Dormir es entregarse, soñar es hacer de esa entrega un vicio. El lenguaje de los sueños ha vivido su propia evolución, tiene como la humanidad su antes y después de una era. Existen tres épocas de los sueños: en la primera éramos seres con dioses y oráculos, después las religiones monoteístas se convirtieron en aparato represor de la sexualidad y la llegada de Freud. Mientras los sueños eran divinos servían de mensajes, en el momento en que los dioses se olvidaron de nosotros por nuestra necedad de creer en otro paraíso que no fuera el cuerpo los sueños fueron un canal secreto que divulgaba nuestras miserias.
Para Cicerón los vaticinios de los sueños son los únicos que tienen respuestas verdaderas y nos da el origen de esas imágenes: que son inspiradas porque el espíritu en libertad es capaz de ver el futuro, son las almas de los muertos que se comunican con nosotros o porque el espíritu del oráculo nos utiliza como medio para decir algo. Lo que vemos y hacemos en sueños es una realidad intangible que guarda sus consecuencias. Son imágenes que crean un código que forma un lenguaje, a través de ellas entendemos mensajes y estos nos dice Cicerón nos ayudan a tomar decisiones. La decisión más trascendental que podemos tener con estás imágenes efímeras es hacerlas eternas a través del arte. Las almas que sueñan son libres y están excitadas sin raciocinio ni ciencia, por eso interpretar los sueños es trabajo de sabios.
Platón advertía que nos podíamos sentir avergonzados de nuestros sueños, que la embriaguez, el exceso de comida nos arrastraban a tener sueños incestuosos, vernos poseídos por animales y cometer asesinatos; esto más que invitar a la moderación es un reto para quien quiera vivir esta aventura o es una pintura de Blake en la penumbra. Los sueños son inspiración y significado de obras y podemos ver su mensaje, saber lo que el oráculo reveló al artista.
Sueño: A un hombre un doctor le saca una piedra de la cabeza, una mujer mira coronada con un libro, está en medio del campo y la sangre fluye del cráneo del hombre. El oráculo avisa, las piedras son el pasado, déjalo, extirparlo de la memoria, la mujer con el libro es lo que tienes que saber y no entra en una cabeza ocupada, vaciarla de pasado le da sitio al futuro. La imagen es del oleo “La extracción de la piedra” del Bosco. Soñar esto no es remoto lo que hace al genio es representarlo. El arte es una revelación, las pinturas del Bosco están habitadas por sueños, los personajes se entregan a animales, cagan dinero, son torturados y exhiben su desnudes en situaciones indeseables, estas pesadillas nos dicen que esos animales son una traición inminente y ese dinero que caga es pérdida. Los presagios nos dan la fuerza de seguir soñando, de creer y habitar esta realidad con una vida onírica que no controlamos, que nos hace suyos como un vicio y suprime nuestra libertad.
Lo que era lenguaje divino, para Freud fue lenguaje patológico, y los avisos de los dioses se convirtieron en señales de enfermedad y frustración. La humanidad dejó de tener conflictos de grandeza para tener conflictos de represión, y Freud escarba en el lenguaje de los sueños y lo traduce exhibiendo nuestra miseria, el nuevo oráculo de Delfos está en Viena riéndose del sufrimiento. En la medida en que las imágenes se acercan a Freud se alejan de los dioses y los oráculos. Los artistas que representan las imágenes del diván del psiquiatra crean lo que Cicerón identifica como sueños falsos y dice “los falsos parecen fábulas”. Entre los sueños que menciona como falsos está uno de Príamo en donde ve a Hécuba parir una antorcha en llamas, entonces para conocer la verdad consultó a Apolo quien en otro sueño le reveló que no reconociera a su primer hijo, pues seria la ruina de Troya y de Pérgamo el azote.
El sueño falso es un sueño que le encantaría Freud, diría que esa vagina que pare una antorcha es el odio femenino por la maternidad. Antes Priamo consultó al oráculo de Apolo, ahora el psiquiatra da una respuesta.
Los surrealistas tomaron las imágenes freudianas, era muy moderno estar en psicoanálisis y jactarse de eso. Las obras surrealistas dan un mensaje que se descifra con una visión psiquiátrica, lo que las hace posibles es que en la penumbra de un diván todo puede ser confesable, lo que las aleja de los sueños reales es la intención de hacerlas freudianas. La Violación de Rene Magritte es la síntesis de la sexualidad que creó la psiquiatría, es un rostro mudo con una vagina por boca, ojos ciegos que son pezones, es el sexo que no ve y no pide, esta para ser penetrado. La toma por asalto de los surrealistas con su invención del lenguaje onírico creo una nueva forma de soñar y de interpretar este lenguaje, esas imágenes poseyeron la conciencia colectiva y aunque nadie sueñe así admitimos que son sueños. Este nuevo lenguaje es intraducible para los que buscan vaticinios y traducible para los que buscan patologías.
Si para mirar a Blake y sus pesadillas necesitamos un oráculo que nos guie de la mano como Virgilio guió a Dante, con las obras surrealistas irrumpimos en emergencias. La mesa de Kurt Seligmann, hecha con tres piernas de un maniquí de mujer o la serie de fotografías de Hans Bellmer “La Muñeca” son cuerpos femeninos mutilados, despedazados, que construyen una cosa que no es una mujer, que hacen un ser que no siente el dolor, es una venganza que el analista diagnosticaría como odio a la madre y miedo a la sexualidad femenina. Esto revela una patología mayor, el sexo es un problema que antes no existía, es impensable que Cicerón describa un sueño de esta naturaleza.
En las obras del Bosco los personajes fornican entre ellos y están en un infierno eterno que es lujuria en todas sus formas, pero como desconocen el psicoanálisis y solo saben del pecado sus actos no tienen motivos inconscientes, lo hacen con deliberación, con violencia, la promiscuidad es una puerta que una vez franqueada no tiene regreso. Entre las limpias imágenes de diván de los surrealistas y las oscuras imágenes de Blake o del Bosco entendemos con certeza que cambiamos la penumbra de las pasiones por la luminosidad de una clínica. Transformamos el placer en dolor con susceptibilidad de ser anestesiado, lo que podía ser una pesadilla que nos revelara la inmensidad del abismo interno desembocó en un embudo para hacer un hilo que se puede diluir con opiáceos.
Nos trasformamos, del lenguaje de dioses hablamos el idioma de la vergüenza y ahora nos llenamos la boca con patologías nimias, con dolores que buscan receta médica.
Publicado en la Revista Replicante 19, La palabra y la lengua. http://www.revistareplicante.com/