domingo, 28 de febrero de 2010

GABRIEL OROZCO EN EL MoMA




Tapas de yogurt, Caja Vacía, Zapatos. Gabriel Orozco.
Watch the box! Watch the box! Grita el guardia a la entrada de la exposición de Gabriel Orozco en el MoMA. Why? It’s only trash, le respondo, y el guardia riendo a carcajadas grita: Police, police! Está ahí para evitar que el público entre y patee la Caja Vacía que esta tirada en el suelo. Un crítico del Timeout escribió que eso sucede cuando a una pieza de basura no le das el marco necesario para que el público la aprecie como arte y culpa del percance a la curadora. El problema es que la pateen los pocos que van, porque la exposición está prácticamente vacía. Esta situación es penosa comparada con la exposición de la obra de Tim Burton, también en el MoMA, que está abarrotada, hay que reservar los boletos y formarse durante horas. La de Orozco que ocupa dos amplios espacios, con una curaduría absurda, no tiene visitantes.
En el enorme lobby y demasiado pequeño para el espacio, again, cuelga el esqueleto de ballena símbolo de la fallida política cultural del Estado y de su despilfarro discrecional. En las dos salas, que se sienten inmensas para la obra, están el resto de los objetos. La obra de Orozco se percibe entre la crítica, aun la que le favorece, como algo demodé, hacen énfasis en que es arte de los 90’s. La expo es una recolección de objetos que demuestran el vacío intelectual del arte contemporáneo. Lo que impera es la complicidad del mercado y la crítica con las instituciones que se prestan como escaparate del encumbramiento del abuso, la falta de gusto y el ridículo. Dos tapitas de yogurt están pegadas desoladas en una pared de siete metros con su precio .99 cents. Demasiado caro. ¿Es arte? It’s only trash. Dicen en el New Yorker: no son arte pero detonan la experiencia artística. Un objeto en la vida cotidiana es basura, pero en la pared de MoMA es una “experiencia artística”. Brillante argumento de venta. En este siglo hemos visto como en el afán de proteger un aparato de mercado no han tenido escrúpulos en cargarse al arte, la manifestación más elevada de la inteligencia. Pasan por encima de la necesidad de ver y hacer algo trascendental.
Aun dentro de los parámetros del arte contemporáneo, esta exposición no tiene un cuerpo de obra coherente, es una serie de ocurrencias que no describen una trayectoria ni una evolución. En sus Working Tables hay una selección de objetitos: tapas de botellas, contenedores de huevos, masa de pizza vieja. En el piso los zapatos pegados por la suela, el Citroën encogido, recordemos que en Orozco, como en la mayoría de estos “artistas”, el chistorete es la línea estética y reflexiva de la obra. Dentro del panorama del monumental exhibicionismo que es el arte contemporáneo es inexplicable la selección de Orozco en términos artísticos. Los 90’s es la década en que saltaron a la fama artistas que fueron extra grotescos, lanzados, vulgares y violentos: Tracy Emyn y su cama con los restos de su aborto, su performance metiéndose monedas en el coño y los animales en formol de Hirst. Analizando esto que ya es historia y en comparación con la exposición de Orozco, esta es súper light, poco novedosa y sin riesgos.
Es una retrospectiva y Orozco apenas tiene altura de artista emergente. Los objetos son de nivel de trabajos escolares. Sus círculos Samurai Trees, en todas las variaciones son ejercicios didácticos que repite en cuadernos de trabajo, boletos de avión y fotos como si lo hubieran reprobado en esa materia y que rebautiza con otros nombres. No es una exposición, es un anuario escolar. El público recorre la sala en minutos, comentan que no les gusta y que es pasado de moda. La obra de Orozco es puritana, sin pasiones, sin espectáculo, sin fricciones, es un trámite burocrático, es el espíritu de la clase media llevado a la escena del arte. Son cosas para quedar bien, para coleccionistas “decentes”. Es lo mismo que antes otros hicieron pero en chiquito. Su desprecio por la belleza y la inteligencia lo es también por la osadía. Se encierra en un lugar cómodo que le permite al Estado promocionarlo, coleccionarlo y nombrado su artista oficial. Y esto es en realidad lo que México se merece en arte, mediocridad. Nos lo hemos ganado por aplaudir y mantener artistas y obras sin valor.
Gabriel Orozco. Museum of Modern Art, New York
11 West 53 Street, New York 10019.
Publicado por Laberinto de Milenio Diario, el sábado 27 de febrero del 2010.

TIM BURTON EN EL MoMA




1- Blue Girl with wine. 1997. Oleo s/ tela.
6- Boy with Nail in Eyes. 2002. Copia en resina del original de barro.
7- Vincent. 1982. Tinta s/papel.
See me, feel me. Touch me, heal me. TOMMY the Who.
Tim Burton tenía 17 años cuando estrenaron en cine la ópera rock Tommy dirigida por Ken Russel con música por The Who, al contemplar la obra gráfica del director es evidente que esa película resultó para él una epifanía. Tim Burton es Tommy, ese niño que los adultos convierten en un fenómeno, en un autista voluntario que crece mirándose al espejo, viendo como los adultos son monstruos que abusan de él, lo ultrajen y no tratan de recuperarlo. La exposición que el The Museum of Moderna Art de New York, MoMA, ha organizado sobre la obra plástica de Tim Burton es un recorrido fantástico por un mundo de pederastia, poesía y necrofilia, es la visión y obra de uno de los genios de nuestra época. Para entrar hay que dar de golpes, las filas de gente que esperan con 6 grados bajo cero en el exterior, le dan la vuelta al museo. Es una necesidad febril poder entrar. Son cientos de jóvenes, entre estudiosos de las artes plásticas y fanáticos, y muy pocos turistas. Es una comunidad sedienta de contemplar obra contemporánea que diga algo, con contenido y es la oportunidad de ver al autor de los mitos con los que miles de personas han crecido. Esto contrasta con la entrada a la exposición de Gabriel Orozco que está en el otro piso, ahí no hay nadie, la caja de cartón y las tapitas de yogurt no despiertan pasiones. Tim Burton es el creador de decenas de personajes que se han impactado en el inconsciente y que se han convertido en parámetro de personalidades y frustraciones, de deseos y perversiones.
Do you think it's alright leaving Tommy by the mirror? You would think he had sight, Been staring half the night. Do you think it's alright? TOMMY.
La museografía es un enorme error, no calcularon que iba a tener una asistencia tan grande, son salas demasiado pequeñas, entramos formados y un guardia nos prohíbe tomar fotos y pide que no permanezcamos demasiado tiempo enfrente de las obras, hay cientos de personas afuera esperando para entrar. La obra está dividida en cómo ve Tim al mundo, cómo ve a los adultos, a los animales, a los seres fantásticos, a su equipo de filmación. Son dibujos y poemas en cuadernos de ejercicios que ahora están enmarcados. En la sala donde vemos a los adultos de Burton con los ojos desorbitados del niño testigo, que es él, el terror salta como una bestia. Los payasos son terribles y macabros, el primero de Clown Series, tiene una botella de alcohol en la mano y se burla del niño al que tendría que divertir, la decadencia del maquillaje que se desbarata entre cicatrices, la máscara que oculta el rostro del hombre que con sangre en los labios sonríe de gozo al poseer, para sus instintos, a un pequeño que le tiene pánico. El óleo de este payaso está realizado con tonos de fiesta infantil, verde, amarillo, un fondo que se mueve centrífugo con colores que estallan y se mezclan con el cabello rojo del clown. Burton es un extraordinario dibujante, un demencial contador de historias y creador de personajes. El mundo de Burton es de esta Tierra pero es algo más, Burton exorciza nuestros demonios, disecciona nuestra infancia y nos convierte como él, en fenómenos incapaces de reconocernos cuando nos vemos en el espejo. Esta necesidad de ver sus dibujos que manifiesta su público agolpado en las salas, es la urgencia de saber cómo exhibe todo lo que al psicoanálisis le urge sacar y no logra encontrar. Esta exposición es una inmersión a la infancia como infierno de los miedos y la sublimación de episodios terribles en personajes que luego renacen en películas.
That deaf, dumb and blind kid sure plays a mean pinbal. TOMMY.
Los adultos de Tim son la madre y el tío Kevin de Tommy, la versión ópera rock de Ken Russell a la música de The Who, la película que es una marca traumatizante en la obra de Burton. Esas depredadoras sirenas en vestidos entallados, como el óleo Blue Girl with Wine, con senos picudos, gigantes que sostienen un cuello largo que lleva en lo alto una cabeza de pájaro, cabello lacio rojo, sonrisa dolorosa de labios grandes, las cuencas de los ojos vacías. Esa mujer es Nora Walker, el personaje de Ann Margaret en Tommy, con un hijo ciego, sordo y mudo que se hace millonario juegando pinbal y un ídolo de miles de jóvenes. La mujer que se viste como si la vida fuera un perpetuo coctel, desayuna champaña y se maquilla todo el día, está en los dibujos de Burton unas veces con un vestido de rayas horizontales, otras con el cuerpo hecho pedazos y zurcido en miles de cicatrices, metida en un vestido negro de dominatriz. Las mujeres de Burton dan miedo, no son amantes, no son novias, ni amigas, son devoradoras caníbales de sus hijos, sus hombres, sus mascotas. Si tienen rostro, tienen sexo. Las otras, las que son madres insensibles y gritonas y nanas gordas, son un cuerpo sin rostro, esas no tienen condición sexual, son reproductoras, cuidadoras. Las otras mujeres, las que más tarde inspiraron el carácter de Catwoman para Batman, y las marcianas seductoras, contrahechas y asesinas de Mars Attacks!, esas no tienen piedad, se muerden a ellas mismas sin perder el glamour, pueden llevarse un tipo de 100 kilos a la cama, sacrificarlo, comerlo y se pintan los labios de rojo sin lavarse los dientes. Estos dibujos de Tim y el oleo de mediano formato Blue Girl with Wine crean una galería del poder, es una cátedra para los estudios de género, cualquier feminista paranoica podría hacer aquí su maestría y recibir un premio. Para feministas que se nieguen a ver en esos personajes la esencia del ser al que nos gusta tenerle miedo, al que deseamos someternos.
I'm free - I'm free, And I'm waiting for you to follow me. TOMMY.
La línea del dibujo de Tim Burton es fina y aguda, tiene varios trabajos en tinta china y otros en bolígrafo y lápiz, y dibujos coloreados con acuarelas, los curadores dicen que entraron a su casa, y buscaron entre todos los papeles que guarda en su estudio y sacaron estos tesoros. En orden cronológico podemos ver obras que realizó en el California Institute of the Arts. Eso trabajos escolares son curriculares pero en ellos ya muestra el que más tarde sería su estilo. Sus primeras animaciones fueron dibujadas por él cuadro por cuadro, filmadas y musicalizadas. Vincent es una animación basada en un poema de Burton, un niño sueña ser Vincent Price y su madre y abuela destruyen este sueño y le obligan a ir a jugar con el resto de los niños, a la calle, no imaginando cosas que no existen. Cada regaño es para Burton-Vincent un escalón más en su propia ficción. Realizada con diferentes planos, Burton crea el movimiento de la escenografía con miles de dibujos, la iluminación cambia, las escaleras crecen, la perspectiva se mueve, el punto de vista del niño es siempre al ras de sus ojos y ve a su madre de la cintura para abajo. Vincent mira a su propia sombra y se aterra, es un monstruo de dientes descomunales y garras, el niño se transforma en quijadas dobles de colmillos puntiagudos y lengua de serpiente. En esta obra aparece una de las imágenes más representativas de Burton, la puerta que misteriosa se abre a un mundo vertical, largo y desconocido, el umbral que un niño pequeño contempla con miedo y con un deseo violento de ser libre. Es el umbral que veremos en Edward Scissorhands, en Batman y en Sleepy Hollow. Es un tema recurrente en su obra, ese abismo que se abre y al que Burton saltó sin mirar al fondo. Vincent, como Tommy, se reconocen en seres diferentes, freaks de esta sociedad uniformada y anestesiada con la incursión de la pedagogía y la psicología infantil. Los relatos de Burton, sus personajes y la atmósfera que enmarca a sus historias son, afortunadamente, relatos anti pedagógicos, son Dickens y Poe, no escucha las recomendaciones de los expertos de enviar un mensaje positivo y dejar una lección. Burton no tiene espacio, el barroquismo de su mundo no es para los test de conducta, es para la memoria.
Tommy, can you see me? Can I help to cheer you? Tommy, can you hear me? Can you feel me near you? TOMMY.
En la sala de las películas están todas las maquetas de sus personajes, los prototipos a escala y los vestuarios. Esta sala es la entrada a un mundo de esperpentos, es la venganza de los que viven en la noche, la corte de los milagros de Burton. Todos son Burton: los marcianos, los contrahechos, deformes, los muertos y los revividos. Es la historia de la marginación, la vida de los parias. Los personajes de Batman, Edward, los marcianos, son los rebeldes out siders, y se reúnen en este aquelarre de cine. El traje de Catwoman con uñas de navajas, heridas, sangre y jirones de peleas cuerpo a cuerpo con otros tan feroces como ella. El traje de Edward y sus tijeras que lo alejan de la sociedad, que no le permiten tocar, acariciar y le impiden tener sexo. Son obras de un degenerado que hace del sufrimiento una fuente de placer oscura, dolorosa y viciosa. A Burton le gusta que le duela, ha sublimado los abusos infantiles a sexo hard core, y se los receta a los niños y adolescentes que, como dijera Freud, tienen deseos sexuales que no reprimen. Masoquismo para toda la familia. Burton hace de la pesadilla y el sueño húmedo películas en clasificación A para que el placer entre como una prescripción médica en el fondo del alma, en la antesala de la voluntad. La necrofilia, la zoofilia, el sadismo, son las leyendas que Burton nos cuenta y que ilustra con dibujos finos, detallados, crueles en tecnicolor de acuarela y óleo. Los pequeños teatrinos que elabora para situar sus escenografías tienen iluminación y movimiento, podemos estudiar los planos cinematográficos en cada lado de la maqueta. Hay un carrusel de grotescos animales fosforescentes que gira con música de feria y una televisión con dientes que mastica a los espectadores.
Look at him, now in the mirror dreaming. What is happening in his head? TOMMY.
El travestismo es un delirio en esta expo. ¿Vestirse de qué? De Batman con su cabeza partida y reconstruida, de novia putrefacta de ultratumba, de adefesio pingüino habitante del drenaje, o de Ed Wood. Con la peluca rubia de Veronica Lake, y un suéter rojo pegado como heroína de Hitchcock, se necesita ser Johnny Deep para caber en esa ropa y no morir fulminado. Ed Wood es el genio incomprendido que hace películas espantosas porque tiene obsesión por el despropósito y el error, porque crea una estética del accidente y el cameo. El cine de horror obsesiona a Burton pero lo de Ed Wood va más allá, aquí el percance al filmar es una intención de estilo, este director no le tiene miedo a nada y le importa muy poco el público. Ed Wood es la obra y decide vestirse de mujer para filmar su peor película Glen or Glenda. Contra el perfeccionismo de Burton se explica que le apasione un personaje como Wood que dejó el resultado de sus películas al azar, y que hizo de su propia transformación un tema. El rescate de Bela Lugosi, cuando era un desecho del sindicato de actores, acrecentó la pasión de Burton que es como Wood, un explotador de cadáveres. El fantasma de Johnny Deep es el que asusta aquí en las noches, es un vivo inventado por Burton, uno de sus muñecos que dice los parlamentos que Burton escribe mientras filma. En una de las paredes está su cuaderno de notas y le pide a Deep que cambie un diálogo por otro y le ruega que le dé su opinión, le pregunta si le agrada como suena. Es una trampa, Burton no deja un milímetro fuera de su alcance, sus dibujos son reproducidos exactamente en vestuarios y maquillajes, sus películas son idénticas a los escenarios de las maquetas, pedir la opinión del actor es la promesa de un dulce que nunca le va a dar.
Today it rained Champagne! A son was born again! A genius untamed! TOMMY.
Esta una maqueta inquietante, una casa de muñecas con un arbolito de navidad y un niñito con un cuchillo y un hombre, su padre o su tío Kevin, está tirado, muerto, desangrado en el piso, las paredes están salpicadas de sangre y la iluminación del arbolito se prende y se apaga con sus esferas de navidad. Para mirar la escena hay que asomarse por las pequeñas ventanas, espiar como un ladrón. Esa es la leyenda de un niño que se cansó de que lo tocaran, lo gritaran y lo abusaran. Es la leyenda de un niño que, como regalo de navidad, hizo realidad una venganza que todos se tragan y reprimen hasta que tienen dinero para pagar a un psiquiatra que no los escucha y les cobra 300 dólares por sesión. Es más sencillo venir a ver esta expo o ver una película de Burton que descuartizar al prójimo. Identificarse con un fenómeno, sin miedo, porque todos somos monstruosos.
Tim Burton.
The Museum of Modern Art.
Publicado por la Revista Milenio Semanal.