Nancy Spero, Sheela Na Gig at Home, 1996. |
En la revista LetrasLibres del mes de julio, “tres jóvenes intelectuales” hacen un análisis
sobre el libro de Mario Vargas Llosa La
civilización de Espectáculo, entre ellos “una especialista en arte contemporáneo”.
Se me cita en el artículo varias veces y mal, como es costumbre en esa revista.
Los escasos argumentos de la “especialista” se centran en los lugares comunes
de la defensa que hacen del arte contemporáneo o VIP (video, instalación,
performance). Si no existe novedad en las obras mucho menos en sus argumentos: que
esto ya sucedió en el pasado con los Impresionistas y la Academia. Que se les
acusa de organizar un complot para sacar al verdadero arte de los museos. Que
estas obras son más difíciles que el arte que sí se reconoce como tal. Analicemos.
El arte contemporáneo es la Academia. La rebeldía está en
decir lo que es evidente a la vista, negar que eso sea arte ocurre desde la
marginalidad. Las instituciones, los museos, las escuelas de arte, la crítica, todo
está dirigido a oficializar, legitimar y divulgar esas formas sin inteligencia
como arte. Hoy no hay discusión, la Academia aplaude furiosamente a estas
obras, las respalda con retórica, las colma de referencias filosóficas y,
además, hace de todas sus limitaciones ejemplos a seguir, cada torpeza
intelectual es un canon, cada ocurrencia una ley. Lo más aceptado, alineado y
mediatizado, el nuevo arte de las clases dominantes y sus instituciones es el
arte VIP. Por eso es incomprensible el estado de pánico en el que caen cuando
son cuestionados. Los que están fuera de la Academia son los pintores,
escultores y grabadores, ellos están excluidos de los “salones”. La misma
pintura que exiliaron hace cien años de los salones sigue hoy exiliada. Entonces
fue por diferencias estéticas y hoy es por una imposición ideológica. Están
fuera de la Academia las formas artísticas que son de evidente inteligencia y
talento. La Academia no trabaja siguiendo un complot, no lo necesita, no existe
un sólo obstáculo, una sola voluntad qué cambiar o violentar para imponer sus
objetos infra inteligentes en los museos: lo tiene todo a su favor. Esta
situación no se gesta de espaldas al público, se hace de frente, con gran
despliegue de medios. Los planes escolares, las convocatorias de apoyos, el cambio
en los objetivos de los museos, están abocados a no permitir que se exponga lo
que no se someta a su manipulación.
Este arte no es inaccesible, ni difícil, al contrario, es de
una simpleza apabullante. Es una repetición sistemática y obsesiva de la
realidad, falto de invención, interpretación y visión crítica. Desde la
publicidad, los objetos cotidianos hasta excrementos, todo lo que esté al
alcance de la mano se coloca en el pedestal del museo. Es la cosa más elemental
de ver y de crear. Carece de cualquier tipo de riesgo, fácil de reconocer en la
sala porque se protege con una infraestructura poderosísima, que parte de la
curaduría hasta la construcción retórica. Si eso fuera poco en un siglo de
creación han reciclado descaradamente las mismas ideas y los artistas alcanzan
la fama con la replicación de una sola obra. Y para que no quede duda las
instituciones trabajan sin descanso en la “formación de públicos”. El
proselitismo ideológico de este “arte libre” es una obsesión académica e institucional.
Hay la obligación de ver eso como arte, no ofrece disyuntiva alguna.
Este es el arte de las contradicciones: cuestiona al mundo
pero no le gusta ser cuestionado; motiva el diálogo pero únicamente con los que
le ofrecen halagos; enaltece la zafiedad y la vulgaridad, pero quiere que le
hablen con delicadeza; explota las formas más digeridas y prefabricadas pero se
promociona como innovador; se jacta de
ser crítico pero rechaza que lo vean críticamente; exige la reflexión del
espectador, pero si este duda de la obra lo acusan de ignorante; se hace llamar
libre y depende de un curador, de un museo y de una estructura burocrática para
existir como arte. Tal vez si nuestra sociedad se barbariza aun más, si la
inteligencia sigue en franco desprestigio y si la facilidad y la mediocridad continúan
dirigiendo el lenguaje artístico, entonces en eso sí tendría razón la
“especialista”: este es el mejor arte posible.
Publicado en el Suplemento Cultural Laberinto, del sábado 21 de julio del 2012.