
El proyecto Akaso reúne bajo el mecenazgo de Sergio Autrey a 26 artistas a los que comisionó la realización de pinturas en formato monumental. Las buenas intenciones del proyecto no lo eximen de ser analizado en sus resultados.
Después de que la Generación de la Ruptura despotricara contra el muralismo, las escuelas limitaron la enseñanza de los principios básicos de este formato, en composición, manejo del espacio, narración del color y la forma. He ahí las consecuencias, de las 26 pinturas no más de 7 tienen formato monumental. No entiendo el criterio de Autrey o de quién lo haya asesorado para seleccionar a estos artistas, la mayoría nada tiene que hacer pintando un mural y varios no tienen razón de ser en la pintura misma. Las obras que no funcionan como murales tampoco lo harían como piezas de caballete, ahí están las formas repetitivas y agotadas de Turnbull. La necedad de Magali Lara de llamar pintura a esos caminitos que bautiza con diferentes nombres y siempre son lo mismo. El muro de Eloy Tarsicio, ni en tamaño postal podríamos digerir su mole visual, al ver su nula capacidad pictórica me explico por qué nuestra principal escuela de arte está en plena decadencia bajo su dirección.
Marginan a la pintura de los museos pero cuando surge una oportunidad como Akaso llevan a los pintores en paquete de beca-firmantes y encumbrados de generaciones pasadas, al margen de su mérito y calidad. Los Castro Leñero, con un mural bastaba para toda la familia. El grafiti gigante de Helio Montiel es un acto de vandalismo, sin composición, atiborrado de elementos para rellenar la ausencia de ideas. Manuel Marín y su Endimión, un conjunto de cuadritos que ni reunidos ni separados tienen el menor valor, es ignorancia y arrogancia llamar a eso arte. Se supone que les dieron libertad absoluta de creación, y la mayoría de las obras son políticamente correctas, aspirando a decorar un corporativo sin contradecir la “responsabilidad social” de la empresa. Desaprovecharon la oportunidad de crear imágenes contundentes y confunden la pintura con tapicería.
¿Quién le dijo a Sergio Autrey que esas personas pueden hacer murales? La ausencia de pintores que dominan el gran formato para meter a más de una docena de gente sin conocimiento de éste es inconcebible. ¿Dónde están Cauduro, Lezama, Roberto Cortázar o Arreola? Y qué hace ahí Tarsicio.
Con esta situación, los pintores de verdad resaltan con claro impacto: la obra de Macotela, con una consecuencia de movimiento, color y forma, se apodera del espacio y dimensiona el muro como soporte de la visión panorámica; la de Arturo Rivera, con su misteriosa composición evocadora de Velázquez, el triángulo de la joven menstruación-ropa-mesa, tal vez una de las imágenes más fuertes del muralismo mexicano. Las obras de Luciano Spano, Gradwohl, Luquin, Parodi, son piezas que saben desarrollar el gran formato, que habitan el muro. Monroy y Venegas hicieron menos de lo que en otras piezas han logrado.
Akaso es una gran idea, necesaria y urgente en este momento en que la pintura requiere de apoyo ante la moda de los museos y patronos por el anti arte, pero es una realidad que la pintura se quedó corta, que la gran mayoría de artistas no tomaron con la responsabilidad suficiente la comisión y otros no tenían la capacidad de llevarla a buen término. Si el influyentismo o el capricho mandan en decisiones tan serias como el mecenazgo tenemos serios problemas y lo podemos ver en un montón de piezas descomunalmente fallidas.
Publicado en el Semanario Sin Límites, el domingo 14 de agosto del 2011.
Akaso se presenta en el Museo Universitario del CHOPO.