


La belleza no existe, es una invención de la inteligencia. Y como creación es el resultado de un status superior de pensamiento. La belleza también es una forma de apreciación, vemos la belleza y la comprendemos porque nosotros la hemos inventado. Esta invención fue el primer paso que dimos para cambiar nuestra realidad y demostrar que somos seres con la capacidad de superar lo que está dado por la naturaleza y la circunstancia. La realidad es lo que es, no tiene más salida, la recreación de lo que vemos es lo que le da otro significado y otra dimensión. La belleza va más allá del tema, es una cuestión de factura, de concepción. Por eso la realidad para el arte no es suficiente, el arte requiere convertirla en algo más y en eso radica su belleza.
El horror alcanza sólo la sublimación a partir de la factura con la que es representado y eso le confiere un significado distinto. La enfermedad, la rigidez de un cadáver, la guerra y la miseria más dolorosa cobran otro sentido cuando son recreadas superando su condición de realidad, entonces son deslumbrantes, entonces nace la belleza. Esa es la íntima relación de la belleza con la inteligencia, del arte con la inteligencia. Es la anagnórisis de Edipo ante su madre colgada y los ojos desmembrados con las agujas de sus broches de oro, es la sangre que derrama Ricardo III y las adolescentes sifilíticas de Egon Schiele. Por eso son hermosos los cuerpos destazados de Los Desastres de la Guerra de Goya como lo es el Baño Turco de Ingres, o el Guernica de Picasso, porque la factura nos da una visión superior de la realidad, y la factura es concepto, es un proceso intelectual que se materializa en algo.
En este momento gris y mediocre del arte la inteligencia es la gran proscrita, pero la belleza es la más desprestigiada. La estulticia, la zafiedad, la vulgaridad de ideas y cortedad del lenguaje están en cada cosa que observamos, porque han hecho de esto el tema de la obra y de su bajeza arte. ¿Por qué llevarlo hasta al paroxismo? ¿Por qué colocarlos en un pedestal y hacerlos los nuevos dioses? Los grandes significados de auto llamado arte contemporáneo son lo más elemental y pedestre de la sociedad, utilizan ideas inmediatas y digeridas y siguiendo esos caminos fáciles pretenden enmascarar su incapacidad de comunicar y emocionar. Con esta táctica la inteligencia estorba y la belleza es expulsada como una puta de los templos puritanos y fascistas que son sus museos y galerías. Todo lo que no sea parte de su ideología está fuera, comenzando por la belleza.
En este gulag estético, la pintura que es reconocida como “contemporánea” debe reportar los mismos niveles: mala factura, problemas de resolución, temas banales y torpes, técnica inexistente, sin rastro de inteligencia y por lo tanto sin belleza. Entre más graves sean los despropósitos, la pintura es más moderna, más aplaudida y de paso premiada. Así vemos que la anti pintura es la que pasa los exámenes de admisión en los últimos certámenes, bienales y museos. Si una galería trata de acercarse a los coleccionistas jóvenes, además de poner instalaciones y videos mal editados y fuera de foco, exponen pintura de pésima calidad. Es ya un canon, entre peor sea la pintura es más contemporánea. Si está bien realizada, la composición es coherente, el tema emocionante y el planteamiento del color excelente, entonces la llaman “tradicional”.
Es decir, hoy el sumun del arte es el retroceso intelectual, la veneración desproporcionada por todo lo que no tiene valor y la trasportación al espacio artístico desde los elementos comunes, corrientes, populares hasta los más denigrantes de nuestra sociedad. Por eso vemos dibujos que exaltan la falta de talento de su realizador como piezas “interesantes” y temas de nivel infrapensante como “obras con ironía que invitan a reflexionar sobre nuestra sociedad”. El acto de libertad más valeroso está en exhibir la belleza en pinturas que no tengan pudor de ser preciosistas, desafiantes con su técnica y escandalosas con los temas. Los nuevos marginales son aquellos que buscan a la belleza y a pesar de su ínfimo prestigio la adoran como Artemisa amó a su amante, bebiéndose con vino las cenizas de su cadáver.
Publicado en Laberinto suplemento cultural de Milenio Diario, el sábado 21 de noviembre 2009.