
Parrasios cuando pintó el retrato de Prometeo encadenado compró un esclavo. Lo encadenó y sin darle de comer y beber lo hizo posar durante jornadas agotadoras, necesitaba ese rostro que mira al cielo buscando clemencia. Los ayudantes le pidieron piedad para el anciano esclavo. Parrasios respondió “es mío, lo he comprado”. Caravaggio para pintar la muerte de la virgen fue por el cadáver de una prostituta y trabajó hasta que el cuerpo entró en descomposición. Los obispos al verlo le reprocharon el excesivo realismo, “está verdaderamente muerta”, asunto grave para el dogma porque contradice a la fe. Rembrandt pintó después de la muerte de su esposa a un buey abierto en canal, dorado y rojo, colgando la fuerza y la carne, inerte, demostrando lo que vale un cuerpo sin vida. Las personas no podían mirarlo, es demasiado carnal, casi humano. Aquí la constante es la maestría. El arte es representación y se vale de los medios necesarios para que el objeto plasmado supere a la realidad. La obra le tiene que otorgar una condición que antes no tenía, el cadáver de una prostituta es una virgen muerta que impacta y evidencia los mitos; si ella muere no existe la eternidad. La obra es la demostración del talento y la técnica del artista. Degas observaba los caballos en el hipódromo y después en su casa recordaba y recreaba las composiciones con figuras de madera, para el público sus hermosos cuadros en parte eran resultado de la paciencia de un caballo que conocía la virtud de posar sin protestar.
Pero el arte ha dado un giro y la explotación de la crueldad es un negocio más rentable que la explotación del talento. Desde que Beuys se paseó con una liebre muerta explicándole la pintura que él no entendía, los nuevos autores que desconocen el arte de la representación convocan a la barbarie para atraer al público a exposiciones que son un circo despiadado. Utilizando los mismo efectos e ideas del cine gore de la más baja serie b, crean obras en donde el único talento es la decisión de asesinar a un animal, humillarlo, maltratarlo y despojarlo de su dignidad. Han sustituido el talento por la crueldad. La muerte o el sufrimiento del animal es la obra misma. La belleza animal es utilizada y masacrada.
Los caballos colgantes de Maurizio Cattelan; los animales cortados en canal sumergidos en formol de Hirst; el perfomance de Gulliermo Vargas “Habacuc” dejando morir de hambre y sed a un perro atado en una galería, con la complicidad infame del curador y una excusa absurda con sentido social para permitir el sacrificio. Y podemos seguir porque hacer esto es fácil, un cerdo muerto abrazado por una performancera, la Abramovic con su propia liebre muerta, Xu Bing pintó cerdos como pandas, les puso máscaras y los metió en una galería para que se rieran de ellos, etcétera. Ahora la obra es el poder del que declara que como todo es arte, también la barbarie es arte. La realidad es que es más fácil hacer un carrusel con caballos muertos y putrefactos o meter animales en formol que pintarlos como Walton Ford o Delacroix. Motivar la crueldad metiendo peces en una licuadora o glorificarla haciendo de la galería un sitio sin límites y dejar que un animal muera ahí adentro. El discurso es aun más inmediato que las obras y los curadores gritan, “se escandalizan de esto y no de las muertes de la guerra o la violencia en la sociedad”. Dos mentiras en un solo discurso, porque sí nos escandalizamos por la guerra y nos indigna la descomposición social. Y la ni la guerra ni los noticieros son arte. La recreación es arte. El combate de las amazonas de Rubens, su violencia, las lanzan entrando en esas abundantes carnes y los caballos con espuma es arte, exhibir un animal muerto no es arte. El perro de Otto Dix, noble con un perfil riguroso y preciso, los gatos de Balthus, son arte, la demostración sanguinaria para enmascarar la cortedad de un autor no es arte. En la misión de escribir la Historia entran intereses que imponen la trascendencia de personajes que estarían mejor en el olvido, eso hace que su presencia se mantenga dentro de un ámbito en el que sólo el verdadero arte debe estar presente. Las mentiras no son eternas, los mitos caen siempre a tiempo.
Publicado en Laberinto de Milenio Diario el sábado 14 de marzo, 2009.