sábado, 19 de febrero de 2011

LA LUZ SE ENCUENTRA CON LA LUZ


En la película de Fellini el Satiricón, basada en la novela libertina de Petronio, los personajes Encolpio y Ascilito, quedan inmortalizados en un fresco, son jóvenes hermosos que han vivido de sus pasiones, que se han dejado llevar por sus apetitos y al final alcanzan la gloria al inmortalizar sus rostros en una obra de arte.
En el Museo Metropolitan de Nueva York recientemente terminaron de instalar y restaurar la Villa Publios Fannius Synister de Boscorale en Pompeya y de concluir el estudio de los muros que están pintados al fresco. También reúnen con realidad virtual los fragmentos de esta villa que están dispersos por otros museos del mundo.
Esta Villa fue devastada por la erupción de Vesubio en el año 79 de nuestra era, que dejó sepultada en ceniza una civilización. En el Satiricón, Petronio narra como Encolpio y Ascilito pelean por un niño al que comparten como amantes, en esta aventura entran a una villa donde un matrimonio acaba de suicidarse, él cortándose las venas y ella envenenándose, la villa es, en su descripción, como la que han reconstruido en las salas de MET.
Los muros de estas villas eran pintados al fresco por artistas traídos de diferentes lugares de Europa mediterránea y del norte de África. Los colores, la técnica y los temas tenían siempre un significado y una implicación social. En el Tratado de la Belleza de Plotonio se afirma que la belleza apela fundamentalmente a la vista, y después al resto de los sentidos, por eso las villas eran decoradas con pinturas en cada una de las habitaciones, las personas necesitaban convivir con algo bello que los arraigara a su existencia, que le diera sentido a su estancia efímera en esta realidad.
En la villa Synister en las paredes vemos los retratos de los dueños de la casa, hay guirnaldas de frutas, colores brillantes y personajes que cuidan y amparan el entorno. Estos son retratos de dioses llevan alas, y colocados a cada lado de una puerta, dan la bienvenida y despiden al visitante. Esto seres alados, que nada tienen que ver con la iconografía cristiana, son mensajeros que anticipan lo que está por venir. En otro muro, representando el amor por la ciencia y el conocimiento, está un estudioso, tal vez un filósofo, que sobre pergaminos escribe y razona, envuelto en su túnica, el fondo tiene color rojo que representa el poder adquisitivo de los dueños. Este color era de los pigmentos más costosos de obtener, de hecho los artistas no tenían acceso directo a los pigmentos, el responsable de la casa era el que los resguardaba y distribuía.
Los artistas que pintaban estas villas firmaban sus obras con algún símbolo que los identificara, mascarones o animales. Muchos de estos murales simulan arquitecturas dentro de la casa, columnas, ventanas con vistas a jardines, hasta espacios inexistentes o fabulosos. Entre los frescos del área este y oeste, en el cubículo de la recamara, tienen pinturas de ciudades, palacios con sus calles y jardines con fuentes. Esta prolongación del exterior al interior otorga a la casa una realidad virtual escénica, lo que hay afuera es parte de la memoria y es el arte el que hace extraordinario este presente cotidiano.

La recreación en los muros de la arquitectura, dioses, la naturaleza de los jardines y frutos que se enredan en guirlandas, es un ejercicio filosófico de análisis de la forma y su replanteamiento en el espacio. La valoración de qué es lo que debe entrar en un recinto privado y cómo debe poseer ese ambiente es sobre lo que trabajaban estos artistas. Los dioses y sus escenas son una declaración de principios estéticos y éticos. Si en un fresco recrean en colores dramáticos a Medea cuando está a punto de asesinar a sus hijos, enloquecida de amor, odio y celos, los muros de esa casa son las pasiones mismas de sus habitantes, las emociones a las que veneran porque les temen.
En los muros de una casa los símbolos están fuera de la concepción de adornar, no es una forma de llenar el espacio y de olvidarse de su presencia, dejando pasar el tiempo sin hacerse cargo de las imágenes que cubren los muros, los frescos son la búsqueda de armonizar la existencia con la cotidianeidad de la belleza, de relacionarse hasta en la más esencial intimidad con el arte y describir la naturaleza de los que habitan esa casa.
En uno de los muros está Venus resplandeciente surgiendo del mar, rodeada de un cielo azul y el agua casi verdosa, en el otro extremo Baco, el dios del placer, se inclina sobre una joven mientras en otro muro se tocan las Tres Gracias. Esta casa está habitada por belleza, placer y sensualidad, son los dioses guardianes de esos muros los que traerán a los habitantes el regalo de la luz que ilumina sus muros para atraer más luz.
Publicado en la Revista Antídoto