martes, 24 de noviembre de 2009

LA BELLEZA, ESA PUTA



Obras de Philip Guston, influyente en la concepción de que la pintura contemporánea no debe ser bella.


La belleza no existe, es una invención de la inteligencia. Y como creación es el resultado de un status superior de pensamiento. La belleza también es una forma de apreciación, vemos la belleza y la comprendemos porque nosotros la hemos inventado. Esta invención fue el primer paso que dimos para cambiar nuestra realidad y demostrar que somos seres con la capacidad de superar lo que está dado por la naturaleza y la circunstancia. La realidad es lo que es, no tiene más salida, la recreación de lo que vemos es lo que le da otro significado y otra dimensión. La belleza va más allá del tema, es una cuestión de factura, de concepción. Por eso la realidad para el arte no es suficiente, el arte requiere convertirla en algo más y en eso radica su belleza.

El horror alcanza sólo la sublimación a partir de la factura con la que es representado y eso le confiere un significado distinto. La enfermedad, la rigidez de un cadáver, la guerra y la miseria más dolorosa cobran otro sentido cuando son recreadas superando su condición de realidad, entonces son deslumbrantes, entonces nace la belleza. Esa es la íntima relación de la belleza con la inteligencia, del arte con la inteligencia. Es la anagnórisis de Edipo ante su madre colgada y los ojos desmembrados con las agujas de sus broches de oro, es la sangre que derrama Ricardo III y las adolescentes sifilíticas de Egon Schiele. Por eso son hermosos los cuerpos destazados de Los Desastres de la Guerra de Goya como lo es el Baño Turco de Ingres, o el Guernica de Picasso, porque la factura nos da una visión superior de la realidad, y la factura es concepto, es un proceso intelectual que se materializa en algo.

En este momento gris y mediocre del arte la inteligencia es la gran proscrita, pero la belleza es la más desprestigiada. La estulticia, la zafiedad, la vulgaridad de ideas y cortedad del lenguaje están en cada cosa que observamos, porque han hecho de esto el tema de la obra y de su bajeza arte. ¿Por qué llevarlo hasta al paroxismo? ¿Por qué colocarlos en un pedestal y hacerlos los nuevos dioses? Los grandes significados de auto llamado arte contemporáneo son lo más elemental y pedestre de la sociedad, utilizan ideas inmediatas y digeridas y siguiendo esos caminos fáciles pretenden enmascarar su incapacidad de comunicar y emocionar. Con esta táctica la inteligencia estorba y la belleza es expulsada como una puta de los templos puritanos y fascistas que son sus museos y galerías. Todo lo que no sea parte de su ideología está fuera, comenzando por la belleza.

En este gulag estético, la pintura que es reconocida como “contemporánea” debe reportar los mismos niveles: mala factura, problemas de resolución, temas banales y torpes, técnica inexistente, sin rastro de inteligencia y por lo tanto sin belleza. Entre más graves sean los despropósitos, la pintura es más moderna, más aplaudida y de paso premiada. Así vemos que la anti pintura es la que pasa los exámenes de admisión en los últimos certámenes, bienales y museos. Si una galería trata de acercarse a los coleccionistas jóvenes, además de poner instalaciones y videos mal editados y fuera de foco, exponen pintura de pésima calidad. Es ya un canon, entre peor sea la pintura es más contemporánea. Si está bien realizada, la composición es coherente, el tema emocionante y el planteamiento del color excelente, entonces la llaman “tradicional”.

Es decir, hoy el sumun del arte es el retroceso intelectual, la veneración desproporcionada por todo lo que no tiene valor y la trasportación al espacio artístico desde los elementos comunes, corrientes, populares hasta los más denigrantes de nuestra sociedad. Por eso vemos dibujos que exaltan la falta de talento de su realizador como piezas “interesantes” y temas de nivel infrapensante como “obras con ironía que invitan a reflexionar sobre nuestra sociedad”. El acto de libertad más valeroso está en exhibir la belleza en pinturas que no tengan pudor de ser preciosistas, desafiantes con su técnica y escandalosas con los temas. Los nuevos marginales son aquellos que buscan a la belleza y a pesar de su ínfimo prestigio la adoran como Artemisa amó a su amante, bebiéndose con vino las cenizas de su cadáver.

Publicado en Laberinto suplemento cultural de Milenio Diario, el sábado 21 de noviembre 2009.

viernes, 13 de noviembre de 2009

BACON, SANGRE EN EL PISO



Bacon en su estudio.
Retrato de Inocencio X, a partir de la obra de Velázquez.
Pintura 1946.

AND HUMILITY CAN ONLY BE BORN OF HUMILIATION; OTHERWISE IT IS NOTHING BUT VANITY.
QUERELLE, FASSBINDER/GENET.
La infancia de Bacon fue una mezcla de humillación, dolor, miedo, violaciones y deseo erótico. Una infancia similar a la de miles de niños. Lo que es material de diván para toda la vida, para Bacon fue material que alimentó su obra, convirtiéndola en un lenguaje asumido y con el que pudo describir su existencia de forma más que explicita. “My whole life goes into my work” decía en las escasas explicaciones que daba de su obra. En la gran Retrospectiva que organizó la Tate de Londres, que ya viajó al Prado de Madrid y que hoy se encuentra en New York en el Metropolitan Museum, vemos las mismas reacciones que provocó Bacon desde el inicio de su carrera: adoración y repulsión. Está la magnífica Tres estudios para figuras en la base de una crucifixión 1944, los páneles enormes, anaranjados con sus falos dentados, feroces, el central con los ojos vendados, la cabeza ciega que muestra sus colmillos. La figura del panel derecho abre las fauces con un apetito insaciable. Bacon nació en Irlanda en medio de los conflictos bélicos religiosos, su familia inglesa no era bienvenida, pero eso no era lo más doloroso o grave de su situación: su padre enfermo de crueldad representaba para Bacon el sexo masculino, el poder, la violencia que vemos en estos falos despiadados. El sexo sin gratificación, con dolor. Y esa crueldad se trasformó en el masoquismo que Bacon explotó como uno de sus vicios más penetrantes. Con una madre muy inglesa, y por la tanto fría y desinteresada de la suerte de sus hijos, Bacon estaba solo ante la furia del padre que odiaba tener un hijo visiblemente homosexual. En una fiesta familiar Francis se disfrazó de niña. Su padre decidió educarlo y lo dejó a cargo de sus criadores de caballos, de los mozos de cuadra, de los empleados del establo. Lo violaban, golpeaban y por supuesto la terapia paterna no funcionó, al contrario, le abrieron a Bacon las posibilidades del placer, le mostraron el camino oscuro de gozar con lo que está prohibido. Pero a diferencia de su padre y de sus caballerangos irlandeses, Bacon fue valiente y tomó su primera gran decisión: no vivir una doble vida. Él era homosexual y no lo iba a disfrazar con una familia respetable y rica como la de su padre o una mujer golpeada como la de los caballerangos. Este valor le dio a Bacon cinismo y alegría, lo hizo generoso con sus amigos, un exquisito en sus elegantes gustos  y lo impulsó a seguir tomando decisiones. Decidió ser pintor después de ver a Picasso en Paris en 1927 en la Galería Paul Rosenberg, y lo hizo realidad tomando apenas unas clases de pintura con su amante Roy de Maistre.
Y pintó, rompió cuadros, pintó y rompió más, hasta que quedaron los que hoy vemos, los que tanto han venerado y odiado en casi todo el mundo. Los Tres estudios para figuras en la base de una crucifixión 1944 están situados en planos etéreos, en medio de ningún lado, con las líneas que él usaba para crear dimensión espacial y que llamó “space frames”, la zona psicológica de sus obras. Estas figuras-falos son la base de la crucifixión, son la base del sufrimiento, la del panel derecho espera acechante, mira las otras que exigen su víctima y ella, como un buitre comerá los despojos de sus compañeras. El fondo anaranjado está manchado, borrado, para imponernos con más violencia las figuras-falos. Bacon decía que su naturaleza era tímida y luchó con gran éxito en cambiarla, porque si algo está lejos de la timidez es saber describir a nuestros demonios y en un giro de placer, venganza y masoquismo, hacerlos nuestros amantes. Bacon repitió el patrón toda su vida, sus amantes serían seres furiosos, violentos, su padre mil veces, su cama sería siempre ese establo. La crucifixión es un castigo. El crucificado desciende para ser sodomizado por su verdugo.

"PINTO PARA EXCITARME".
BACON.
"GET THE BUTTER".
LAST TANGO IN PARIS.

Tríptico inspirado en el poema de T.S. Eliot Sweeny Agonistes es una de las obras con más público, hay que empujar para verla, algunos dicen que es horrible, Roberta Smith del New York Times se quejó de que era: "sólo violencia y pintura gay", y odió la curaduría. La curaduría es sobria, como lo exigía Bacon en todas sus exposiciones, las cédulas apenas tienen el título de las obras. Bacon siempre se disgustó cuando alguien trataba de explicar su obra, decía que el público debe sentir sus pinturas y quedarse con sus formas, él era a “maker of images”. Pero claro, con el vicio del arte conceptual de “explicarlo” todo para que la obra sirva de algo, esta curaduría es una novedad absoluta. Por lo de la violencia, no lo veo como un defecto, tampoco las imágenes eróticas, estamos es una época de puritanismo medieval y estas pinturas rompen con este ambiente represivo y asexual. Tríptico inspirado en el poema de T.S. Eliot Sweeny Agonistes es una de las obras más interesantes en la resolución de la composición, el desarrollo de tres historias y el color. En el primer panel vemos unos cuerpos unidos hasta la deformación, no son uno solo, son despojos de dos hombres, están en el centro de una cama-jaula y tienen en frente un espejo. Bacon, que amaba a los cuerpos bellos, se obsesionaba con imágenes de seres deformes, tenía cientos de fotos regadas en el piso de su estudio, fotos de Muybridge y de libros de medicina, le encantaba esa transformación inhumana que podemos alcanzar en el placer, la enfermedad y la furia. En este primer panel los cuerpos están convertidos en una amalgama de carne, hay pastillas y cigarros a un lado de la cama, el espejo refleja con desolación una mesa en una esquina y parte de la cama que está sobre un círculo rojo sangre, si aquí hay placer también hay dolor. Cuando Bacon pintó esta obra estaba enamorado de George Dyer, un ladrón del East End, que conoció en sus excursiones nocturnas por los bares de Londres. Era un tipo ignorante que le costó mucho asimilar que vivía con un artista que cada día era más famoso. La obra es una premonición del final de esta relación. La videncia, según los místicos es un don divino que surge con la observación, se puede entrar con tanta profundidad en el alma humana que esta se revela y denuncia su futuro. La relación de Dyer y Bacon era alcohol y sexo. Pero mientras Bacon pintaba, Dyer hacia nada, estaba con un hombre rico y no tenía que robar, ya no iba a la cárcel, así que solo bebía y tomaba pastillas.
El panel central del Tríptico es una habitación con una puerta abierta a la noche, un paisaje desolado y frío. Sus restos o el cadáver putrefacto de esa relación son un montón de ropas ensangrentadas, están sobre una maleta abierta-mesa-coche, la sangre deja testimonio de lo que esa vida fue, sobre el suelo púrpura caen objetos y ropa que sin dueño no valen nada. El púrpura, el violeta de la noche y el verde de la cama y la mesa arrojan al primer plano la sangre y los restos. El centro de esa pintura lo tiene la orgánica descripción de nuestras pasiones, son nuestros fluidos los que dejan huellas. En el panel final regresamos a la habitación del espejo, y el cuerpo que antes tenía un compañero incrustado ahora está solo y gime desesperado, se retuerce con la boca abierta, sin control de su musculatura, la cama evidencia su vacío porque ya no están ni los cigarros, alguien se ha ido durante el sueño, como un ladrón, desapareció furtivo por esa puerta. Desde el espejo una presencia profesional y analítica observa al sufriente. Esta pintura fue realizada en 1967, en el estudio desordenado y pequeño de Bacon. En 1971 en la exposición del Grand Palais de Paris, antes de la inauguración, George Dyer se suicidaba en el baño del hotel con una mezcla de alcohol y pastillas. Al principio creían que se había golpeado con el lavabo al caer, luego descubrieron que fue la sobre dosis. “Life is death, death is life”, dice el poema de T.S. Eliot. Durante la inauguración le avisaron a Bacon, mientras miraba con el presidente Georges Pompidou una de sus obras. Se acercó el gerente del hotel y le dijo “tengo que comunicarle que su amigo se ha suicidado”. Murió como en otro de los trípticos de Bacon, sentado sobre el excusado. Bacon siguió con la inauguración, la fiesta no se detuvo, después diría como Oscar Wilde “Each man kills the thing he loves”.

I WILL BE YOUR COW TOO.
I GET TO MILK YOU TWICE A DAY. HOW ABOUT THAT?
LAST TANGO IN PARIS.
Durante la exposición del Grand Palais, Bernardo Bertolucci estaba filmando el Último Tango en Paris. Quedó muy impresionado con las pinturas de Bacon, regresó a la exposición con Marlon Brando y le mostró los cuerpos masculinos, las habitaciones desoladas, las bombillas peladas. Dos figuras 1953, Retrato de George Dyer hablando 1966, Tríptico, Estudio del cuerpo humano 1970. Hombres corpulentos que Bacon creaba inspirado en sus amantes y en los cuerpos de Miguel Ángel, en los esclavos que censuraría el Vaticano por verse en exceso sometidos a su cuerpo. Le repetía a Brando que debía ser un hombre así, animal, voraz, sin entendimiento racional, solo cuerpo. Paul-Marlon es George Dyer o Peter Lacy, los hombres que le daban placer y problemas a Bacon, pero es también los hombres que ligaba en los bares y que lo molían a golpes y lo dejaban tirado en la calle. El dolor del amor violento del Último Tango describe las relaciones de Bacon, y de las que siempre fue el único sobreviviente. Esa capacidad de salir de todos los excesos con vida acompañó a Bacon muchos años.
En el MET hay una sala con una reproducción del estudio de Bacon, las fotografías que pintaba -casi nunca pintó del natural- y una gran foto de su estudio, vemos los libros de arte rotos y tirados, las pinturas y los pinceles amontonados. Están las fotos arrancadas de libros de medicina que describen enfermedades bucales y las fotos de nazis vociferantes, esas bocas abiertas que dejan escapar bestias, son presencias que repiten en muchos cuadros. En las vitrinas están las imágenes del retrato del Papa Inocencio X de Velázquez, el Papa cruel y odiado, que murió solo, su amante y su hija no se atrevieron a tocar otra vez su cuerpo. En estas pinturas une dos obsesiones, Velázquez y las bocas abiertas. El Papa grita desde una penumbra que lo hace espectral, la boca abierta hasta la dislocación, llena de dientes rodeando un agujero negro aúlla odio, soledad y vive en su eternidad sin carne y sin poder. Estas pinturas las hizo a lo largo de su vida, y son las que sobrevivieron a uno de los tantos ataques de furia de Peter Lacy que arrasaba con los cuadros de Bacon y los despedazaba. Estas catarsis le excitaban mucho a Bacon hasta que se aburrió. No podemos vivir solo de crecendos, necesitamos algunos pasajes piano, piano. Cuando Bacon ya no amaba a Lacy, este también se buscó la muerte con sus excesos. “Toda la gente que he amado muere de forma trágica, ese es mi destino” decía borracho.
El Estudio a partir del Retrato del Papa Inocencia X de Velázquez 1953, está dentro de una de sus “space frames” dorada, es un baldaquín que lo sostiene, el Papa no tiene piernas, se sujeta con sus manos-garras a la silla, el púrpura de su manto enmarca la cara que se desvanece en la penumbra, la piel cadavérica, blanca, trasluce la oscuridad, rayos dorados caen por todo el cuadro creando una jaula más que un baño de luz. Al ver esa crueldad muerta solo puedo pensar en el padre de Bacon, en el hombre que lo maltrataba, que gritaba pateando las paredes, que amaba la cacería y las armas y que despertaba esa dualidad de fascinación sexual y miedo. Éste es al que teme, el otro es al que deseó y que lo rechazó, entregándolo a los sirvientes, diciéndole no estás a mi altura. ¿Un Santo Padre así merece una pintura cómo esta? No, la pintura es excelente, la historia es solo eso, parte de una biografía escandalosa, como la de todos, si dijéramos la verdad. La exposición es exhaustiva, los trozos de carne que recuerdan al buey desollado de Rembrandt están colgados con sus escuetas cédulas Pintura 1946, y Segunda versión de Pintura 1946. En los 80’s retoma a la tragedia griega como inspiración en Edipo y la Esfinge después de Ingres y El Tríptico Inspirado en la Orestíada de Aquiles 1981.La muerte de George Dyer mató a los celos y las furias, aquí vemos los cadáveres de la vida de Bacon. Ya al final de su vida Bacon estaba agotado por el alcohol y sus amantes eran más pacíficos, John Edwards fue un acompañante infiel pero tranquilo y eso se refleja en sus obras, que son más serenas, vemos a Edwards sentado con las piernas cruzadas relajado, y los autorretratos de Bacon. Después de que le extirparan un riñón con cáncer, la vida de Bacon dejó el placer violento, su último viaje, buscando a un joven español, le costó la vida. En alguna ocasión dijo que lo peor que podría sucederle a cualquiera era morir rodeado de monjas, y así murió, en un hospital católico de Madrid, con monjas a su lado. “I give the name violence to a boldness lying idle and enamored of danger” Genet.

Metropolitan Museum of Art.
Francis Bacon: A Centenary Retrospective
May 20, 2009–August 16, 2009

domingo, 8 de noviembre de 2009

LEJOS DE LOS MONOPOLIOS







Retrato de AMM, Rafael Rodríguez.

Turris Davidica, Alberto Vargas.

Los Exiliados del Imperio de la Razón, Martha Pacheco.

El centralismo dominante de la Cuidad de México crea una cortina que nos impide ver el quehacer artístico de otras ciudades. En el D.F. los museos contemporáneos son recintos para cocteles y bodegas de objetos que complacen a las colecciones privadas. Insisten en lo que ya es obsoleto en el extranjero y lo imponen como tendencia. El ambiente de las artes “visuales” se debate entre una falsa marginalidad, pelear becas y la apatía. La prioridad es quedar bien con los museos, el marketing, los curadores, el status. Es un universo pequeño, frustrado y adicto. Fuera de este viciado clima, podemos ver cosas que rompen con la necedad de congraciarse con los monopolios estéticos y políticos. Oaxaca con su feliz independencia y su misión artística se ha convertido en una identidad cultural. Monterrey tiene distancia física y cultural hacia el D.F. y pelean por su espacio en el quehacer artístico.

La galería regiomontana Arte Actual Mexicano expone pintura y escultura. Martha Pacheco, Los exiliados del Imperio de la Razón. Colección de estremecedores retratos de internos de centros psiquiátricos. Óleos hiperrealistas de miradas perdidas, ausentes, sin la conciencia de que están siendo retratados, observados con la misma obsesión con la que ellos se desprenden de la realidad. Cada retrato los ata a un momento que para su enfermedad no existe. Es una serie realizada por encargo del galerista Guillermo Sepúlveda, le envió al centro psiquiátrico los lienzos y los materiales y Martha pintó desde la comprensión de quien es un gran marginado de esta sociedad sorda y ciega. Son medianos formatos que turban el entorno, seres pacíficos, pero ausentes, mujeres sin emociones. Es abrumadora la cercanía real con la locura, ese destino más terrible que la enfermedad, más negro que la muerte. Pacheco -que conoce perfectamente la inercia del cadáver- se hunde en la inercia de la locura, más devastadora de observar. Miradas anestesiadas que nos dicen “estoy en manos de un experto qué no sabe lo que siento, que no conoce mi cerebro”. Paraliza la presencia de estos lienzos en los que los modelos son en la vida real estorbos de la sociedad, la demencia es un estigma más grave que el crimen, la gente puede confesar a un pariente preso, nadie confiesa a un pariente en el “manicomio”. Las pinturas están realizadas con luz de día, eso las aleja de la metáfora, las ubica con veracidad en un espacio clínico. El esfuerzo de las instituciones por sensibilizar el fenómeno es inútil ante la obra de Pacheco, lo que para la institución es una patología, para ella es materia de creación. Hace lo que al artista le corresponde: crear una obra de arte a partir de lo más terrible de la existencia. Nos remite a Brueghel, al Bosco, sus enfermos, esos dementes que eran malditos o brujos.

Los retratos de Rafael Rodríguez, ganador con su obra Lola, del 2nd Prize Winner / BP Portrait Award, National Portrait Gallery London 2006. Exponen sus obras de pequeño formato, casi postales. Retoma el uso romántico del retrato, la imagen que podíamos llevar con nosotros para tenerla cerca del cuerpo. Van más allá del hiperrealismo porque superan a la fotografía, es una intromisión violatoria de la intimidad de la persona, entra en el abismo. Son carnales, vulnerables y humanos, pareciera que el retratado es siempre el artista, que se deja poseer por su modelo. Algunas tienen la luz de frente, fría, iluminación acusadora. Se mete en el fondo de esos rostros para tomar su sensibilidad a puñados y arrojárnosla en la cara. En un rompimiento dramático, para concientizarnos de que el arte no es realidad, en algunas obras aplica una veladura blanca que los separa de nosotros.

Las esculturas metálicas de Alberto Vargas, verticales, son torres inhabitables que nos intimidan. Ángulos de acero inoxidable y plata, como cuchillos arquitectónicos. Amenazan con ensartar y dejar suspendido al que caiga en esta trampa limpia y solemne. Las columnas cambian su geometría aumentando su elevación, totémicas. Observé que los jóvenes regiomontanos compran pintura, la estudian cuidadosamente y se sienten orgullosos de sus adquisiciones. Rompen el mito de que el arte para jóvenes tiene que ser basura.

Galería Arte Actual Mexicano. San Pedro Garza García. Monterrey Nuevo León.

Publicado en Laberinto de Milenio Diario, el sábado 7 de noviembre del 2009.