

Francisco Toledo, La Nopalera, grabado. Sangre y Orina, grabado.
El universo de Francisco Toledo es una génesis de zoofilia y fábulas. Apuleyo nos cuenta cómo una mujer al sentirse insatisfecha por su amante decide tenderle una trampa y se convierte en pájaro para incitarlo, entonces el voyerista Apuleyo corre con su propia amada y se ocultan para presenciar extasiados tal prodigio. Asomados por una rendija ven el milagro: la mujer se unta de ungüentos y las plumas cubren su cuerpo. Ante este magnífico proceso, el personaje se apasiona de la mujer y le ruega ser untado y poseído, fornicado en este maravilloso estado. Toledo es de Juchitán, tierra de animales y mujeres brujas, de hombres que son mujeres y de noches calurosas que se hunden en el delirio. En sus pinturas, grabados y dibujos los animales resucitan del universo de Apuleyo, crean una génesis de los mitos, en donde los cangrejos poseen a las mujeres mientras los hombres machos de dos patas se cogen a los equinos.
Roberto Cortázar dice: “No cabe duda, lo más interesante de la personalidad artística de Toledo es su franca forma de ser animal-hombre, de ser hombre-animal. En sus pinturas vemos animales haciendo actividades de seres humanos y seres humanos en posturas y acciones de otros animales. La idea de los seres humanos como un animal diferente es una de las ideas más estúpidas que se le ha ocurrido a la especie humana, ¿en qué medida no éramos animales?” El resultado de esta mezcla de seres es un pueblo que sólo se reconoce a través del arte. Oaxaca es artística porque no puede ser de otra forma, porque sus artistas inventan mitos fantásticos y dicen que los grillos y los conejos son compatibles en la orgía.
En Sangre y orina un conejo es desangrado mientras mea, los chorros caen juntos en un recipiente metálico; una mujer con senos grandes, brazos fuertes y ojos desorbitados sostiene al animal que gira la cabeza para ver su vida irse por sus orificios. No importa mezclar la pureza de la sangre con la peste de la orina. La mesa del sacrificio está iluminada en el centro, rodeada por varias sillas y tiene un embudo para que la bruja se beba la vida del conejo. En una esquina, un perro disfrazado de conejo ávido y burlón espera su ración con una cuchara en la mano; compartirá con su amada, esa bruja gorda, a la víctima. En este grabado, realizado en varias tintas sobre fondo negro, en colores del barro, tierra, sienas y ocres, la piel de la mujer es una vasija de barro negro, el perro ríe y muestra los dientes con mirada humana y sin remordimientos. Para Toledo, un conejo se devora a otro conejo, o un coyote es amante de una bruja. Para él, la sangre, como en el Asno de oro, forma ríos por los que podemos navegar en una barca y encontrarnos con otros seres que antes fueron humanos y hoy son animales.
Comenta Arturo Rivera: “Toledo es un mago autista”, los magos viven ensimismados, sin ver la lejanía porque los persiguen sus pesadillas. Las invasiones de grillos, las oleadas de langostas son del Apocalipsis y para Toledo son el paraíso. Al ver las fotografías de Toledo más que autista es un histrión. Como Picasso, construye un personaje que seduce; al verlo con su actitud de mago misántropo o eremita que padece a la cámara, creo que nos está mintiendo, su mundo es la cámara, es la foto, es su rostro extraviado para el flash. Parco en las entrevistas, tiene la timidez proverbial de los grandes exhibicionistas. Bacon se quejaba de su timidez y salía con una gabardina de piel negra a ligar en los puentes y baños. Toledo explota su autismo, su actitud es un icono y es tan poderosa como su trabajo. Esa reunión de histrionismo y talento con la invención de mundos fantásticos que se revuelcan y fornican en sus grabados y temples, hacen del rostro huraño de Toledo el de la bruja que convirtió en asno al lascivo personaje de Apuleyo.
En la Nopalera, en primer plano una oaxaqueña fuerte es sodomizada por un caballo que deja caer sus patas en las nalgas duras de su amante, la mujer le toma cariñosa una pezuña, resiste la envestida apoyada en un bastón entre nopales azules y grises. En una esquina, dos conejos se reproducen y en el último plano, en una perspectiva lejana, un hombre ve el ano de su caballo levantándole la cola, ve el orificio por el que va a penetrar a su animal, que así nacen los centauros y necesitamos que se repueblen los mitos. Impreso en varias tintas regresa a los colores de la tierra, y agrega grises y azules para los nopales, los hace metálicos y secos. La zoofilia de Toledo es la Metamorfosis de Ovidio llevada a las montañas de Oaxaca. EKO, un erotómano vicioso, señala: “Toledo es un artista trasgresor que ha dibujado al erotismo con maestría y en forma deliberada”. Y en una cadena de placeres los cuerpos pequeñitos de hombres y mujeres se pegan a chapulines insaciables y se cuelgan de una verga de un hombre sentado, son la eyaculación de un mago.
La voluntad de la lumbre
“La excelencia de la obra de Francisco Toledo es tal que doblegaría de inmediato, al menos en mí, cualquier intento de opinión ecuánime; me arrojaría al lugar común, al naufragio de mis exiguas capacidades verbales. En una ocasión, durante un acto público, oí decir a una persona que en México, Toledo era un gran artista del siglo XX y Gabriel Orozco un gran artista del siglo XXI. La persona en cuestión creyó, quizá, que el estar en un templete le otorgaba autoridad para mentir de esa manera. La obra de Toledo no está disponible todavía para tales demarcaciones temporales, ni mucho menos para comparaciones suscitadas por la moda del éxito”, expresa el pintor y escritor Guillermo Arreola. EKO coincide: “Hoy Toledo es marginado y hasta ‘superado’ por los artistas infantiloides del arte conceptual-curatorial-oficial-institucional. La obra de Toledo es contemporánea y vital. Toledo no es emergente, ni necesita de un curador que le dicte qué hacer. Yo me siento muy honrado que mi obra erótica forme parte de la colección del IAGO”.
El arte, el gran arte es atemporal, no es una moda, no es la tendencia ni es la complacencia del momento. Dice Toledo: “No ha nacido el que sea capaz de presionarme”. La presión no funciona con un artista auténtico; nadie le puede ordenar lo que debe hacer. Los Siameses, Marisa Lara y Arturo Guerrero, afirman: “Si existe en México un artista de peso completo artística y éticamente es, sin duda, Francisco Toledo, quien se ha distinguido por su apoyo a las causas nobles, especialmente en Oaxaca. La fuerza y la exquisitez de su gran obra plástica está a la altura de las mejores del mundo. Dueño de una inventiva siempre en movimiento, Toledo es un artista fundamental. Crítico del poder, valiente en sus posturas independientes, representa la dignidad de un creador seguro de poseer nada menos que el misterio del alma humana y la magia de los animales”.
Toledo es un canon que ha sido imitado en trabajos que son una fábrica no autorizada que repite y hace de un lenguaje original, obra en serie. Al respecto, Roberto Cortázar opina: “Su obra es muy buena y padece el mismo problema que, por ejemplo, autores como Freud o Marx, lo malo no son las tesis de Freud o de Marx, sino las de los marxistas o freudianos. Los toledistas han sido muy pobres y han convertido en una frívola artesanía esta memorable autenticidad”.
Apuleyo narra que existen bestias que crecen por la sola voluntad de la lumbre, es decir, son sombras; y otras que por hechizos sublimes no desaparecen, se quedan y devoran a las falsas. La obra de Toledo devorará esas sombras.
Publicado en Laberinto, de Milenio Diario, el sábado 10 de junio del 2010.