martes, 21 de febrero de 2012

EL SECRETO DE LA FAMA.

En su ensayo El Secreto de la Fama, Gabriel Zaid hace un análisis crítico de este fenómeno en la literatura. Con su libertad e independencia de pensamiento desnuda lo que es una costumbre: está bien visto y es propiciado para lograr la consagración, que por sus dudosos parámetros, no conlleva ningún honor. Relacionaré el estudio de Zaid con el arte contemporáneo, en el que la búsqueda no es estética, es de rating; el hemiciclo de la posteridad es el favoritismo estatal y la portada de revista.

Zaid habla de las citas como validación del texto. Entre más citas incorpore en un escrito el autor adquiere más peso y prestigio. Es un recurso utilizado en la mayoría de los textos curatoriales y de catálogos, en los que sin capacidad para crear pensamiento original, el “experto” se ampara en ideas y teorías preconcebidas para justificar un performance o una sala vacía. La carencia de ideas propias depreda las de otros como sustento único de su postura. Por eso los curadores y artistas repiten sistemáticamente las mismas ideas de los mismos escritores, sin novedades desde la década de los años 20’s. Zaid recuerda a Seneca (Cartas a Lucilio 33), que responde a un discípulo que le pide citas de filósofos: “No te hacen falta. Ya es hora de que tú mismo digas cosas memorables” y descuartiza el abuso de las citas, que va del plagio de autores a la comodidad “de no pensar por sí mismo, observar, hacer experimentos, medir”. Aspecto de mucha utilidad en este arte sin ideas que así explotan programas de la televisión y toman las obras de otros con la coartada de la apropiación y la reinterpretación cuando es robo impune.

Otro aspecto que aborda es el autor valuado por el número de veces que es citado en otros textos. Los artistas también comparten esta obsesión, ahora que son mediáticos la cita se traduce en la presencia en la red. Por ejemplo, Hirst tiene 10 millones 700 mil resultados, Jeff Koons se desploma, 2 millones 300 mil, y Marina Abramovic 1 millón 200 mil. Con su natural claridad, Zaid nos habla del extremo de comprar una mención, encabezar una lista, aparecer de coautores “derramando sus gracias corporales o sociales”. Es la costosa labor de relaciones públicas de Hirst, Koons o Abramovic para conseguir esas menciones en internet y lo que los artistas oficiales han tenido que hacer para que el Estado invierta en encumbrar su evidente mediocridad.

En el capitulo “Los Mencionables” habla de la conveniencia de nombrar a determinadas personas en un texto y da instrucciones que van desde no incluir a los “enemigos de quienes deben dar el visto bueno del texto”, y los que sí deben estar como “los dioses de la especialidad”, los que autorizaron el proyecto, autores de obligada referencia, críticos, amigos, editores. Esto se aplica para los catálogos y los textos curatoriales y es el know how para montar una exposición porque exponer es ser mencionado y no exponer es no existir. El curador oficial elige a los artistas que promueven sus amigos galeristas o que pertenezcan a colecciones privadas. Por eso exponen en paquete los mismos artistas con los mismos curadores. Incluir a alguien en una colectiva es un intercambio de favores y, como dice Zaid, “el cálculo es muy simple, es el beneficio del que menciona” y “la regla de oro es: si me citas te cito”, es decir, te impongo en la Bienal para que me lleves de curador a otra exposición, si hoy me das la beca yo te la doy mañana.

Fabricar una imagen fuera de la realidad del personaje, que lo mitifique, es otro de los aspectos de la fama. Este proceso de distorsión, es revelador de lo que la obra de arte es como producto. Zaid cita a Chesterton “Cuando los cortesanos alababan al rey, le atribuían cosas totalmente improbables”. Las características que un curador otorga a la obra, sus virtudes ontológicas, el argumento de por qué eso es arte, es la creación de una imagen falsa sobre un objeto concreto que contradice su realidad, que no se puede probar como cierto. En esa ficción se sostiene una oligarquía que además se hace llamar artística. Zaid tiene valor de decir porque tiene los argumentos y la claridad de pensamiento. Las coincidencias no existen, son consecuencias; la corrupción es contagiosa.

El Secreto de la Fama, por Gabriel Zaid. Debolsillo, 2010.

Publicado en En Suplemento Cultural Laberinto, de Milenio Diario, el sábado 18 de febrero del 2011.

sábado, 11 de febrero de 2012

LAS LEYES NO SABEN DE ARTE.

Todas las imágenes son fotografías de Patrick Cariou alteradas por Richard Prince.

El culebrón de la demanda que el fotógrafo Patrick Cariou puso en contra del artista de la apropiación Richard Prince aun continua. Ahora en el Tribunal de Apelaciones. Mister Prince, que ya perdió la demanda, no quiere pagar y no quiere perder. Sus abogados tratan de presionar a los jueces con los siguientes argumentos:

A) Que los jueces no saben de arte y que tomar la obra de otro es un uso común desde hace décadas.

B) Que están afectando a la creatividad de miles de artistas.

C) Que esto es censura.

D) La era internet pone al acceso de millones de personas material de todo tipo para ser usado.

E) Dañan a un negocio de millones de dólares. Recordemos que cada obra que Prince hizo adueñándose de las fotografías de Cariou se vendió en 2 millones y medio de dólares.

Analicemos los argumentos de los abogados de Prince.

A) En las leyes se estipula el derecho de autor, entonces si saben de arte y de trabajo autoral.

B) La creatividad del artista no está en cuestión. Si Prince o quien sea, quiere adulterar y deformar fotografías que lo haga a partir de sus propias obras. Ninguna ley prohíbe a un artista, que una vez terminado un trabajo, lo altere, mutile o destruya. Prohíbe que se tomen los trabajos de otros con estos fines. Esto es clarísimo en la literatura o en la música. Tomar una novela, cambiarle el título y adueñársela es un delito.

C) No es censura. La ley no pone a discusión los temas de los artistas, está considerando el uso de la obra de otro.

D) El tema Internet. Lo que está en la red, a pesar de su accesibilidad, tiene dueños intelectuales y materiales y la prueba es el cierre de sitios como Megaupload que vendía y regalaba películas, música y juegos a sus usuarios. Si Megaupload es un delito, es también un delito lo que hace Prince, porque la mecánica es exactamente la misma: tomar la obra de otro y venderla como si fuera suya.

E) Último argumento: que se afecta a un negocio millonario. Volvemos a Megaupload, ese sí era un negocio millonario y lo cerraron, a pesar de que ofrecía un servicio que ninguno de los proveedores originales es capaz de dar y llenaba un vacío en el mercado.

Casualmente los demandantes son artistas que si hacen su obra y los que se sienten agredidos y perseguidos son personas, como Prince o Jeff Koons, que no son capaces de hacer y crear obras originales. El talento se defiende de la mediocridad y del abuso y los ofendidos son los ladrones. Si en esta apelación dejan libre a Prince, que Mister Dotcom, el cerebro de Megaupload, argumente que su portal era una obra de arte y que sus contenidos dialogaban entre sí creando una obra global de intercambio y venta, que constituía un performance interactivo entre él como creador y los usuarios como espectadores.

Para los abogados de Prince lo jueces y las leyes no saben de arte, el derecho de autor es algo obsoleto en esta era de internet. Ese mismo argumento se puede aplicar a los sitios de descargas y verán como no hay forma de detener a Mister Dotcom. Si los derechos de autor se aplican para la industria de la música, el cine y el vestido ¿por qué no se aplican para el arte? ¿De qué privilegios gozan los artistas para atropellar los derechos de autor?
Las leyes saben de derechos de autor y aun más, saben de derechos humanos. Del derecho que tiene un artista para salvaguardar su obra y que sea respetada.

Publicado en el Semanario Sin Limites.

domingo, 5 de febrero de 2012

DICKENS Y DORÉ.

Abandonados de Joaquín Pallarés.

La crueldad hacia los niños tiene varias ventajas para sus ejecutores: es fácil someter a un ser vulnerable, es cómico burlarse de la inocencia y además es redituable económicamente. La literatura lo ha abordado con visiones encontradas, desde esa novela abyecta que es el Periquillo Sarniento, picaresca que justifica golpear a un niño para desatar la carcajada del lector y sirve como labor de proselitismo para concientizar del miedo al Otro, hasta Charles Dickens. En sus historias, Dickens analiza la miserable conducta humana y los niveles de bajeza que puede alcanzar el placer de abusar de un ser indefenso. En un tono de melodrama e ironía aguda que engancha al lector. En la pintura el desamparo de los niños fue un tema y una fuente de ingresos, así como a Oliver Twist lo vendieron sus benefactores como aprendiz, las familias vendían a sus hijos para que trabajaran en los talleres de los artistas. Si tenían talento eran afortunados, si carecían de él estaban en el camino de conocer la realidad. Tal vez por eso, siglos después, Dickens hace que Oliver crezca rápido, se sobreponga a sus verdugos cotidianos y sea más listo que ellos. Es un pillo, un sobreviviente rebelde.

Se rompió el cántaro, de Francisco de Goya.

El Caravaggio, que exhibió su amor por la infancia masculina y a través de sus jóvenes modelos le daba el poder de la revancha, por ejemplo, en su David venciendo a Goliat: la cabeza del pintor está en el piso, mientras un preadolescente, un paria emancipado, posa su rodilla sobre el tirano vencido. Luca Giordano pinta niños descalzos peleando en la calle. En el tenebroso grabado de Goya, Se quebró el cántaro, una mujer castiga ferozmente a un niño. Los Abandonados de Joaquín Pallarés son dos niños que, ante un portal, desfallecen de hambre, desarrapados, enfermos; la niña mira con estupor a su pequeño hermano que no abre los ojos. En Oliver Twist, los adultos le repiten una y otra vez que es un huérfano sin nombre y que no merece ser amado. Son retratos que desmantelan el mito de la Edad de Oro. Las novelas de Dickens no contaron con ilustradores a la altura de este dolor. Historias por entregas, que por lo general ilustraban los grabadores de turno en el periódico. Pareciera que los editores, ante la terrible narración, dirigían un contra peso con las ilustraciones que ridiculizaban los hechos.

Gustave Doré, London: a pilgrimage.

En esa época, el único artista grabador que llevó el espíritu de protesta y denuncia de Dickens fue Gustave Doré y lo hizo con la obra London: a pilgrimage escrita por Blanchard Jerrold. Este libro ilustrado con 180 grabados tenía la intención de ser una guía de turistas, un libro de viajes, y con la inspección que hizo Doré por los bajos fondos de Londres contraponiéndolos a los lujos de la nobleza y la burguesía, el resultado fue la indignada denuncia de la situación de extrema pobreza e injusticia en la que agonizaban la gran mayoría.
Gustave Doré, London: a pilgrimage.

La descripción melodramática que hace Dickens de los niños que morían de hambre, vestidos con andrajos, trabajando en fabricas, minas, limpiando chimeneas, padeciendo el éxito de la Revolución Industrial, está en las imágenes de Doré con pequeños que son fantasmas de rostro renegrido, desfigurado por la inanición y el rictus de quien respira con los pulmones deshechos. Doré, como Dickens, se sumerge en la avaricia moral de las instituciones religiosas y la caridad, en el trabajo esclavo, en la podredumbre de las enfermedades incurables, en la sífilis como única herencia y hace grabados oscuros. La Inglaterra victoriana es un fracaso social, la vileza es la constante puritana.
Gustave Doré, London: a pilgrimage.

Los maestros y sacerdotes azotan las nalgas de sus alumnos para luego ellos mismos hacerse azotar por las prostitutas, que a su vez paren hijos que abandonan en los escalones de las iglesias y puentes. Un fabuloso círculo vicioso. Doré fue acusado de “inventar, no de copiar lo que veía”. Los libros de Dickens desataron protestas en contra de las atrocidades de las instituciones y la industria. El espejo social que hicieron Dickens y Doré está vigente ante la revolución neoconservadora que nos avasalla. Con el fin del Estado de bienestar, la voracidad financiera y la complicidad de los gobiernos, su obra es un trágico aviso de nuestro futuro inmediato.

Publicado en el Suplemento Cultural Laberinto de Milenio diario, el sábado 4 de febrero 2012.