
Rolando Sosa, Asceta.
Hablar hoy de “Nuevos Maestros” es una responsabilidad porque todos son maestros. Vemos en los espacios expositivos juguetes, detritus, papel arrugado y mojado, videos sin sentido, y la curaduría, museos y galerías los anuncian como gran aquí y ahora del arte. ¿Quiénes son los maestros “encontrando” objetos en un mercadillo o los que hacen su obra del robo o la apropiación? Hay cientos entre los que podríamos elegir. Demuestran su maestría, su obra es infalible, sin margen de error, válida y exitosa; tienen becas, museos, galerías, son tema de tesis doctorales y libros ilegibles y lo que es más asombroso, reciben premios. Maestros ready-made, de úsese y tírese. En una hambruna impuesta a la inteligencia, el arte está homogenizado, las obras, las exposiciones, el discurso, todo está en un rango de igualdad que lo ahoga en la monotonía. La pintura, el dibujo y la escultura son marginados de los espacios expositivos porque en ellos todo es condenable: que requieran del trabajo manual y del talento del artista, que exijan una constante evolución e investigación en ideas, técnicas y materiales, que se demuestren sin la necesidad de discursos o explicaciones.
En el Museo El Centenario en San Pedro Garza García, Monterrey, exponen una selección de pintores jóvenes y la llaman Los Nuevos Grandes Maestros. El curador Guillermo Sepúlveda hace una revisión del término “maestros” determinante para separar a los aficionados que se autodenominan artistas a priori de los verdaderos creadores. Son lienzos y dibujos en diferentes formatos, llenos de fuerza y que comprometen al espectador.
Mario Cinquemani con sus mujeres acostadas en la espera de la posesión, absortas, pensando no en el que está, sino en él que no olvidan.

Gonzalo García con un autorretrato que es una venganza caníbal, cuelga su cabeza y torso de los ganchos de una carnicería, con tonos azules, blancos y grises que resaltan la piel del inmolado, pálida, desangrada.
José María Martínez sacrifica al modelo, al objeto de su representación, mata un gallo, lo decapita y lo ata, tira de su lengua y de la cresta.
Dibujos en gran formato de Román Miranda se concentran en la pureza de la línea y la ilimitada posibilidad de la monocromía del grafito, Campo Santo, un hombre yace muerto sobre una camilla, su rostro sereno está coronado por una sábana blanca.
Los rostros que retrata Rafael Rodríguez se contraen de dolor, exudan su angustia, y nos preguntamos cómo se involucra con esas emociones y las lleva al lienzo.
Para Luis Sánchez el retrato es fisionomía y psicología, grafitos con acrílico y tinta, monocromáticos, esgrafiados con miles de líneas.
Los paisajes urbanos de David Meraz, pájaros perdidos, fauna urbana exaltada con colores llenos de vida, anaranjados y verdes intensos.
Los Ascetas de Rolando Sosa nos recuerdan esos primeros santos que antes de divinos, eran seres desquiciados, encerrados en la nueva verdad.
Rodrigo Cifuentes hace un análisis de la grotesca condición humana: el hambre infantil es el punto más doloroso de nuestra degradación social.
Ricardo Fernández Ortega, anatomista dramático, crea personajes de la presencia desnuda.
Alejandro Barrón venda los Ojos Castrados de una mujer que dos veces se niega a ver.
Los dibujos en grafito de Omar Fernández explotan naturalezas marinas de leyendas, sus formas eróticas se mueven con el ritmo del agua.
José Parra pinta arlequines y mujeres truncadas, renacentistas con lentes de aviador, la visión milenarista de Terry Guilliam y la estética preciosita del mito fantástico.
Estos pintores jóvenes en un acto de rebeldía decidieron pintar cuando la pintura es rechazada. Su presencia en esta exposición se resume a una sola cosa: la calidad de sus obras, no son un capricho retórico o una moda, han encontrado un lenguaje propio y trabajan en su perfeccionamiento, no pintan para agradar, lo hacen inmersos en sus propias visiones, dudas, pesadillas, apariciones. Estos jóvenes son algunos de los nuevos grandes maestros que tenemos, faltan muchos que trabajan al margen de las exposiciones y los museos. La muestra dimensiona que existe ahora pintura contemporánea que con su gran calidad se distancia de la incoherencia, arrogancia y mendacidad que llaman arte.
Los Nuevos Grandes Maestros.
Museo El Centenario, San Pedro Garza García, Nuevo León.
Hasta Agosto del 2011.
Publicado en el Suplemento Cultural Laberinto de Milenio Diario, el sábado 9 de julio del 2011