domingo, 25 de octubre de 2009

EL GRECO NO CREE EN DIOS.



San Sebastian, San Juan y San Pablo, del Greco.

Teresa de Ávila decía “no es necesario purgar el deseo de las imágenes corporales, o involuntarias que lo alimentan”. El Greco pintó en medio de las guerras de religión, entre los cadáveres de judíos, protestantes, musulmanes y creyentes de otros mitos. La Matanza de la noche de San Bartolomé fue una estrategia política que la reina Catalina de Medicis dejó como regalo de bodas para su hija de piernas suaves, pervertida y culta, Margarita de Valois, el festín fue de miles de cabezas de hugonotes que rodaron por las calles de Francia mientras la orgía cerraba un matrimonio político. Dos años antes el Greco llegaba a la más oscura y puritana Toledo. El Duque de Alba famoso por su sanguinaria doctrina católica de hacer llegar a dios miles de almas entregando hombres al infierno de la guerra, resuelto a pasar a la historia como un ser sin piedad y creyente, peleando en nombre de Dios y del rey. En medio de esta atmosfera supersticiosa y llena de miedo por demostrar cualquier fe que no fuera la católica, el Greco tenía que pintar. Para ser libres hay que huir de la libertad, hay que evitar su demostración, la idea de la libertad nos ata a la realidad. Negar esta realidad nos hace libres. Ese fue el ejercicio de este griego para manifestar su fe con cuerpos plenos de sensualidad, sus personajes debían demostrar apetitos y exhibir que son producto de las pasiones. Su Cristo Crucificado dice que a él lo creó la sensualidad de Hera y el ardor incontenible del desaforado Zeus. El Greco decidió no salir del enigma, no dejar la oscuridad del silencio que se les atribuye a los místicos para representar a sus propios dioses: los hombres.

Esto lo hacía cumpliendo los encargos que sus mecenas le ordenaban, si pedían santidad él les entregaba vientres firmes y ojos en éxtasis. En su casa la vida era una mezcla de osadía y hedonismo, rodeado de sus discípulos, los agasajaba con cenas y fiestas, músicos y regalos, ser parte del taller era un privilegio y la entrada a una vida deliciosa que llenó al Greco de deudas.

San Sebastián atravesado por flechas, con su cuerpo pálido, que no resiste a la violencia, se desvanece en un placer cómplice, dócil, tiene un brazo atado que reposa, no es una cuerda que hiera y detenga al mártir, es apenas un lazo que se pone para enfatizar un juego, apoya la rodilla en una roca y abre una pierna dejando caer el ligero lienzo que cubre su sagrado falo. El cielo, a diferencia de otras imágenes religiosas, es azul y se abre como una puerta que indica que ese instante es sólo el inicio de una aventura insaciable. Esas pasiones carnales, físicas, con escenas que anunciaban una adicción que estaba comenzando, son propias de los ritos que las masacres querían expulsar. El Greco se propuso a engañar a quienes se empeñan en mirar la superficie y lo logró. Ver en sus obras la mística católica es cerrar los ojos a la pasión que con atrevimiento describe en cuerpos que son el símbolo final de toda creencia y refugio de los grandes mitos. Sus Cristos son corpóreos, se atan a una cruz bajo cielos tumultuosos, negros y trágicos, para decirnos que ese recinto infinito no existe, somos este ser atado a una cruz que pide que su carne sea amada. Los colores que inflaman sus obras las acercan con descaro pagano a lo fantástico, nunca a la idea puritana que en ese momento Felipe II instauraba como religión oficial en España.

Esa rebelión de los colores es la salida del Greco para desmantelar la creencia de que la fe es un salvo conducto para llegar a la muerte con las credenciales aprobadas. No hay más fe que nuestra naturaleza y las pasiones son la razón de la existencia. Los Apóstoles son hombres con las uñas sucias, los cabellos enmarañados, las ropas en desorden, la mirada extraviada, son locos que se esconden tras su demencia para evadir la respuesta a las dudas de su fe, para no ser reconocidos entre los que son arrastrados cada día a las piras de leña y las celdas de las leyes santas. Con sus colores eléctricos el Greco los separa del mundo y se separa a sí mismo con la libertad de saber que no pertenece a esto. La prisión de la fe le dio al Greco las llaves para evadirse. Hoy seguimos contemplando su espléndida huida.

Domenikos Theotokopoulos, 1900, El Greco, estará abierta al público desde el 4 de septiembre hasta el 1° de noviembre de 2009 en el Museo del Palacio de Bellas Artes.

Publicado en Laberinto de Milenio Diario el sábado 24 de octubre del 2009.

CONFERENCIA EN GALERÍA ARTE ACTUAL MEXICANO EN MONTERREY, NUEVO LEÓN.



Invitada por Guillermo Sepúlveda a dar una conferencia en su Galería Arte Actual Mexicano, hablamos de la posición del espectador frente a los fraudes del arte contemporáneo y la necesidad de “sacar del closet” el espíritu crítico de cada uno de nosotros, de exponer con naturalidad lo que pesamos ante un montón de basura o un par de calcetines sucios. Fue muy gratificante ver que mientras en gran parte de la Ciudad de México se vive un conformismo cómodo y cómplice con los sistemas que apoyan esto, en Monterrey el público expresa sus ideas y su necesidad de ver obras interesantes y talentosas en los museos y galerías. Además de esta conferencia realizamos un programa en el canal de televisión de Multimedios con Guillermo Sepúlveda, José Luis Martínez, director del Suplemento Laberinto y la pintora Ximena Subercaseaux.

lunes, 19 de octubre de 2009

PINTAR COMO HOMBRE




Georgie (2009) Mary Jane Ansell

Jarvis (1996) Elizabeth Peyton

Adan y Eva (1932) Tamara de Lempicka

Tamara de Lempicka pinta como hombre. ¿Qué significa esto? Que no pelea por “una habitación propia” su habitación es el mundo, no se recluye en el famoso y cavernoso universo femenino. En sus obras demuestra que es dueña del terreno que pisa, ella es algo más que un ciclo menstrual, es artista. Las pintoras que pintan como hombres tienen preocupaciones más simples, quieren lograr perfección técnica, revolucionar estilos, impactar al público, ser memorables.

Entre las que pintan así están Sofonisba Anguissola, que dentro de los talentos portentosos del Renacimiento destacó con sus retratos realizados de forma impecable. Artemisa Gentileschi, en una venganza pictórica se hizo justicia a sí misma asesinando al hombre que la violó, en su cuadro Judith decapitando a Holofernes, esta obra plena de sangre y decisión nos incrusta en la memoria el rostro sereno de Judith al llevar lo más lejos posible la justicia cortando con una espada el cuello de su enemigo. Elisabeth Vigee Lebrun, la retratista oficial de María Antonieta, logró la sensualidad de Fragonard, y le insertó su observación analítica con precisión y pasión. Los retratos de la disoluta y luego desdichada reina son un espejo de su vida tan cercanos, que podemos sentir su vicio por la falsa naturalidad y su dolor por el rechazo. Son las excepciones que nos trazan las diferencias cuando nos enfrentamos al “arte femenino”.

Las pintoras de universo femenino van en sentido contrario de la integración y recuerdan todo el tiempo que efectivamente sólo son un orificio entre las piernas. Sus temas son su cuerpo, la maternidad, su sexualidad, -de ellas solas-, su casa y lo que heredaron de las mujeres que las antecedieron: las abuelas, madres etc. Un universo extremadamente pequeño, limitado y simplista. Esto sucede hasta en las que se jactan de ser modernas. En el ámbito conceptual es de rigor encontrar obras hechas de macramé, colchas de parches, bordados, utensilios de cocina, artículos de limpieza, cabellos y sangre menstrual. Es la maldición de Virginia Woolf: tendrás tu habitación, para nunca salir de ella. Es arte enclaustrado.

Frida Kahlo que fue de lo más combativa, que no le tenía miedo ni a Trotski ni a la mariguana, al momento de pintar, sus obras son sólo universo femenino, dolor y cuerpo, matriz y vientre. Hay desprecio a la razón. La habitación propia no conoce la guerra, no conoce una sexualidad abierta, no conoce un erotismo desbordado, ni la belleza. La madurez riñe consigo misma para ir del infantilismo banal al otro tabú sobreexplotado, la edad. A nadie le importa la edad de Rembrandt en sus autorretratos, pero en el universo femenino es un tema para llenar un museo. El infantilismo es una cadena pesada, es la diferencia entre un paisaje insustancial y vacío de Joy Laville, a los retratos y naturalezas muertas expresionistas, con trazos contundentes de Elizabeth Peyton o los retratos al óleo de Mary Jane Ansell, casi escultóricos, porcelanas creadas por un Pigmalión fáustico. O eres mujer que pinta, o eres artista. Cuando el arte y las mujeres se relacionan como una terapia ocupacional de diván, la obra no trasciende. La conceptual y violenta Tracy Emin sobre sus nuevos “dibujos” declara “se tratan de que tendré 49 años y luego 50, que seré pre menopáusica y mi sexo me está dejando”. Hasta ahora ningún animal en formol de su compañero de fama Hirst nos dice que esté preocupado por su andropausia, y si lo está, no es tema para una obra.

Vermeer abordó temas cotidianos, entró en la intimidad universal, creó momentos con los que todos podemos identificarnos a través de la naturalidad de la escena y la resolución de la composición. Su genialidad no está en el exhibicionismo de sus traumas o sus preocupaciones de género. El artista sabe que va a trasmitir emoción sólo si la obra está realizada con maestría. Las obras no emocionan por contagio; impresionan o conmueven. Esta obsesión por demostrar una condición de género antes que de oficio hace de las obras un manifiesto, no arte. Han reducido otra vez la condición femenina a un compendio de sentimientos, antes que razonamientos. Con este argumento durante siglos, los cargos de poder han estado en manos de los hombres, porque una mujer va a sentir, no a pensar. El arte se aprende, se reflexiona y la pasión que vuelca es parte de dominio de los elementos, de las herramientas, de la técnica. Mientras las mujeres no salgan de la habitación propia en la que se encierran, sus obras serán una forma de terapia, no arte.

Publicado en Señales de Humo de la Universidad de Guadalajara y en la revista Antídoto www.revistaantidoto.com

sábado, 10 de octubre de 2009

IMPUNIDAD



Eko, Farsa. Grabado sobre madera.

En relación a la crítica que escribí titulada Farsa en Venecia sobre la presencia de México en la Bienal de Venecia, he recibido reacciones en Laberinto y en mi blog (www.avelinalesper.blogspot.com); las agradezco todas. Hoy respondo a un cuestionamiento que manifiestan quienes apoyan ¿De qué otra cosa podríamos hablar? como una obra artística. Plantean una sola idea: que juzgue la obra a partir de criterios estéticos y no legales. Pedir que una persona tenga derecho a actuar con impunidad sólo porque sus intenciones son supuestamente “artísticas” es una situación casi demencial. Vamos por partes.

En esta obra todo su valor radica en los materiales con los que está realizada. El concepto que la sustenta teóricamente es un discurso que reafirma la procedencia y el sentido de los materiales: es denuncia porque es sangre producto de crímenes, ése es el planteamiento. En las entrevistas y explicaciones que dio la autora se jactó de que la obra está realizada con sangre que ella y su equipo obtienen de los asesinatos del narcotráfico y en los enfrentamientos entre la policía, el Ejército y los narcotraficantes. Al proceder los materiales de la escena del crimen y ser éste el concepto rector de la obra, el análisis del marco legal o de la posibilidad de que esto sea falso, es una investigación estética. Es lógico dudar de la obtención legal la sangre, simplemente porque no existe forma legal de tenerla. Así como es parte de su trayectoria la exposición de cadáveres, el tráfico o venta de éstos es un delito y no es una opinión mía, está estipulado con toda claridad en el reglamento del Servicio Médico Forense, SEMEFO. Si existen formas ilegales de obtener cuerpos y sangre, significa que la exhibición cínica de la violación de la ley es parte de la obra y ése es su verdadero sentido. Esto resulta relevante ya que representa a México en un foro internacional y está financiada por el Estado.

¿El impacto estético de la obra? Es nulo porque es una reunión de objetos y lugares comunes del arte femenino o feminista: cubetas, trapeadores, trapos sucios bordados y joyas, elementos presentes en innumerables obras en donde el tema es “ser mujer”. No existe una sola aportación, pintar con sangre lo han hecho muchos artistas, revolcarse en menstruaciones es de rigor en el performance, etcétera. Lo que supuestamente puede hacer esto diferente, es la procedencia de la sangre y eso es lo que cuestiono. Si llaman valentía exhibir la sangre de estos crímenes ¿Por qué nos debemos de limitar a observar sin cuestionar su origen? Porque, o es la exhibición de un trato corrupto o es un fraude que nos representa en Venecia, y delata que nadie del comité seleccionador tuvo el valor de hacerse preguntas obvias y manifestarlas. Son cómplices de un crimen o de una tomadura de pelo.

Observar el arte contemporáneo deber ser un acto de sometimiento, porque la mínima duda lo desmorona, aquí el sentido común es un atentado. Si el origen de la sangre es falso, esto es una gran mentira, entonces ¿Qué hace en una Bienal? ¿Cómo representa a un país entero y a su arte? Y si es real, significa que para CONACULTA y la UNAM es irrelevante violar la ley, es irrelevante ridiculizar y poner en riesgo las investigaciones del más grave problema de México, porque consideran que esto es arte y el arte oficial está por encima de la ley. Las leyes existen para establecer los límites elementales de convivencia, las necesitamos para evitar hechos que desequilibren el funcionamiento social. Decía André Breton que el acto más grande de surrealismo sería salir con una pistola a la calle y disparar a la gente que fuera pasando. Seguramente una aberración de este tipo sería aplaudida por las mismas personas que exigen que no analice el origen de la sangre de esta obra. El arte es representación y recreación, no mentira, no fraude. Nos exige tener una mirada capaz de hacer preguntas. La obra de Margolles no atenta contra las buenas costumbres, atenta contra la elemental inteligencia. Lo que no soporta cuestionamientos sólo sobrevive con la complacencia, con la apreciación muda y entreguista. Resulta que la obra ¿De qué otra cosa podríamos hablar? pide hablar de cualquier cosa, menos de lo que expone.

Publicado en el suplemento Laberinto, de Milenio Diario y en el programa de radio Señales de Humo, de la Universidad de Guadalajara.

domingo, 4 de octubre de 2009

CATALONIAN STUCKISTS




Imágenes de la expocición de Catalonian Stuckists en Barcelona, España .

Durante siglos la pintura española y catalana fue uno de los referentes del arte. Descubrimientos, innovaciones, imágenes nunca antes vistas, las artes plásticas españolas eran el inicio de movimientos estéticos y la creación de cánones que señalaban el camino a generaciones de artistas. Rivera, Velázquez, Murillo, Goya, Sorolla, Zuloaga, Gris, Picasso, Dalí, Gaudí, todos son guías, ideales, maestros.

Esto duró hasta que llegó el arte conceptual, entonces el arte español desapareció prácticamente del escenario mundial, se convirtió en invisible, y ahora como arte contemporáneo, pasa desapercibido en ferias y bienales, y en las galerías internacionales es poco expuesto. Y eso a pesar del gran impulso que le da el Estado, y a la construcción de museos de diseño en los que invierten fortunas como si el contenedor fuera a dar un valor implícito al contenido. ¿Quién habla en el mundo de la escuela conceptual española? ¿De la estética del video arte español? ¿De los maestros catalanes del performance? Nadie. Esto sucede porque hacen justamente lo mismo que el resto de los miles de artistas que se dedican a este pseudo arte. No son parámetro, no son ejemplo, ni escuela. Si alguien hace un video con personas copulando o masturbándose, otro lo hace en vivo, y el resultado es el mismo, la obra se mimetiza con el entorno que este pseudo arte ha creado.

Merece un estudio profundo llegar a dilucidar por qué el arte español decidió pasar al anonimato, sacrificar su magnífica historia y a sus talentos actuales para integrarse al marketing del arte contemporáneo con obras especialmente banales y mediocres. El Estado que pocas veces acierta a separar el proteccionismo del apoyo, adoptó a este placebo de la revolución como una forma de modernidad. Si el Estado es dinámico y global le gusta hacer un museo para poner un video fuera de foco y una instalación de basura. El paso que dio el Museo Reina Sofía, de incorporar en su colección a Goya para darle solidez a su bodega de objetos, es la necesidad urgente de validación que las obras no pueden tener por sí mismas. Olvidan que una instalación de muebles rotos no va a cambiar su condición sólo porque Goya esté en la otra sala, al contrario, las debilidades son más evidentes.

Y no dejan de asombrarnos con sus decisiones, distinguir a Cildo Meirelles y Antoni Muntadas con el Príncipe de Asturias es una reacción de claro desprecio por el arte. Esther Ferrer llevándose el Permio Nacional de Artes Plásticas describe el abismo en el que se empeñan en ahogar al arte español. Ante un panorama tan desolador el valor de pintar en España está a la altura de la conquista de un nuevo mundo. El imperio español y catalán de pintura y escultura, sus obras trascendentales no pueden ser sepultadas por un grupo de oportunistas y la ignorancia de sus promotores estatales y particulares.

El Arte es parte de la memoria de este país, es inconcebible que cambien esto por la frivolidad que imitan a otras naciones en un afán globalizador y actual que los diluye en la mediocridad mundial. El precio de ser contemporáneos y globales lo han pagado muy caro, y es vivir ignorados. ¿Cómo van a compensar al público por haberlo expulsado de los museos y galerías? ¿Por haber convertido esos recintos en bodegas frías y pretenciosas de objetos sin sentido? Lo que de nuevo pondrá a España y Cataluña en el panorama mundial del arte y que dará una vez más vida a su trabajo creativo, es el arte real. El torrente contagioso que impregna a otros y los lleva a ofrecer su vida al arte, con dedicación y estudio, con respeto por las técnicas y el conocimiento del pasado para evolucionarlo y transformarlo en el presente.

Los Stukistas Catalanes celebran con esta exposición que ellos no se han rendido. Que la avalancha de nuevos artistas y de intereses creados no es suficiente para vencer su placer de pintar, de dibujar, de crear formas e imágenes que pueden emocionar a quien las mira, para no olvidar que los seres humanos tenemos capacidad de crear belleza hasta de las imágenes más terribles. En el arte también se puede elegir ser libre o ser esclavos, los Stukistas Catalanes han elegido ser libres. Celebro su valentía.

Texto de presentación para la exposición de aniversario de los Catalonian Stuckists, en el Centre Cívic Pati Llimona, Cuitat Vella, Barcelona, España. Grabado para el programa de radio de la Universidad de Guadalajara “Señales de Humo”.