
Demian Hirst, Ceramic Gabinet.
Después de que la quiebra de Lehman Brothers mandara al colapso la economía mundial y que se supiera de los sueldos escandalosos que ganaban sus ejecutivos, mientras jugaban a la ruleta con el dinero de miles de personas, ahora están vendiendo su colección de arte para recuperar capital. Esta colección es parte de un fideicomiso corporativo el Neuberger Berman and Lehman Brothers Corporate Art Collection. En realidad no es muy claro porque la venden, porque contra el dinero perdido esto representa una parte mínima del capital, pero para nuestro análisis del mercado del arte hay algo relevante que apreciar. Esta colección ambientaba las oficinas con piezas que hablaran del status de riqueza del corporativo financiero, y se hizo con artistas de arte contemporáneo de media carrera y algunos consagrados. Por cierto, los empleados que despidieron se extrañaron de que dijeran que esto estaba colgado por todas partes para que lo vieran, no era así, en realidad estaba en las oficinas de los altos ejecutivos.
La subasta de la primera parte del lote fue en Sotheby’s hace un año y salieron las piezas más importantes de la colección: Lichtenstein, Warhol, Jasper Jones y ahora esta es la segunda subasta de tres. Con la segunda venta salen las piezas de menor importancia y son justamente los artistas que crecieron en esta burbuja económica y que carecen de valor artístico, así como las inversiones de Lehman Brothers resultaron un fraude. La colección a pesar de ser corporativa, está dirigida por el gusto de un hombre, Neuberger Berman, que es un coleccionista compulsivo de arte contemporáneo y que con sus constantes compras y donaciones hizo que los precios de este arte se dispararan. En este lote, que estiman alcance los 10 millones de dólares, la verdad no es tanto, está un gabinete de Demian Hirst con trastes de cerámica que compró en un mercadillo y sus empleados pintaron, sale por 800 mil dólares; cosas de Félix Gonzales Torres, el de la instalación de dulces que alcanzó los 250 mil dólares gracias a este corporativo; Vick Muñiz y sus obras que con fechas de caducidad porque son de caramelo y materiales similares; Takashi Murakami, que en realidad es diseñador de bolsas y juguetes, no artista. Esta subasta demuestra como estos artistas subieron a una posición de poder y cotización porque un grupo los compraba.
Lo que además se replicaba entre los empleados VIP del corporativo, que imitaban los gustos de los jefes y adquirían las piezas que ellos elegían, para demostrar que tenían un gran poder adquisitivo y algo muy peculiar, que habían entrado en las oficinas de presidencia. Esto parecerá exagerado, pero era así, la presión de mantenerse en el poder está en exhibir sus recompensas y una de ellas es conocer íntimamente los hábitos de los poderosos.
Esta cadena de pretensiones absurdas, que se desmoronaron con la quiebra escandalosa del corporativo financiero, hizo que una corriente artística subiera de precio sin mérito. Estas obras salen a la venta como el final de una época. Solo algunas de ellas son rescatables de esta colección: una litografía de Gerhard Richter, y una pintura de Neo Rauch, fuera de eso, es el compendio de cómo el abuso económico arrastra en su especulación al arte y con esto la ética y perspectiva honesta de museos y galerías.
Publicado en El Semanario.