domingo, 25 de septiembre de 2011

¡ARCHÍVALO!

Mel Bochner y sus carpetas con “cosas visibles”, 1969.

“Ni la pintura ni la escultura son arte porque tienen una función estética y el arte es esencialmente una idea” escribió en 1969 Joseph Kosuth en su texto “El arte después de la Filosofía”, en él plasma gran parte de la ideología que rige al politburó del arte actual. Como dice Duchamp, “si los pensadores y los filósofos son los inteligentes mis obras serán únicamente ideas”. Estas ideas no tienen por qué realizarse en objetos, y Kosuth en su tratado para destruir al arte pone de ejemplo a Lawrence Weiner que dejó de pintar porque cambió su noción de “lugar” y decidió que sus obras no tenían que ver con la apariencia que otorgan los materiales y la factura; su obra era una proposición y se podía quedar en su cuaderno de notas. Estos cuadernos se hacían públicos con palabras inconexas, algunas frases, sin obra que comprobara si esas proposiciones y reflexiones fueron acertadas o por lo menos inteligentes. Tal vez influyó que Lawrence no fue buen pintor y que su obra son letreros en la pared con frases tipo “Above the Horizon”; así de brillante. Este camino ha sido tierra fértil para miles de artistas. También en 1969 Mel Bochner puso en cuatro pedestales carpetas con “cosas visibles”: copias Xerox de notas, recortes y lo que él llamaba dibujos, líneas encimadas o palabras rayoneadas.


Asomados al túnel del tiempo los museos y sus artistas denuncian desesperados que están sedientos de innovación y repiten la fórmula y las exposiciones son anaqueles que guardan un montón de carpetas, la diferencia es que las versiones actuales son directorios con cientos de nombres de artistas y se supone que es una experiencia estética asomarse en ellas. La vida del nuevo artista no se realiza en la obra, estas carpetas documentan que los artistas no tienen obra, en lugar de crear acumulan estancias en el extranjero, cursos, becas, describen sus ideas y trabajos en proceso, en eso mantienen la premisa de Lawrence, la obra es proposición, intención. Algunas incluyen elementos de la atmósfera en la que vive el artista en cuestión que se conservan porque “significan algo”: recibos de la tintorería, el boleto de avión con circulitos dibujados, fotos personales. Exponer estos directorios en un museo demuestra que el arte es una lista de nombres, y que estos nombres no tienen por qué estar avalados por sus obras; el artista que existe es el que está dentro de una carpeta. En estos listados están clasificando el who is who del arte. Las exposiciones recuerdan el archivo de la Stasi o la Gestapo y en los anaqueles están organizados como: artistas nacidos en 1985, artistas emergentes, video artistas, performanceros, colectivos de artistas.

Live Archive, New Museum, New York.

Estas colecciones de nombres no acercan al público con el artista, pero si describen la presión que deben sufrir los aspirantes a la posteridad para entrar en este salón de la fama, ya esa historia de “artista inclasificable” quedó enterrada, ahora la urgencia es estar clasificado, pertenecer a uno de esos archivos significa ser “alguien” en el arte. La cruel agonía de estar esclavizados a la novedad les cortó de tajo el conducto creativo, los performances, las instalaciones sonoras, los ready-made, todo se ahoga en la monotonía de la repetición, uniformados en su lenguaje y propósitos, pero estar en esos directorios con su ticket del cine, su factura del hotel rayada con sus reflexiones les abre el paso a un status diferente: los valida como artistas. No es una cuestión de mérito, aquí también existe un curador que decide quién puede entrar en un archivo y su criterio, como en la Stasi, es inescrutable e incuestionable. Ante la superpoblación de artistas, elegir debe ser una tarea difícil; cuál si todos son iguales y todos aspiran a lo mismo.

Estos listados sobrevivirán como testimonio del proceso funesto del dogma que ahora rige al arte. Si fue una aventura extraordinaria desentrañar los archivos de los países comunistas, una vez que el muro de hierro se derrumbó por la voluntad de la libertad, el politburó del arte actual nos está dejando una invaluable prueba de su corrupción, su ignorancia y su falta de talento. El gran archivo de la ignominia se está construyendo para preservar la memoria de la vergüenza.

Publicado en Laberinto de Milenio Diario, el sábado 17 de septiembre del 2011.