sábado, 2 de enero de 2010

CONTEMPORÁNEO Y EXTEMPORÁNEO




Gerhard Richter, Reading.

Marc Queen, Kate Moss.

Gerhard Richter, Tiger.


El arte contemporáneo se ha adueñado de un término que no le corresponde para resumir una serie de discursos que soportan la falta de valor de sus obras. Arte contemporáneo tendría que ser toda la creación que sucede ahora mismo. Pero para fines curatoriales, críticos y de marketing, este término corresponde exclusivamente a los objetos que sin alcanzar calidad en su realización o inteligencia en su concepción, toman discursos elementales de los medios de comunicación, para “invitar a reflexionar” sobre cualquier tema que ronde en los noticieros. Entre las características de estas obras está la inmediatez de un discurso retorico con grandes debilidades teóricas y literarias que ampara a las obras. Los hace caer en un círculo vicioso, todo lo contemporáneo caduca a gran velocidad. Esto sucede en la forma y en la retórica. Por un lado estos objetos siempre están sujetos a la impresión, a causar impacto, es una competencia de cínicos, si alguien pone su ropa interior, otro pone sus excrementos, si uno pone un animal muerto, otro lo deja morir de hambre en una galería, si alguien hace un letrero de neón, otros cientos lo imitan con frases más cursis o insultantes, el asunto es impactar demostrando más descaro. Siempre llega detrás otro que reta a la estulticia anterior, y por supuesto lo supera.

En la retórica es más rápido caer en lo obsoleto porque todos son lugares comunes. Con la irrupción de la palabra “reflexión” y la selección de temas, los discursos han sustituido el razonamiento por la adjetivación y pretenden que la enumeración de calificativos soporte el vacío de talento y disfrace la falta de compresión de la verdadera profundidad de un tema. Estos objetos que se hacen llamar “arte contemporáneo” se desfasan de su entorno de inmediato, se convierten en extemporáneos. Pasan unos meses y ya se aprecian caducos, y siempre se acompañan de la sensación de que eso lo hemos visto miles de veces. Este término de contemporáneo para implantarse expulsa a todo lo que no entre en la cadena objeto-discurso, acción-discurso, idea-discurso. La pintura, escultura o grabado que actualmente estén realizados por artistas con temas que rompan parámetros estéticos o planteen preocupaciones universales, si tienen alto grado de calidad, no entran en el término contemporáneo. Feliz marginación. A estas alturas con la enorme falta de calidad y la evidente corrupción que rodea al arte contemporáneo, entre más lejos mejor.

Esta marginación está abriendo dos posibilidades a las artes plásticas, las empuja a demostrar una calidad sobre saliente, a depurar el oportunismo y a ser intemporales. Hoy una pintura no se ve como un objeto de moda, como una respuesta servil a las galerías y museos, se ve como un objeto intemporal que va a superar sin problemas esta tormenta. Mientras en las recientes retrospectivas de “contemporáneos” se respira ese ambiente incómodo de esto ya pasó de moda y esto ya lo hicieron demasiadas veces, la pintura o el dibujo no se preocupan por verse obsoletos, se apoyan en la calidad que siempre es evidente y que no se puede enmascarar con retórica.

Esta invención de que un grupo de objetos sin valor sea llamado arte contemporáneo ha creado una de las contradicciones más brutales de la Historia. Cada obra que surge en este momento, nace con una cuenta regresiva que termina con la obra que le sigue. Estos objetos efímeros pierden sentido instantáneamente. Entonces ya no son contemporáneos. Son extemporáneos, están fuera de lugar. Mal negocio. Porque ni como reliquias sirven, y reliquias son obras de hace unos años, es demodé el tiburón como lo es la caja de zapatos vacía. Esto lo tienen que pagar los retóricos de esta corriente, que han sumergido en un pozo sin fondo a una teoría que solo valora la novedad y que encumbró las preocupaciones elementales e inmediatez para desterrar los temas universales, que denigró el talento para sustituirlo por el cinismo. Los escultores y pintores, los grabadores pueden decir sin problema soy artista intemporal, no dependo de la moda, no soy esclavo de los curadores. Las artes plásticas intemporales en la trascendencia y las acciones y objetos contemporáneos, están donde deben estar, en la decadencia.

Publicado en el Suplemento Laberinto de Milenio Diario, el sábado 2 de enero del 2010.