
David Hockney llamo “insultante” el uso de asistentes de Damien Hirst para realizar sus obras. Esto en relación a la muestra de cientos de pinturas de puntos de colores sobre fondo blanco -Dots- de Hirst que se exhiben en las 11 galerías Gagosian alrededor del mundo. Hirst comentó que cuando vendió la primera de estas pinturas con el dinero contrató asistentes para que las hicieran “más rápido y mejor que yo”; además él es muy impaciente como para ocuparse de estas cosas. Entiendo que se aburra. Las pinturas son monótonas y no implican ningún tipo de decisión creativa. Podrían ser sábanas o cortinas de baño, eso cansa a cualquiera



El artista multimedia Michael Petry, autor del libro The Art of Not Making, salió en la defensa de Hirst y dijo que obligar al artista a realizar él mismo sus obras es borrar de un plumazo un siglo de Historia del Arte. En su libro da una lista confusa y amañada de 115 artistas que no hacen sus obras, poniendo en el mismo plano las esculturas en bronce de Anthony Gormley y las telas sucias de Karla Black o las cajas encimadas de Klara Liden.

Mguel Angel, Capilla Sixtina, Detalle.
Argumenta tramposamente, que Miguel Ángel, Rubens o Sir Joshua Reynolds trabajaban con asistentes en sus talleres sin detenerse en que es incuestionable que estos artistas tenían las aptitudes intelectuales y manuales para hacer su obra y que requerían asistentes por las dimensiones sobre humanas del trabajo. Es distinto tener asistentes que apoyan una producción de grandes proporciones a poner a otros a hacer lo que no sabes y no tienes el talento para hacer. Las pinturas de Hirst de puntos están muy lejos de la complejidad de las enormes pinturas de batallas de Rubens o de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, son obras elementales y simples y es insultante que ponga a otros a que las hagan. Petry confunde colaborar con delegar. Obviamente una escultura en bronce se realiza en un taller. El artista hace el modelo original y una infraestructura apoya en la realización. Otra es comportarse como un decorador y delegar la obra y el proceso completo en manos de otros. Jeff Koons manda hacer sus obras y afirma que contrata a los mejores porque él no tiene el talento ni el interés en hacerlo. Petry dice que él como artista se involucra intelectualmente con la obra y que los artesanos son los que deben hacerla. El punto es, que si alguien no es capaz de hacer la obra y llevarla a término, entonces no es artista.

Sir Joshua Reynolds.
Los artistas después de que de que rechazaron una formación rigurosa necesitan de la ayuda de verdaderos artistas (o sea personas con aptitudes, talento y formación disciplinada) para hacer sus obras. El mercado del arte está regresando a una demanda por obras terminadas con calidad, obras que exigen para su realización personas preparadas con altos estándares. Al citar en los créditos obras de él mismo y de otros artistas, Petry señala solamente: “realizado por artesanos calificados”. Por un lado tales artistas desprecian la factura porque no pueden hacerla y por otro pagan para que les hagan el trabajo.

Karla Black, Forget.
Aquí se da un fenómeno que no existe en otros ámbitos del arte, para estos artistas que no hacen, él que hace es artesano -no artista- y dependen de ese artesano al que minimizan para llevar a cabo piezas que por su magnitud y complejidad están fuera de su alcance. Entonces tendrían que dar crédito a los artistas que les hicieron las obras. En la ópera, desde el director de orquesta, el de escena, los cantantes, cada uno de los músicos tienen un crédito y el nivel de artistas, no se dice que sólo el compositor sea artista y que los demás son artesanos. En la literatura es un trabajo alimenticio ser escritor fantasma de libros que firman personajes como políticos y actores, pero el libro no es considerado una obra seria ni el autor que lo firma es tratado como escritor. Se asume que el libro es un producto de ocasión. ¿Por qué entonces en las artes visuales si se considera arte este sistema de producción? Porque insisten en romper el vínculo entre pensar y hacer para desprestigiar el trabajo, que es uno de los filtros más importantes del arte. Afirma Petry que el mito del “hacedor” es parte del mito del genio y que hay que destruirlo. Esa es la clave: disminuir a la inteligencia humana para que todo pueda valer como arte.
Publicado en el Suplemento Cultural Laberinto de Milenio Diario,