea expuesta. Gracias a la decisión de hacer ostentoso y visible el nombre de tan importante patrocinador podemos ver cómo con el arte no solo se lava dinero, también se lavan nombres. 
Carol Bove, 1971. 
 El delirio de las contradicciones sigue en el resto de las salas. La obra de Ryan Gander que para su exhibición se bastaba con tres metros cuadrados, tiene un espacio de más de 200 metros. Esta megalomanía muestra, entre otras cosas, asientos de bicicleta y una obra de “protesta” que consiste en escribir la frase Worlds Fair y esto supone una “crítica a la comercialización del arte”.
Johan Grimonprez, 2009. 
 La siguiente sala exhibe una curaduría frívola y neurótica de Julieta González que versa sobre “Obras de artistas que abordan de manera retrospectiva las visiones del futuro de la modernidad” y “Los imaginarios predictivos”. Omito la lista de artistas que emparenta a Henry Moore con Julieta Aranda, es una ley que en este tipo de exposiciones los artistas son intercambiables y sirvan para decorar las ideas del curador. La curadora ha montado esta misma idea en otros museos y adapta las obras que tengan ahí a su discurso. Con una posición supersticiosa, basada en mitos televisivos de masas, con visión de comic book adolescente de post guerra tipo Atomic Attack, Atomic War y Weird Future, de nulo rigor científico o histórico, esta mega reunión de objetos, videos y obras del acervo es manipulada para ilustrar un discurso curatorial digno de la ignorancia sectaria que hoy representa el Tea Party. No muestra ni analiza los orígenes y consecuencias de esa paranoia social, de las personas y gobiernos que alimentaron el odio al otro, del verdadero impacto de la Guerra Fría; y el prejuicio y la desconfianza a la ciencia que desató.
Ryan Gander, 2012 
 La sucesión de salas atiborradas de cosas, fotos, libros, recortes, post it, difunde leyendas colectivas sin tocar las guerras reales e intereses que detonaron esta paranoia, ni las verdaderas problemáticas que existen hoy y que fueron advertidas desde hace décadas: la nueva generación de golpes de Estado impuestos gracias a la crisis provocada por los bancos. Se queda en su literatura de comic book, un discurso facilísimo que sirve para dos propósitos: insertar obras que tienen que ver poco o nada con el tema y evadir a la realidad, literalmente buscando marcianos sin ver lo que ya está aquí. Mientras la sala de Gander es el vacío de obras y de ideas, en estas salas se congestionan los objetos y el vacío de ideas serias. En la sala de consulta del museo están las dos carpetas curatoriales de esta exposición con sus textos de deficiente prosa y argumentos superficiales.

 Michael Stevenson, Nueva Matemática. 
 En otra sala una exposición decorativa, con un tapete rojo, llamada Primer Acto y otra que se llama Nueva Matemática, que, entre otras cosas, trata de demostrar la científica idea de la existencia del diablo. Me pregunto por qué la obra de Tamayo tiene que convivir con la arrogancia y la banalidad curatorial, quién o cómo decidieron entregar este museo, uno más, a este tipo de exposiciones sin sustento intelectual ni estético. Estamos saturados de estas exposiciones, los museos de la UNAM y la gran mayoría del INBA, están dedicados a validar a los curadores como autoridades del arte. Lo que demuestra la catadura de quienes manejan y exponen en este museo es la pasividad ante el nombre de Hank Rhon en una de las salas. Todas las exposiciones son de pseudo protesta, panfletarias, cargadas de contenido de aspiración filosófica, y ante tremendo nombre en la entrada, sus grandilocuentes denuncias guardan silencio. ¡Bravo! Así se hace. El dinero no tiene ética. Les pido que cada vez que pongan sus exposiciones con intenciones políticas, sociales y morales, recuerden en dónde están y quién los patrocina. 
Ryan Gander 
Rufino Tamayo, Hombre Atacado por un Pájaro,  1980. 
Publicado en el Suplemento Cultural Laberinto, el sábado 10 de noviembre del 2012.