lunes, 23 de abril de 2012

ACUSACIONES QUE ENALTECEN.

Egon Schiele, dibujo.
Hay acusaciones que enaltecen. Los juicios en 1857 contra Baudelaire y Flaubert, por la “inmoralidad” de sus obras, demostraron que los temas del arte habían cambiado y que la naturaleza humana era capaz, en todas sus manifestaciones, de inspirar obras que nos enfrentaran con nuestra propia condición. Esa persecución se centró en dos aspectos fundamentales: negar la libertad de un artista para crear lo que él desea, haciendo bajo sus propias reglas y el esfuerzo de una moral puritana para funcionar como vigilante de estilos y corrientes. Las obras de estos poetas tienen búsquedas estéticas, no morales, y con sus audacias empujan a que la sociedad misma cambie. Flaubert fue absuelto porque su abogado argumentó que escribía bien y el juez no encontró suficientes pasajes inmorales en Madame Bovary. Baudelaire si fue condenado por “ofensivo contra el pudor”.
Develar lo evidente en una obra, hizo que el arte su convirtiera en algo humano, emocional y filosófico. Las artes plásticas se volcaron en imágenes que estaban negadas para la luz pública: vicios, decrepitud, enfermedad, demencia, orgias, suicidios, restos humanos. La galería del horror se prenda de su propia belleza. La presencia perturbadora es parte de una estética que busca en la naturaleza humana, la cuestiona y la desenmascara. El abogado de Baudelaire leyó en voz alta parte de los versos y la acusación de centró en las líneas del poema Lesbos de las Flores del Mal que hablan de los besos frescos como sandias, del placer infecundo, de la viril Safo y las vírgenes que se enamoran de su propio cuerpo. La moral no ve la obra de arte, ve sus prejuicios ante cualquier manifestación contraria a sus limitadísimos parámetros de existencia y convivencia. Egon Schiele fue encarcelado por dibujar adolescentes desnudas que posaron para él voluntariamente. Ese confinamiento en la cárcel y la destrucción de sus dibujos le infligió un sufrimiento excesivo, acusado por la sociedad austriaca de principios del siglo XX, profundamente machista y retrograda, que no pesaban dos veces en abusar de esas niñas casándolas con adultos mucho mayores que ellas. Pero dibujarlas desnudas si era un delito.
Balthus, Lección de guitarra.

Balthus -que creó un lenguaje erótico que marcó un canon estético elegante y cruel- cuando exhibió en 1934 la Lección de Guitarra causó admiración y rechazo. Los amigos de Balthus, como Artaud, no acertaban a decir algo sobre la pintura y se le acusó de ser demasiado explicito, de retomar la composición de la Piedad de Miguel Ángel para una escena sádica y sexual. La Galería Pierre la colocó en una habitación aparte y la podían ver sólo algunos visitantes. Con su obsesión por las jovencitas pre púberes su obra se relacionaba con perversiones que estaban más en el espectador que en el artista. Lo que la sociedad puritana no sabe es que la invención está a gran distancia de la realidad, la creación no es la acción. Encarcelaron a Sade por sus obras y vivió más tiempo preso que en libertad. Al final su propia vida sexual no alcanzó ni una mínima parte de los que sus libros describen. La imaginación de Sade fue su único delito. Balthus, Egon Schiele, Baudelaire, sus obras trascienden porque el tema está abordado con una maestría que les permite investigar en la esencia del deseo y la sexualidad. Lo que es sintomático es que la sociedad que se encarga de ser vigilante puritano de lo que juzga como atentado a sus prejuicios, es la misma que tolera y justifica la violencia. Cuando Balthus exhibió la Lección de Guitarra la Primera Guerra Mundial aun dejaba sus secuelas en Europa y el nazismo iniciaba su maquina ideológica y asesina. Había decenas de miles de mutilados y mujeres en las calles prostituyéndose. Las enfermedades venéreas crecieron exponencialmente. Esto no lo vieron los vigilantes de la moral, ellos se lanzaron contra una pintura.

Eko, Edgar Allan Poe, grabado, aguatinta.

Actualmente vivimos la violencia más brutal de la que tengamos memoria, el narcotráfico arroja cadáveres y cuelga personas de los puentes, vemos fosas comunes rebosantes de muertos que fueron torturados. El arte contemporáneo hace apología de estos crimines. Y los vigilantes saltan cuando Eko hace grabados con escenas sin genitales, sin coito, que son fantasías, imágenes que no existen y no pueden existir en la realidad. Eko inventa una sexualidad que es literaria, que se atreve a crear porque domina el dibujo y el grabado en cobre y porque se arriesga a plasmar lo que sus pesadillas le dictan. Su universo existe en un terreno que nunca pisan los puritanos, en la imaginación, en el arte. Son escenas que vienen de las orgías del Satiricón de Petronio, de las mutaciones y la zoofilia de las Metamorfosis de Ovidio, son eternas. Eko “es ofensivo contra el pudor” y su obra es peligrosa, es para quienes se adentran en la experiencia de mirar. Para el resto ahí está la violencia inhumana del narco, seguramente eso si deleita a sus buenas conciencias.

Publicado en la Revista Antídoto.