
Lo único que tenemos que hacer ante una utopía es huir de ella. La artista china Hung Liu creció en el régimen maoísta, una vez que terminó la escuela preparatoria fue enviada a los arrozales a trabajar durante 4 años. Estudió arte en Beijín y fue educada en el estricto método pictórico del realismo socialista que le exigía ser lo más fiel posible a la imagen para preservar la esencia social. Dio clases de dibujo y pintura en un programa de la televisión oficial.

La obra de Liu refleja ese sentimiento de admiración a la mítica revolucionaria y la nostalgia de la irrealizable posibilidad de una utopía social, Liu trata de preservar y destruir la imagen al mismo tiempo. La lleva a límites de belleza que golpean la mirada y la desangra con goteo de colores, el tema central está en el fondo, lo oculta detrás de pájaros, pétalos de flores, colores, circunferencias de las bases de sus botes de pintura y caligrafía que impone en las diferentes capas de pintura que logra con polímeros transparentes, creando la sensación de que los elementos flotan encima del cuadro, cubierto por telones transparentes contra fondos dorados, límpidos blancos o tejidos milenarios.

Para Liu ser una emigrada, no la hace víctima del sistema, ella misma se convierte en una narradora de historias que describen el trabajo heroico de una sociedad que contiene a millones de personas dentro de un pasado milenario y un futuro que aplastó sus expectativas y las transformó. Las imágenes de Liu son épicas: bailarinas que sostienen ametralladoras sobre sus zapatillas de puntas en coreografías oficiales, familias de campesinos en los arrozales, el ideario de la propaganda maoísta recreado con una belleza y la riqueza de un estilo que sublima las ideas que inspiraron. Para Liu los valores socialistas se convierten en sociales y humanistas, entonces se hacen universales e intemporales. Mientras un sistema puede caer, el arte que lo recreó y le dio otra visión permanece. Sus pinturas inspiradas en el film de propaganda “Daughters of China” dirigida por Ling Zifeng en 1949 reinventa la épica de una nación en un concepto de unidad y coherencia social despreciado por occidente. Los rostros arrancados de esta película despiden furia, dolor e ímpetu; es el momento histórico de las mujeres en la construcción de China.

En 1981 fue aceptada en el programa de post grado en arte de la Universidad de California en San Diego, el gobierno chino le dio el pasaporte en 1984, desde entonces vive en California y enseña su técnica en la universidad. El lugar común en estas historias es hacer una víctima del emigrado que huye de un régimen feroz a otro país para hacer su obra en libertad, pero Liu no pasa por la cuota que debe inspirar lástima o la condescendencia del sistema, su obra vale por lo que es, no por la explotación que se pueda hacer de su situación social, y para demostrarlo no se aleja de sus temas, de la circunstancia en la que creció y que le permitió convertirse en una gran artista. En la obra de Liu no existe el resentimiento que tanto agradecería occidente, esos gritos de sufrimiento que los hacen los héroes del mundo, para Liu es héroe el campesino de arrozal que abraza a su hijo, no los sistemas políticos, no los dogmas. Su obra no impone ese folklor denigrante que explotan muchos artistas latinoamericanos para pasar por cuota minoritaria, Liu se sostiene en su talento. La estilística post maoísta se mezcla con retratos de mujeres, princesas que provienen del lejanísimo origen de todas las historias, tocadas con plumas, flores de cerezo, vestidos suntuosos en sedas que brillan rojas, doradas, amarillos enceguecedores, esa mítica ubica a la pintura de Liu en una atmósfera que va más lejos que el momento político, es una invención de una nueva era.

Esta reunión de oriente y occidente, el poseer una perspectiva distinta de la realidad trae la posibilidad de, en la distancia, revivir lo que deja atrás. El pasado histórico no se convierte en un fantasma, al contrario, alimenta cada una de sus pinturas con leyendas. Hung Liu dice de sí misma que deseaba ser un soldado valiente, ese espíritu de lucha que no teme a la muerte, es el espíritu del arte, que se enfrenta en el campo de batalla que es el lienzo para dejar en él la vida misma. Si el arte no pretende trascender, ir más allá del instante se convierte en un objeto de consumo que muere cuando pasa de moda. Liu se ve a sí misma como un soldado porque está dispuesta a que su obra la sobreviva a ella y dice “la historia es un verbo, no es una imágen estática”. Sus imágenes cruzan el rio de la historia con sus heridas, sus sueños, con su lejana utopía a cuestas.

4 comentarios:
que buenos trabajos los de esta pintora.
Avelina:
Gracias por ilustrarme, la verdad no conozco nada de pintura china y el "Mundo Perfecto de Hung Liu" con su realismo socialista integra de una manera extraordinaria su belleza como lo aseveras; "golpean la mirada y la desangran con goteo de colores" no se si me pueda expresar diciendote que armonizan sus tristes miradas con su agradable colorido.
Esta pintora me hizo recordar a Pearl S. Buck y su libro "La Buena Tierra" seguramente para Hung Liu este libro no le era desconocido.
hasta pronto
El ARTE siempre nos va a dar una nueva visión de lo que creemos que ya sabemos y que damos por hecho. El verdadero arte no necesita palabras. Que bien que compartiste con nosotros este post. Te hubieras comprado una obra de ella en Texas para que nos la presumieras también ja ja.
Cómo les fué con la presentación del libro en Veracruz?
Saludos!
Avelina, encontré este experimento muy revelador realizado en la galería Tate Britain por Philip Hensher. Lo que a mi me indica es que la lucha no está perdida y la gente está saliendo de el estopor del tufo del arte conceptual.
http://www.lagranepoca.com/el-arte-clásico-gana-contra-el-moderno-en-un-experimento
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