Los éxitos de música pop se miden por las semanas que
sobreviven en las listas de popularidad tipo Billboard. Algunos duran una
semana y los considerados auténticos hits se prolongan apenas unos meses. La
música pop es un objeto de consumo desechable que una vez agotada su novedad se
desvanece y queda, muchas veces, como un testimonio del mal gusto de una época.
Escuchar un éxito de hace una década o mirar ropa pasada de moda deja un aire
de arrepentimiento. El objeto de consumo nunca sobrevive a su momento, no
conoce la trascendencia. El arte es transhistórico en sus formas y en su
significado, sobrevive a su contexto histórico. Las obras que justifican su
presencia por el momento en que fueron realizadas se convierten, como la música
pop, en un producto incapaz de sobrevivir a su tiempo y que tiene su razón de
ser en un gusto pasajero. Al margen de que una obra se haya comisionado para dar
forma a mitos monoteístas - como son las obras con temas religiosos- podemos
apreciarlas fuera de ese contexto, la experiencia estética es autónoma de ese significado
y de las necesidades espirituales o políticas que satisfacían en esa época.
El arte contemporáneo insiste en que sus obras sean
apreciadas desde un contexto histórico que fácilmente se desvanece, aun con las
obras expuestas dentro de la sala, esto las limita al grado de no tener más
sentido o valor que la música pop. Si estamos obligados a apreciar una obra
únicamente desde una visión sujeta al momento de su creación eso también nos
imposibilitaría para escuchar música, porque hoy las obras de Bach o de Mozart
son completamente vigentes y se perciben tan actuales como las de Gyorgy
Ligeti. Decir que el artista debe crear con los elementos de su tiempo y que
este tiempo está sometido a las formas y hechos más inmediatos y accesibles al
espectador fijan una fecha de caducidad en cada obra, la convierte en
endogámica y reduce al máximo la construcción de significado. El arte deja de ser
universal para ser localista; ya no es transhistórico, se etiqueta y
forzosamente se ideologiza. El término contemporáneo, que es una imposición
temporal del hoy, del ahora, niega la experiencia, el conocimiento y la
memoria, y sin embargo no sobrevive al futuro. Esta modernidad es una burbuja
que estalla constantemente y desaparece. Las retrospectivas de obras neoconceptuales
realizadas en los años setentas o noventas se ven desfasadas, abandonadas en el
tiempo. Son obras que tasan su valor en un significado o concepto que depende
de un contexto histórico, cultural, mercantil, político o social. Si ese
significado caduca la presencia o la razón de ser de la obra pierde su sentido.
El arte debería superar los significados momentáneos para despertar significados
trascendentales. Las obras del Caravaggio dejaron atrás sus elementales
significados religiosos, y existen en una autonomía estética y filosófica que
no necesita de una explicación actualizada, son intemporales, transhistóricas.
Apreciar una obra únicamente por su significado la ideologiza
porque esto supone que si no compartimos las ideas que muestra o que pretende
encarnar entonces la apreciación estética no existe. La apreciación estética no
es la afiliación a un partido o un bautismo religioso, no se puede pedir al
espectador que comulgue con una idea para apreciar una obra. La contemplación
es un acercamiento personal con la obra y con la creación misma, esto nos
aportará ideas, pero estas no están limitadas ni al tiempo ni a una forma de
pensamiento. Que el arte esté constreñido a convencionalismos de forma y de
ideas para ser apreciado es una contradicción y es un atentado contra la
libertad. La música pop es generacional,
en muchos casos regionalista y guarda significado sólo para un colectivo. Pero es
algo más, es la representación del más fuerte, se impone lo que tiene más
medios, más marketing, y esto no es sinónimo de calidad, hemos conocido miles
de ejemplos de mediocridades famosas. Así se siembra el mito de los artistas
que son temporales, sin obra y que se imponen como la cultura dominante. Esto
no los libra de la intrascendencia, al contrario, están condenados, como la
música pop, a los caprichos del mercado.
Publicado en el Suplemento Cultural Laberinto el sábado 15
de septiembre del 2012.