sábado, 28 de agosto de 2010



Escultura NO de Santiago Sierra.
Desde julio del 2009 y durante este año viajó en un tour global la “escultura” titulada NO de Santiago Sierra, que a su vez es la palabra “no” realizada en madera, pintada de negro, en tipografía arial y que mide 3.20 X 4.00 metros. Sobra decir que él NO la realizó, la mandó hacer etc. Las letras que no van más allá de ser un prop publicitario, el artista las explica con una reflexión que habla de un grito lo más alto posible, “las personas que luchan en contra del sistema necesitan imágenes y los artistas se las debemos dar”. En este caso el NO con su mensaje impositivo y autoritario aunado a como está construido y utilizado, se convierte en un logotipo. Es el logotipo del arte contemporáneo. La reflexión continua: “es un NO sin precisar, en contra del mamoneo del sistema que toma a sus ciudadanos como borregos y crea sociedades acríticas”. Así la profundidad de las ideas, NO a lo que sea y claro, soportado por el término filosófico “mamoneo”. Ante este nihilismo de escaparate, cómodo y sin implicaciones reales, pensemos, en realidad ¿a qué le dice NO el logotipo de los artistas, promotores y curadores del arte contemporáneo? ¿Qué es lo que en verdad significa ese NO? ¿Qué tratan de aniquilar con ese NO?
NO al trabajo, a realizar las obras con sus propias manos.
NO a la inteligencia.
NO a la belleza.
NO a la crítica.
NO a las ideas que trasformen esta sociedad.
NO a la emoción que puede despertar una obra en el espectador.
NO a un arte evolutivo que cambie los parámetros en los que está estancado y hundido.
NO a las escuelas de arte que forman artistas. Es más necesario formar gestores y coyotes.
NO a la pintura, a la escultura, al dibujo, al grabado realizados con virtuosismo e inteligencia.
NO al compromiso con la sociedad.
NO a la libertad intelectual del artista.
NO a la autonomía económica del artista.
NO a la transparencia en los tratos entre museos, galerías, curadores, artistas y promotores.
NO a la necesidad del público de regresar a los museos a ver cosas que le aporten a su realidad.
NO a la memoria.
NO al talento.
NO a los soportes humildes como el papel y la tela.
NO a los materiales que requieren trasformación como la pintura, el barro o el bronce.
NO a la representación de la figura humana.
NO a la investigación seria de los dilemas y problemas del individuo.
NO al dominio de las técnicas.
NO a la obra terminada; el proceso es la obra.
NO a reconocer que las artes plásticas son contemporáneas y revolucionarias.
NO a la apertura de los museos a otras expresiones más allá de sus zafiedades.
NO a la verdad acerca de los materiales que utilizan cuando la obra es el material mismo.
NO a reconocer que han marginado a la sociedad y la han expulsado de los museos.
NO a vislumbrar el enorme daño que han hecho al arte.
NO al diálogo.
NO a romper el círculo vicioso curador-dictador/artista-esclavo.
NO a cuestionar las obras.
NO a regresar al artista su lugar de creador y dueño de la obra, el curador es el artífice y el cerebro.
NO a la autoría.
NO a la obra original.
NO a la obra trascedente, todo es efímero.
NO al riesgo, todo debe ser acotado.
NO al arte intemporal, todo es moda.
NO a la trayectoria, lo importante es la novedad.
NO al mérito, el tráfico de influencias es parte de la obra.
NO a las obras complejas, todo es chistorete.
NO a los coleccionistas cultos y sensibles.
NO a que el público vea las obras con su propia inteligencia.
NO a saber ver y decir lo que se ve.
NO a la realidad, la obra NO es lo que ves, es otra cosa.
NO al erotismo.
NO a la poesía.
NO a las utopías.
NO a la tragedia.
NO a lo terrible.
NO a la obra independiente del contexto.
NO a la obra que se sostiene sin discurso curatorial.
NO a la trasgresión.
NO a la provocación.
NO a entender que el arte no es un dogma.
NO a los ideales.
NO al cambio.
NO a la ética artística.
NO a entender que el arte no es un designio milagroso, es resultado del trabajo.
NO a aceptar que lo que hacen NO es arte.

Publicado en Laberinto de Milenio Diario, el sábado 28 de agosto del 2010.

sábado, 14 de agosto de 2010

EL SUICIDIO









Edouard Manet, John Everett Millais, Henry Wallis, Gustavo Monroy, David, Arturo Rivera, Antoine Wiertz, Guido Cagnacci, Jean François de Troy.



El suicida se enfrenta con la eternidad. Representar el momento de la decisión irreversible y trágica de marcharse, es una de las obsesiones del arte. Entre el hastío, la desolación y la histeria, son imágenes en las que el reposo o el instante previo al acto voluntario de la muerte quedan suspendidas y perpetuadas. El artista comparte con el suicida el enfrentamiento con la inmortalidad, la obra trasciende y sobrevive al creador, se queda cuando él ya no está; y es recordada más allá del autor. El arte es eterno y nuestra condición efímera. Entonces recrear el suicidio es un reto formidable en donde el arte cuestiona nuestra naturaleza de mortales para permanecer a pesar de la muerte.


El Suicidio de Lucrecia es uno de los más representados en la pintura, desde Lucas Cranach, Tiziano, Rubens, Artemisa Gentileschi. Es la tragedia pasional que motivó la fundación de la República en Roma, sucedió que Sexto Tarquino, hijo del rey descubre que su esposa le es infiel y decide vengarse de la burla de su consorte en la inocencia de Lucrecia y la viola con brutalidad, entonces ella se siente en la absurda obligación de salvar su honor quitándose la vida con un puñal. La versión del pintor francés Jean François de Troy es la más sensual, sobre unos hermosos senos acercó el cuchillo afilado y largo como un falo para penetrar un pecho terso y tibio.
Las mujeres suicidas son seductoras, ese valor y abandono que da saber que detrás de ese acto las consecuencias ya no importan, hace que se impregnen de la belleza de la osadía. El Suicidio de Cleopatra de Guido Cagnacci en el que la promiscua reina, desnuda, rodeada de doncellas, ofrece su rosado pezón a la serpiente que la llevará a un abismo sin retorno. La Muerte de Ofelia, que pintó John Everett Millais, flotante en medio de un pequeño arroyo, con los labios y los ojos abiertos, la locura congelada en sus pupilas, la incoherencia suspendida en la boca, en las manos unas flores y el vestido de brocado la jala al fondo del rio. El pintor belga Antoine Wiertz pintó un suicidio masculino dramático, un hombre se da un tiro con una pistola metida en la boca, el humo del disparo cubre el rostro, el cuerpo se contorsiona hacia atrás por el impacto de la bala en el cerebro, el otro brazo se extiende con los dedos contraídos, un ángel ora negándose a mirar la escena y a un lado, en una mesilla está la nota del suicida. Edouard Manet, tiene tres escenas reveladoras de la muerte y una de ellas es la de un hombre en medio de una cama revuelta, con el revólver aun colgando de su mano, la camisa blanca manchada de sangre y perforado el corazón, las pinceladas de anaranjado y rojo dispuestas con furia en la cama, los colores de la habitación y los muebles plasman una escena violenta y sin embargo, limpia, silenciosa, solitaria. El suicidio del poeta de 17 años, Thomas Chatterton pintado por Henry Wallis es la síntesis de los románticos viciosos y necrófilos, que se entregaban al láudano como a la muerte, bebían sus sueños hasta no regresar de ellos. Hay escenas heroicas como El suicidio de Sócrates de David en donde el sabio mártir con un índice señala su inocencia al cielo y recibe la cicuta de un discípulo que llora desesperado. La presencia del cadáver de Arturo Rivera, despojo de sí mismo, es Rivera que saltó por una ventana y espera la autopsia en una plancha con la boca rígida y la cabeza vendada, los ojos por fin cerrados. Los autorretratos de Gustavo Monroy con una pistola en la boca, jugando a que se mata, posando desde diferentes ángulos.
Los dioses de todas las religiones son una invención humana, y entre las características que les hemos otorgado está la inmortalidad. Seres mortales inventan dioses inmortales para contradecirlos. Al representar el suicidio la condición de ser creador se convierte en venganza. El artista se comporta como ese dios iracundo que atormenta a los monoteístas, un gozoso destructor de su obra y representa ese instante de autoinmolación con placer morboso. El suicidio está estigmatizado porque es la única desobediencia que no recibe castigo, es la rebeldía que no ve sus consecuencias. Renunciar a la vida es la revancha que impone orden al caos.
Publicado en Laberinto de Milenio Diario el sábado 14 de agosto del 2010.

ESCOGER A UN TIRANO

Eko. Xilografía, Vas a ver lo que yo quiero que veas.

En el periodismo cultural existen dos formas de hablar de arte, una es hacer la reseña o la nota y otra es hacer una crítica acerca de la obra o la exposición. Esto marca grandes diferencias. Se supone por un lado que la reseña narra una crónica del evento expositivo y por otro lado la crítica hace un análisis de la obra y la exposición en conjunto. En una simbiosis inexplicable en la mayoría de los casos ni la reseña ni la crítica ven la obra. Las notas de prensa y las columnas de crítica hablan del acontecimiento y se apegan al boletín de prensa para emitir una opinión. Lo que aquí sucede es que al seguir los lineamientos que el boletín marca, no ejercen una visión ante la obra.

Las exposiciones y sus boletines de prensa no son el reino de la verdad, si hacemos una comparación entre el boletín de prensa que envían los museos y lo que vemos, entendemos como es urgente ignorar la imposición del museo y sus curadores para mirar objetivamente las obras y describirlas con sinceridad y ética. Un ejemplo, en la reciente exposición del MUAC de la UNAM, el boletín de prensa dice: “Residual asume el arte como una herramienta de participación, buscando contribuir a un cambio en la ciudadanía, por medio del fomento de la construcción de un presente comprometido con la sostenibilidad del ambiente, la comunidad y la sociedad”. Leyendo las excelentes intenciones que manifiesta el boletín, nos imaginamos que las propuestas artísticas van a resolver el cambio climático y a plantear soluciones serias para el problema de la basura. Pero no es así. Recordemos que la basura desde el arte povera y hasta ahora es materia prima del arte, la basura es fuente de inspiración y tema fundamental, que le asignen objetivo de interés social es una de las cosas que tendríamos que analizar al margen de lo que diga el boletín. Y ya entrando en materia con las obras, que montaron en diferentes recintos y lugares, lo que los artistas hicieron es lo usual, pepena o recolección de basura. Raúl Cárdenas expuso en el Museo del Estanquillo, su obra se llamó “Archivo” y es acumulación de basura. La obra de Claudia Fernández fue un stand en la colonia Santa María la Rivera en donde repartió folletos informando sobre reciclaje, nada nuevo que no haya hecho antes el gobierno y las escuelas primarias, la duda es por qué la campaña oficial no es arte y lo que hizo Fernández se supone que sí es arte. Aquí es cuando saber ver la obra e ir más allá de los dictados del boletín es una obligación ética y estética. El boletín continua: “Las piezas de Residual comparten su carácter de soporte a la investigación científica, su programa educativo y de colaboración social por medio de acciones que refuercen el sentido de pertenencia comunitario, así como la recuperación de espacios públicos”. ¿Cómo brindan soporte a la ciencia? La obra de Eduardo Abaroa son unos dinosaurios realizados con basura de envases vacios de PET y esferas de empaques de tetrapack.

Existe un abismo entre los boletines de prensa y lo que vemos, y si el periodista cultural y el columnista crítico se apegan a ellos, el lector se queda sin un punto de realidad con el cual dirigirse a la exposición. Muchos columnistas se escudan en que son cronistas y que su trabajo se limita a dar la nota, pero aun así tendría que haber honestidad ante lo que ven. El boletín de prensa de la exposición del artista cubano Félix González Torres: “Es una síntesis de profundas experiencias personales y agudas observaciones político sociales que le permiten reflexionar sobre aspectos públicos de la política y del tratamiento de minorías marginales”. La obra son unos caramelos tirados en el piso y la experiencia y la reflexión está en comerse los dulces, en otra sala hay libretas que les arrancan las hojas etc. El arte contemporáneo ha llegado a estos límites justamente por la falta de análisis que hacen los críticos y los que cubren las noticias de cultura. Estas notas en su ceguera dan la espalda a la sociedad y se someten a la imposición curatorial de los boletines que “tiran línea” a los medios.

En las galerías y los museos de Nueva York es lo mismo con los press release. Por ejemplo en la ultra moderna e influyente galería Sikkema, Jenkins and Co. El press realease para una instalación de video de Burt Barr dice: “Mister Barr ha expuesto en los museos de arte contemporáneo más importantes del mundo y sus obras, cargadas de ironía y preciosismo sorprenden y confrontan al espectador”. La obra expuesta que confronta al espectador es un monitor de circuito cerrado en el que se ve el público y se llama Self Portrait. En el MoMA para la exposición show de Marina Abramovic el press release decía sobre el performance de Marina: “Este será su performance en vivo más largo hasta la fecha, y ella no va a responder, pero la participación de los visitantes del Museo completan la pieza que consiste en que tengan una experiencia personal con la obra y el artista”. La obra y el artista son ella, y la experiencia era sentarse en un silla y mirarla hacer nada.

Mientras que en la política o en los asuntos sociales las notas si reflejan un análisis –de los pocos periodistas que lo hacen- y asumen una posición, por lo menos dentro de los puntos de vista que describen, en el arte dan la espalda a la sociedad y a lo que ven. El estado del arte no es únicamente resultado del trabajo de un puñado de artistas mediocres y sus operadores como curadores y museos. Este estado responde también a la falta de objetividad de los medios que cubren estas notas. Si en la política es denunciada la demagogia, exhibida la mentira, ridiculizada la estulticia y se muestran los abusos ¿Por qué en la cultura no sucede? ¿Por qué en el arte esta objetividad se desvanece y es sumisa y complaciente con el Sistema? No existen los mismos intereses creados que tiene la política, la realidad es que no le hace mella al poder si decimos que una exposición es basura y que el museo es un fraude, al poder no le interesa el conocimiento y menos el arte. Entonces ¿Por qué tantas consideraciones? ¿Por qué esta complicidad? ¿Por qué en la cultura la verdad oficial es la única verdad? Como afirmó Étienne de La Boétie “la servidumbre es voluntaria”.

Es en la cultura y es en el arte, en donde tendríamos que hacer uso de la libertad porque es una condición de la creación. Los columnistas y medios que cubren cultura se alinean y se niegan a cumplir su trabajo que es ver, ver lo que exponen y decirlo. Tal vez crean que son banales las consecuencias de su ocultamiento, tal vez lo que no reporta grandes titulares no es importante, pero el asunto es que aunque para el Estado sea una ocupación menor el arte y la cultura, para la sociedad es fundamental y eso es lo que están evadiendo, su responsabilidad social frente a lo que ven y ante el lector. El ejercicio de la crítica es ver, decir y analizar lo que ve. La cultura nunca ha sido ni será asunto de primeras planas, los columnistas jamás tendrán el apoyo de un gran titular para sus análisis, pero el desarrollo y la evolución intelectual de la sociedad sí dependen del arte. El arte, el verdadero arte, es uno de los caminos para sacarnos de la barbarie, por eso no podemos ignorar su importancia social, por eso merece un análisis que no esté sometido a la línea que indican los curadores y operadores con sus boletines. Dice de La Boétie: “Sin necesidad ni obligación escogieron a un tirano”.

Publicado en la Revista Replicante, http://revistareplicante.com/julio-2010/escoger-a-un-tirano/

domingo, 1 de agosto de 2010

EL COLECCIONISTA




Balthus, Teresa Soñando. Felicien Rops, Pornocrates y Estudio para la Tentación.
Coleccionar arte puede hacer de una existencia normal, una leyenda. Una colección de arte revela los gustos, obsesiones y pasiones de su propietario. Es parte de la gran presencia que significa el arte. El coleccionista inglés de arte y libros libertinos Henry Spencer Ashbee -enfermo del “vicio ingles”, la adicción a ser flagelado- buscó incansable al artista belga Felicien Rops para que le vendiera acuarelas eróticas y le realizara la portada de su libro, una bibliografía de libros prohibidos y obscenos. Esta búsqueda lo llevó a ir en varias ocasiones a Bélgica, esperar a que la crisis del ajenjo del artista pasara y recolectar pacientemente las obras. Algunos coleccionistas comisionan retratos de ellos a diferentes artistas creando un psicoanálisis plástico de sí mismos, plasmando el paso del tiempo a través del temperamento y estilo de los pintores, como en la colección de retratos de María Asúnsolo. La colección de Jaques y Natasha Gelman de pintura europea con piezas notables como la obra de Balthus, Teresa Soñando, -afortunadamente cedida al Metropolitan Museum de Nueva York, aquí la tendrían embodegada o dispersa como todas las grandes colecciones de pintura- su selección habla de su visión estética y su inclinación por obras personalísimas y sensuales.
El coleccionismo es un mecenazgo indispensable en la producción artística, el artista crea por necesidad intelectual, pero vende para continuar con su carrera. La obra se consagra cuando es expuesta y su objetivo es recaer en la mirada del otro. Para un artista es una satisfacción enorme vender, que su creación emocione y forme parte de la vida de otra persona. El coleccionismo evoluciona en adicción, obtener determinada obra obnubila la conciencia, mata el descanso; y una vez que el adicto la contempla se apasiona con su presencia, poseerla es un triunfo casi sexual.
Al ver las obras podemos intuir la educación y sensibilidad del dueño, su inclinación por un estilo o por un artista, descubrir sus sueños y pesadillas. Esto crea de él una biografía que no disimula, que lo descubre y delata. Si estudiamos a los coleccionistas de arte contemporáneo podemos concluir muchas cosas. ¿Qué pensar de alguien que paga 250,mil dólares por un montón de caramelos porque le dicen que es una obra contestataria de arte? ¿Qué pensar de alguien que compra cajas de cartón, juguetes de feria, neumáticos folklóricos etc., creyendo que eso es arte? Que los artistas cuentan con la ignorancia del comprador para timarlo con su obra, porque no sabe qué hacer con su dinero, no aprecia la belleza y no distingue entre un objeto de consumo sin valor y una pieza de arte; y en una lastimosa necesidad de llamar la atención adquiere basura y cosas ridículas para ser el más excéntrico o el más despilfarrador. En la amarga comedia de Shakespeare, Timón de Atenas, el personaje Timón es un rico que adquiere amistades y aprobación dando regalos a poetas y artistas estafadores que se acercan a él y le venden lo que sea, saben que va a pagar fortunas por obras mediocres, joyas de mal gusto, favores políticos que no existen. Solo Apemato no le pide nada y dice sin pudor “no quiero tus amabilidades, los buenos días te los devolveré cuando estos pillos sean honrados”. Timón podría ser el coleccionista de arte contemporáneo que compra sin ver, no sabe decidir y se deja engañar y manipular para complacer a la moda, al estatus y ser popular. Nada que ver con el mecenazgo, este tipo de compras lejos impulsar la cadena de producción del arte le hace un daño tremendo. Encumbran artistas sin mérito, crean consenso ante la mediocridad y para obtener beneficios extras se imponen a los espacios Estatales -siempre complacientes y entreguistas- y utilizan al museo como la portada de una revista del corazón o la sección de sociales.
Por eso hay que tener cuidado con lo que se compra, habla mucho de la persona, es una radiografía de su inteligencia, de su individualidad. Para crear arte se requiere talento y también se requiere para comprarlo. Es evidente que la ausencia de facultades y aptitudes de tantos artistas de arte contemporáneo la comparten con sus coleccionistas: obras fraudulentas para compradores incapaces.
Publicado en Laberinto de Milenio Diario, el sábado 30 de julio del 2010.