


Eko, Farsa. Grabado sobre madera.
En relación a la crítica que escribí titulada Farsa en Venecia sobre la presencia de México en la Bienal de Venecia, he recibido reacciones en Laberinto y en mi blog (www.avelinalesper.blogspot.com); las agradezco todas. Hoy respondo a un cuestionamiento que manifiestan quienes apoyan ¿De qué otra cosa podríamos hablar? como una obra artística. Plantean una sola idea: que juzgue la obra a partir de criterios estéticos y no legales. Pedir que una persona tenga derecho a actuar con impunidad sólo porque sus intenciones son supuestamente “artísticas” es una situación casi demencial. Vamos por partes.
En esta obra todo su valor radica en los materiales con los que está realizada. El concepto que la sustenta teóricamente es un discurso que reafirma la procedencia y el sentido de los materiales: es denuncia porque es sangre producto de crímenes, ése es el planteamiento. En las entrevistas y explicaciones que dio la autora se jactó de que la obra está realizada con sangre que ella y su equipo obtienen de los asesinatos del narcotráfico y en los enfrentamientos entre la policía, el Ejército y los narcotraficantes. Al proceder los materiales de la escena del crimen y ser éste el concepto rector de la obra, el análisis del marco legal o de la posibilidad de que esto sea falso, es una investigación estética. Es lógico dudar de la obtención legal la sangre, simplemente porque no existe forma legal de tenerla. Así como es parte de su trayectoria la exposición de cadáveres, el tráfico o venta de éstos es un delito y no es una opinión mía, está estipulado con toda claridad en el reglamento del Servicio Médico Forense, SEMEFO. Si existen formas ilegales de obtener cuerpos y sangre, significa que la exhibición cínica de la violación de la ley es parte de la obra y ése es su verdadero sentido. Esto resulta relevante ya que representa a México en un foro internacional y está financiada por el Estado.
¿El impacto estético de la obra? Es nulo porque es una reunión de objetos y lugares comunes del arte femenino o feminista: cubetas, trapeadores, trapos sucios bordados y joyas, elementos presentes en innumerables obras en donde el tema es “ser mujer”. No existe una sola aportación, pintar con sangre lo han hecho muchos artistas, revolcarse en menstruaciones es de rigor en el performance, etcétera. Lo que supuestamente puede hacer esto diferente, es la procedencia de la sangre y eso es lo que cuestiono. Si llaman valentía exhibir la sangre de estos crímenes ¿Por qué nos debemos de limitar a observar sin cuestionar su origen? Porque, o es la exhibición de un trato corrupto o es un fraude que nos representa en Venecia, y delata que nadie del comité seleccionador tuvo el valor de hacerse preguntas obvias y manifestarlas. Son cómplices de un crimen o de una tomadura de pelo.
Observar el arte contemporáneo deber ser un acto de sometimiento, porque la mínima duda lo desmorona, aquí el sentido común es un atentado. Si el origen de la sangre es falso, esto es una gran mentira, entonces ¿Qué hace en una Bienal? ¿Cómo representa a un país entero y a su arte? Y si es real, significa que para CONACULTA y la UNAM es irrelevante violar la ley, es irrelevante ridiculizar y poner en riesgo las investigaciones del más grave problema de México, porque consideran que esto es arte y el arte oficial está por encima de la ley. Las leyes existen para establecer los límites elementales de convivencia, las necesitamos para evitar hechos que desequilibren el funcionamiento social. Decía André Breton que el acto más grande de surrealismo sería salir con una pistola a la calle y disparar a la gente que fuera pasando. Seguramente una aberración de este tipo sería aplaudida por las mismas personas que exigen que no analice el origen de la sangre de esta obra. El arte es representación y recreación, no mentira, no fraude. Nos exige tener una mirada capaz de hacer preguntas. La obra de Margolles no atenta contra las buenas costumbres, atenta contra la elemental inteligencia. Lo que no soporta cuestionamientos sólo sobrevive con la complacencia, con la apreciación muda y entreguista. Resulta que la obra ¿De qué otra cosa podríamos hablar? pide hablar de cualquier cosa, menos de lo que expone.
Publicado en el suplemento Laberinto, de Milenio Diario y en el programa de radio Señales de Humo, de la Universidad de Guadalajara.