
En su ensayo El Secreto de la Fama, Gabriel Zaid hace un análisis crítico de este fenómeno en la literatura. Con su libertad e independencia de pensamiento desnuda lo que es una costumbre: está bien visto y es propiciado para lograr la consagración, que por sus dudosos parámetros, no conlleva ningún honor. Relacionaré el estudio de Zaid con el arte contemporáneo, en el que la búsqueda no es estética, es de rating; el hemiciclo de la posteridad es el favoritismo estatal y la portada de revista.
Zaid habla de las citas como validación del texto. Entre más citas incorpore en un escrito el autor adquiere más peso y prestigio. Es un recurso utilizado en la mayoría de los textos curatoriales y de catálogos, en los que sin capacidad para crear pensamiento original, el “experto” se ampara en ideas y teorías preconcebidas para justificar un performance o una sala vacía. La carencia de ideas propias depreda las de otros como sustento único de su postura. Por eso los curadores y artistas repiten sistemáticamente las mismas ideas de los mismos escritores, sin novedades desde la década de los años 20’s. Zaid recuerda a Seneca (Cartas a Lucilio 33), que responde a un discípulo que le pide citas de filósofos: “No te hacen falta. Ya es hora de que tú mismo digas cosas memorables” y descuartiza el abuso de las citas, que va del plagio de autores a la comodidad “de no pensar por sí mismo, observar, hacer experimentos, medir”. Aspecto de mucha utilidad en este arte sin ideas que así explotan programas de la televisión y toman las obras de otros con la coartada de la apropiación y la reinterpretación cuando es robo impune.

Otro aspecto que aborda es el autor valuado por el número de veces que es citado en otros textos. Los artistas también comparten esta obsesión, ahora que son mediáticos la cita se traduce en la presencia en la red. Por ejemplo, Hirst tiene 10 millones 700 mil resultados, Jeff Koons se desploma, 2 millones 300 mil, y Marina Abramovic 1 millón 200 mil. Con su natural claridad, Zaid nos habla del extremo de comprar una mención, encabezar una lista, aparecer de coautores “derramando sus gracias corporales o sociales”. Es la costosa labor de relaciones públicas de Hirst, Koons o Abramovic para conseguir esas menciones en internet y lo que los artistas oficiales han tenido que hacer para que el Estado invierta en encumbrar su evidente mediocridad.
En el capitulo “Los Mencionables” habla de la conveniencia de nombrar a determinadas personas en un texto y da instrucciones que van desde no incluir a los “enemigos de quienes deben dar el visto bueno del texto”, y los que sí deben estar como “los dioses de la especialidad”, los que autorizaron el proyecto, autores de obligada referencia, críticos, amigos, editores. Esto se aplica para los catálogos y los textos curatoriales y es el know how para montar una exposición porque exponer es ser mencionado y no exponer es no existir. El curador oficial elige a los artistas que promueven sus amigos galeristas o que pertenezcan a colecciones privadas. Por eso exponen en paquete los mismos artistas con los mismos curadores. Incluir a alguien en una colectiva es un intercambio de favores y, como dice Zaid, “el cálculo es muy simple, es el beneficio del que menciona” y “la regla de oro es: si me citas te cito”, es decir, te impongo en la Bienal para que me lleves de curador a otra exposición, si hoy me das la beca yo te la doy mañana.
Fabricar una imagen fuera de la realidad del personaje, que lo mitifique, es otro de los aspectos de la fama. Este proceso de distorsión, es revelador de lo que la obra de arte es como producto. Zaid cita a Chesterton “Cuando los cortesanos alababan al rey, le atribuían cosas totalmente improbables”. Las características que un curador otorga a la obra, sus virtudes ontológicas, el argumento de por qué eso es arte, es la creación de una imagen falsa sobre un objeto concreto que contradice su realidad, que no se puede probar como cierto. En esa ficción se sostiene una oligarquía que además se hace llamar artística. Zaid tiene valor de decir porque tiene los argumentos y la claridad de pensamiento. Las coincidencias no existen, son consecuencias; la corrupción es contagiosa.
El Secreto de la Fama, por Gabriel Zaid. Debolsillo, 2010.