


Retrato de Pietro Aretino, Tiziano.
Retrato de Lady Selina Skipwith, Sir Joshua Reynolds.
Retrato de Vicenzo Anastagi, del Greco.
La lectura y la masturbación son vicios privados. Ese era el gran vicio de Lady Jean Skipwith, dueña de la biblioteca más grande del estado de Virginia, en Estados Unidos. Hija de la Ilustración, en 1788 su colección ya era conocida en Europa de donde mandaba traer principalmente volúmenes de novelas románticas escritas por mujeres y novelas góticas. Esta mujer que bebía la ficción como una vida paralela, heredó este vicio a sus hijos que lo vivieron en una forma de esquizofrenia, mientras sus lecturas los acercaban a un lugar ideal la realidad los arrojaba de él. Su hija Lady Selina Skipwith, una Madame Bovary con la vida construida por novelas, se enamoró de un hombre pobre, pero su madre fue más pragmática: “con lo que ese hombre tiene no puede vivir un canario”. En la Frick Collection está el retrato de Lady Selina que hizo el gran artista inglés de la época Sir Joshua Reynolds. Es perturbador ver la infelicidad en el rostro de Selina, los ojos febriles, las ojeras rojas, la mirada abandonada y débil, sugiriendo su llanto fácil tiene un pañuelo en la mano, podría ser tuberculosa y estar a punto de morir. Sir Reynolds era reconocido por la belleza y el noble parecido que daba a sus encargos, sin embargo este retrato denuncia desdicha, la delicada fisionomía de Selina hace más profunda su vulnerabilidad. Finalmente Lady Jean casó a su hija con un hombre mayor y rico y cerró esta historia como en las miles de novelas que ella devoraba, infeliz y trágica.
En otra sala de la Frick está el retrato de “El Divino” Pietro Aretino que realizó el Tiziano. Grandes amigos, Aretino se quejaba de esa pintura, no le parecía suficientemente lujosa, a pesar que afirmaba que el cuadro “respira y vive como yo”, el vestuario no reflejaba su posición. Algo comprensible para quién sin pudor le pidió el capelo cardenalicio a Paulo III y a Giulio III primero con halagos y más tarde con injurias. La obra de Tiziano revela el carácter impetuoso y atrevido del poeta, no mira de frente, está de perfil, escuchando su soneto “Más no pudiendo yo ser toda coño, como tu tampoco ser todo verga”. Lleva pieles y la barba larga y cuidada, y una cadena de oro gruesa exhibe el rango y la riqueza de un escritor que vivió exclusivamente de su pluma. Gran colorista, Tiziano aborda la obra con tonos rojos y ocres dorados que hacen cálida la atmósfera y baña con una leve luz al modelo sobre un fondo gris desvanecido. Tiziano pintaba a Aretino en su propia casa, rodeados de las bellas amantes de Pietro, las 9 Aretinas, que recitaban los sonetos lujuriosos del poeta “Por la popa tu solo gozarías, más por delante gozamos los dos”. Los dibujos de Tiziano de amantes procurándose placer desnudos y absortos, los realizaba en las orgias de Aretino “Tan a mi gusto jodo, que quisiera no acabar”. Aretino reprochaba a Tiziano que por el precio de la obra le podría haber pintado más ornamentos, conociendo la trayectoria de Aretino que pedía un caballo por cada soneto, reclamaba capas y pieles por unos párrafos, y recibía cartas del Cardenal de Medici cediéndole a una amante para probar su aprecio por el poeta, no creo que le haya dado ni un escudo a Tiziano por sus retratos. Entre las virtudes de Aretino no estaba pagar sus deudas, además consideraba que si fue él quien había introducido al Tiziano en la corte y lo presentó con Papas y Cardenales, príncipes y comerciantes, merecía un trato preferente.
En la Frick Collection el gran evento es la remodelación de la sala donde se encuentra el retrato del héroe del Sitio de Malta Vicenzo Anastagi, realizado por el Greco. Cambiaron las tapicerías por un terciopelo mandarina salmón que resalta espléndidamente los colores de las pinturas. La iluminación es más favorable y hay asientos para ver las obras más tiempo como lo deseaba Henry Frick, su fundador. En el New York Times mereció la primera plana esta transformación. Abierta después de varios meses de trabajos, podemos ver hoy como con gran atrevimiento y elegancia Vicenzo viste armadura y calzones verdes para su retrato, resaltando sus medias blancas, orgulloso de pertenecer a esa gesta y sobrevivir para posar ante el Greco. La poesía ha sido mi verdugo, llora Aretino.
Publicado en Laberinto de Milenio Diario el sábado 30 de enero del 2010
Frick Collection, Fifth Avenue and 70 Street.
Colección Permanente.
8 comentarios:
De los privilegios de la cultura es que puedes vivir,literalmente en cualquier época del pasado que te ocupe,pasea uno con el autor y sus personajes o sus ficciones.Tomar el té con Aretino o contemplas una bella mujer con Tiziano,contigo Avelina,me pasa algo curioso,y es que tú como los artistas también te expones con tus opiniones y más,expones a quién te lee,raro don,gracias.
Avelina, como siempre, un gran artículo que, también como siempre, hay que agradecerte en todo su valor. Especialmente por la valentía y falta de prejuicios con la que te enfrentas a los personajes o las obras que son objeto de tu estudio. La palabra es frescura. Transparencia en el trato del tú a tú. No es fácil retrotraerse en el tiempo para dialogar con sujetos de otras épocas y mirar por debajo de sus intenciones aparentes. Y tú consigues transmitir esa presencia humana que hay detrás de las telas.
Ahora, como pintor en activo, me gustaría hacer una aportación. Creo que el mayor vicio que puede tener un artista ante la contemplación de un cuadro es ir a mirar, justamente, las partes no-resueltas del mismo. Afortunadamente (¿?) en mi caso, lo aplico hasta la exasperación en mi propia obra, lo que hace que me eternice con frecuencia con cuadros que la gente considera ya “acabados” y a los que, si se trata de un encargo, me ha costado más de un disgusto el tratar de quedármelo en el estudio mientras el cliente protesta porque quiere tenerlo ya en su poder. Pero, para mi fortuna, los encargos como tales pasaron a mejor vida.
Seguramente es este criterio de la búsqueda instintiva de lo que no está conseguido en una obra lo que me ha hecho admirar desde mi más tierna infancia la obra de Michelángelo. No hay una sola mano mal colocada, indefinida, fuera de lugar, postiza o artificial en toda su extensa producción. Tanto en pintura como en escultura. Se dice que cambió la mano que sujeta la copa de vino de su juvenil Baco. Desde luego está añadida, se puede apreciar nítidamente el corte horizontal en la muñeca, pero no sabemos con exactitud cuál sería la original. También es cierto que puede haber sido un problema con las vetas del mármol como solía ocurrir (Pietá del Nicodemo, Firenze), pero de no ser así, habría que ver lo que Michelángelo consideraría una mano no conseguida. Desde luego que hay manos gloriosas en la historia de la pintura, como ese soberbio escorzo en penumbra de la mano izquierda del capitán Frans Banning Cocq en la celebérrima Ronda Nocturna. Sin embargo, no siempre consiguió Rembrandt “domar” el movimiento en las manos de sus personajes. Alguien mencionó en alguna ocasión la pena de que tan sofisticado estudio de la sombra, luz y penumbra, del que era dueño absoluto el maestro holandés, no se viera enriquecido con un viaje a la Italia de la época, en donde el dibujo era mucho más sólido, así como la composición y el movimiento de los cuerpos, mucho más dinámicos que los que él concebía
Todo este viene por tres detalles de los cuadros que has elegido para tu artículo: el más flagrante es el del retrato de Vicenzo Anastagui, de El Greco, ya que es evidente la falta de equilibrio en la figura, como si lo hubiera realizado con una cámara actual de fotos de alta velocidad a mitad de un resbalón y la foto no hubiera resultado movida. Parece que un pié quiere seguir al otro en ese movimiento de resbalar. No tiene “peso”, esa aportación que el clasicismo griego aportó tan genialmente al hieratismo egipcio. El cuerpo se cae, literalmente, hacia la derecha del espectador (los pies resbalan hacia la izquierda). Ni siquiera ese “globo” oscuro que ha colocado, intencionadamente -para reducir ese efecto de asimetría- al fondo, envolviendo la figura del retratado, consigue paliar esa sensación de inestabilidad. Imagino que algún reproche le haría al maestro el comitente, así como también imagino la cantidad de excusas “técnicas” que el pintor le daría para no tener que rehacer el conjunto de la figura.
Otro detalle es del bellísimo retrato de Lady Selina Skipwith, pintado por Reynolds. Realmente, lo primero que se aprecia es el retrato psicológico tan profundo que realizas (el pañuelo para el fácil lloro, enrojecimiento ocular, etc.), así como los soberbios detalles en la tela y el fondo del paisaje tan a la manera inglesa…sin embargo, al poco he llegado al punto “feo” que me ensombrece la obra: la escondida mano izquierda que nada tiene que ver con el resto de la figura. El hecho de taparla con el reposa manos sólo produce la sensación de desequilibrio, de caída hacia ese lado de todo el conjunto, dándolo incluso una dureza extra a todo ese brazo en penumbra. Enseguida he recordado a Goya ( aragonés él para todo) que cuando contrataba un encargo hacía especificar en el texto que firmaba, las dimensiones y el número de manos que era preciso pintar. Encareciéndose, como es de rigor, cuanto más trabajo había que realizar.
Por último, señalar un pequeño detalle en el retrato de Pietro Aretino, del Tiziano. No creo que sea casual el pronunciado estrabismo con el que representa al poeta. Ni siquiera que fuera un testimonio fidedigno de la realidad. Me inclino a pensar que hay un tono crítico, mordaz, en esa pronunciada disfunción ocular. Una segunda lectura del tipo: este hombre quiere estar a todas al mismo tiempo, no hay negocio ni asunto que escape a su interés aunque, aparentemente, esté atento a otra cosa. Como si estuviera atisbando todo el revuelo de faldas que se produce a su alrededor a cada instante mientras pretende permanecer quieto ante el requerimiento del pintor. Si como contrapunto a este cuadro nos fijamos en los autorretratos que el pintor veneciano se hacía en la misma época, vemos cómo en esos retratos de sí mismo deja plasmada una mirada limpia, al infinito, tranquila y sin recovecos. Muy ennoblecida. Idéntico plano de tres cuartos a la izquierda, con la dificultad añadida de que su propia imagen debería provenir, necesariamente, de un espejo. No debía ser muy profunda la estimación que tenía de su amigo, pese a ser su mentor.
Dicho así parece que el criticismo a ultranza puede que no le deje a uno la posibilidad de apreciar una obra de arte en toda su extensión, y algo de ello hay. Tiene esa lacra. No obstante, queda el resto, lo bien trabajado, lo muy bien resuelto en numerosas ocasiones. Hay mucho donde admirarse y aprender. Queda la sensación de que tomando lo mejor de cada maestro se puede llegar a realizar una obra en la que todo esté en perfecto equilibrio desde el inicio, sin interrupciones que afeen la obra. Y hay de hecho algunos ilustres ejemplos: Las Meninas, La Sixtina (tanto los paneles del techo como El Juicio Final), el Partenón (entonces no existía la división arquitectura-escultura, todo era escultura), La última Cena…
Pero un creador tiene que traducir esa “totalidad” a su propia obra. He tenido oportunidad de ver cuadros que yo mismo he pintado hace muchos años y que prácticamente no recordaba e, irremediablemente, siempre ha ocurrido lo mismo: mi vista ha ido en primer lugar al punto más vulnerable, peor resulto del conjunto. Después de una mueca de fastidio para ti mismo, sigues explorando el resto…pero sigue estando “allí”, inexorable. Y por muchos años que pasen, esa tara estará perennemente en la obra. Aunque muchas de las veces, sólo seas tú mismo quién la perciba.
Estimada Avelina, simplemente felicitarte por este excelente texto y también por los anteriores!
También quisiera reconocer la inspiración de los tres comentarios que de forma inmediatamente anterior preceden al mío, pero sin ánimo de discrepar, puntualizar que en sentido contrario, pienso que principalmente, y no al revés, son todas esas cuestiones que Fernando Castillo enumera las que hacen que estos trabajos alcancen la categoría de grandes obras de arte.
Por último, exponer como ejemplo de mi opinión, que en absoluto pienso que en el conjunto de la obra de Miguel Angel no podamos encontrar "disonancias": las hay abundantes y muy destacadas. Y no hacen de él un artista menos grande... acaso lo sea el más!
Un cordial saludo.
Creí que había sido claro en la exposición de mi comentario. De su lectura no puede desprenderse, como no podía ser de otra manera, que niegue el valor de las obras de Reynolds, El Greco o Tiziano. Léase bien. Sin embargo los "actos fallidos" (tomando prestada la terminología de Freud) de una obra no creo que sean los que la hacen grande, sino que lo es a pesar de ellos. No era grande Van Gogh gracias al alcohol, sino a pesar de él. Sobre los supuestos "fallos" de Miguel Ángel, conozco absolutamente toda su obra (salvo la Pietá Rondanini de Milano)...y sí, he descubierto dos, después de treinta años de estudio ininterrumpido de su obra, no accesibles a simple vista, pero me los guardaré toda la vida porque dudo mucho que alguien los encuentre.
Y, cómo no, gracias a Avelina por ser la musa inspiradora de debates como éstos.
Estimada Avelina, con tu permiso respondo a las alusiones que el Sr. Fernando Castillo me dirige aunque no me nombre.
Creo haberle leído bien: usted expone su idea sobre conceptos como el error y la autocrítica, y para ello haces uso de datos, descripciones e impresiones y notas autobiográficas.
Ahora, usted me ha leído bien a mi? En ninguno de los tres pequeños párrafos, de mi breve comentario, he escrito que niegue el valor de esas obras.
Desconozco en qué ejemplos aplica Freud esa terminología, pero discrepo abiertamente de la deducción que con ella usted hace. Sinceramente no creo que una obra pueda “ser” algo a pesar de lo que “es”; sobre todo cuando nos estamos refiriendo a grandes maestros a los que sería un insulto no atribuirles la capacidad de reflexión.
El que Van Gogh bebiese es un acto extrapictórico.
Y ya que nombra al genio holandés, cito textualmente de una de sus cartas y como argumento justamente opuesto a todo lo que usted a expuesto: “el que hiciera el color exacto o el dibujo exacto, no provocaría esas emociones”. Y lo dice refiriéndose a su pintura del “café nocturno” a la que previamente, en el mismo texto se ha descrito como “uno de los –cuadros- más feos que haya hecho”.
Celebro su dedicación al estudio de la obra de Miguel Angel. Comparto el entusiasmo. Pero repito que en mi opinión su trabajo, como el de cualquier artista que se precie, esta lleno de errores. Errores en los escorzos, proporciones, perspectivas… genial!
Buenas tardes Avelina,
Quisiera disculparme, pero no he encontrado otra manera de contactarte que a través de los comentarios.
Me pongo en contacto contigo para invitarte a conocer Paperblog, http://es.paperblog.com, un sevicio de difusión cuya misión consiste en identificar y dar a conocer los mejores artículos de los blogs inscritos. El tuyo se adapta a nuestros criterios de calidad y creo que tus artículos resultarían muy interesantes a los lectores de la temática Cultura.
Espero que encuentres el concepto interesante y te motive. Mientras, no dudes en escribirme para conocer más detalles.
Atentamente,
Natalia
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