domingo, 26 de julio de 2009

¿QUÉ QUIERE EL ARTE CONCEPTUAL DE LA CRÍTICA?

Ciego, grabado en madera. EKO.


Un crítico es alguien dispuesto a matar.

Un artista es alguien dispuesto a morir.

Pascal Quignard, Vida Secreta.

Quiere halagos, desconoce que la crítica no sólo puede estar a su servicio, como están acostumbrados, también puede ser transgresora. Este anti arte pretende que todo nos guste. Si cuestionamos el valor de sus obras, adoptan la arrogante postura de que no entendemos. La reflexión es un proceso racional, no de sumisión. El que reflexiona, razona y por lo tanto cuestiona. Exigir que no cuestionemos vuelve a la apreciación artística un asunto dogmático.

Es una imposición dictatorial pretender que debemos pensar y apreciar las obras como ellos lo dicen, que debemos por obligación vernos subyugados por una instalación de ropa sucia o las latas de mierda de Manzzoni o la mierda de quien sea el famoso de turno. Si el arte es un proceso intelectual ¿Por qué se asustan de que hagamos uso de nuestra inteligencia para verlo y analizarlo? ¿Y por qué esperan que ese análisis sea siempre favorable? Las revoluciones que exigen la aprobación ciega de las personas son las que se han transformado en dictaduras.
Así que les tengo una mala notica, existimos personas libres, con nuestra apreciación estética sin compromisos, sincera y objetiva. Y ninguna expresión intelectual puede decirnos ni someternos a una visión sólo porque una mafia de galerías, museos, curadores, críticos y artistas han hecho del anti arte un negocio, despreciando la misión del arte.

La posición de que veamos lo que ellos ven es dogmática, esto ya le he dicho en otras ocasiones pero es necesario repetirlo, el arte no es un dogma incuestionable, el arte está ahí para que lo observemos, lo gocemos, nos emociones y lo juzguemos, si la obra provoca un pensamiento o una emoción éstas no tienen porque estar sujetas a lo que ordena el curador. Esto se pone en evidencia con los textos curatoriales, que no son analíticos, son una sucesión desmedida y desubicada de elogios que en su desproporción dejan en ridículo a las obras.

Ver estas obras no es un reto para la inteligencia, porque ni siquiera es un reto hacerlas. Lo que el anti arte llama reto es encontrar la coherencia entre los textos curatoriales y lo que vemos. Cuando esa coherencia la tendrían que lograr el artista y el curador, no el público. La palabra clave en todo esto es “reflexión”, pero no activa, quieren espectadores pasivos. La pasividad del estancamiento de estas obras es evidente en la pasividad del pensamiento que reclaman; si su visión estética se encuentra estancada no por eso el pensamiento y el desarrollo intelectual del resto de las personas tiene que detenerse. Tenemos un siglo presenciando el mismo tipo de obras, mientras la evolución de la pintura es imparable y hemos visto como de los íconos medievales, pasamos al Renacimiento y los esfumatos, y negando este ideal el hiperrealismo Barroco desgarró carnes y derramó sangre para que llegaran el siglo XVIII precedidos por grabadores demenciales y nos crearan un mundo erótico y fantástico. Las revoluciones sociales trasformaron a la pintura y nació la propaganda con David y más tarde Turner reinventó el paisaje. Cuando llegaron los Impresionistas y rompieron con su realidad para crear un mundo de erotismo social y costumbrista, irrumpieron los cubistas y los abstractos, y de estas tormentas y terremotos la evolución no se detuvo hasta llegar a nuestros nuevos hiperrealistas. Ante esta creación incontenible surgió un grupo de personas que sepultaron al arte para aportar nada, ante su poca capacidad creadora trataron de imponer sus limitaciones y lo que ellos hicieron hace un siglo es la única idea que han repetido hasta el agotamiento y la estulticia los “creadores emergentes”. Una de las características de la falta de perspectiva y realismo es la de negar la historia, negar el pasado para fundamentar el engaño de que todo se está inventando ahora mismo. No es así, estas formas que se hacen llamar nuevas expresiones no son nuevas y su aportación dentro de su limitadísima área es ínfima.

El lamentable estado del anti arte no se lo deben a la crítica que lo enuncia, se lo deben a ellos mismos, a su falta de audacia y de calidad, al conformismo con el que se han instalado, a su adicción al halago fácil, a la relación parasitaria con los curadores, y a lo intrascendental y superficial de sus ideas. Son la expresión más burguesa y conservadora del Sistema, el único objetivo de su trabajo es detener el cambio y la evolución. Anunciaron desde sus orígenes la muerte del museo y son obras que no sobreviven sin el amparo de instituciones, estas obras fuera de galerías y museos no tienen valor. Entonces resulta que si el museo debía morir, ahora lo necesitan para poder existir. Sin la creación de un espacio específico, lo que llaman contexto, las obras son nada y sólo la exhibición de esta situación los hace caer en alarma y escándalo. ¿Qué quieren provocar si cuando provocan el análisis real de lo que son, lo niegan? Quieren complicidad y sometimiento. No es posible, la elemental inteligencia impide aceptar sin protestar. Se liberaron de las academias para negar la libertad de nuestro pensamiento, craso error, dolorosa contradicción. El arte conceptual o anti arte, no puede culpar a otros por denunciar lo que ellos hacen sin sentir vergüenza.

Colaboración en el programa de Radio de la Universidad de Guadalajara, Señales de Humo.



viernes, 17 de julio de 2009

SE BUSCA




Beauty is a cruel mistress, is it not?
Oh, beauty is a beguiling call to death and i'm addicted to the sweet pitch of its siren.

RocknRolla.

Catherine: This is an elegant crime, done by an elegant person. It's not about the money.
Detective: So, who steals a Monet, just to not sell it?
Catherine: A Monet lover.

The Thomas Crown Affair.

En mayo del 2003 a las 4 am fue robado del Museo Kunsthistorisches de Austria el salero de Benvenuto Cellini de oro y ébano realizado para Francisco I de Francia. Tiene un valor actual de 55 millones de dólares y fue recobrado por la policía en el 2006. Esta es una de las piezas que el FBI, en su división de Art Crime Team, tiene registradas entre su top ten. Aquí también está la Madonna del Huso de Leonardo que fue robada en el 2003 del Castillo Drumlanrig en Escocia, valuada en 65 millones de dólares. En esta lista se encuentran las obras robadas del Museo de Isabella Stewart, de donde se llevaron La Tormenta en el mar de Galilea de Rembrandt, el Concierto de Vermeer, un autorretrato de Rembrandt y el Chez Tortoni de Manet. Suman un botín calculado en 300 millones de dólares.
El robo de arte es uno de los negocios más lucrativos de la ilegalidad, se calcula que mueve 4,100 millones de euros anuales. En el sitio de Interpol la lista del total de los objetos robados suma unos 30 mil. Este robo tiene varias vertientes, por un lado los ladrones patológicos que se obsesionan con determinadas obras y las roban para mirarlas y tenerlas cerca, pero los más frecuentes son robos para coleccionistas, que sabiendo que son piezas invendibles, que jamás podrán exhibir y que les supone el riesgo de acabar en la cárcel, contratan los servicios de expertos y mandan por la obra que desean.
Esta necesidad irreprimible de poseer una obra es una de las pasiones que despierta el arte, los que tenemos escrúpulos y no tenemos dinero para pagar esos crímenes vamos a los museos y vemos decenas o cientos de veces la obra que nos posee, que amamos y soñamos, la compramos en un libro o en una postal y la colocamos cerca de nosotros. Lo que es sobresaliente en este millonario mercado ilícito son las preferencias de los coleccionistas y los obsesos. Según Art Loss Register el artista más robado es Picasso con 710 objetos, entre dibujos, grabados, pinturas y cerámicas. Le siguen Miró, Chagall, Dalí, Durero, Rembrandt, Van Gogh, Warhol y Renoir.
Si analizamos la lista de robos podemos destacar una cosa: al arte conceptual nadie se lo roba. Ni por error. Nadie hasta la fecha ha arriesgado su vida por los condones usados de Tracy Emin o la Silla de Grasa de Beuys o el urinario que se supone que es un ícono del anti arte. El más cotizado Damien Hirst con el gran alarde de su cráneo cubierto de brillantes, que ningún joyero ha podido certificar, no ha sido ni remotamente víctima de robos. Y eso es sorprendente porque si se supone que el concepto es el que da valor a las obras, los ladrones deberían creer que robarse una pila de zapatos usados es un buen negocio porque está en la Bienal de Venecia y porque el curador creó un contexto que le da valor. Pero no, no se los roban. La excusa podría ser que los autores están vivos, pero Duchamp no lo está y nunca lo han robado, y muchas obras fueron robadas con los autores en vida como es el caso del Retrato de Bacon hecho por Lucian Freud y que no ha sido recuperado.
Esto me lleva a concluir que en el momento en que alguien va a violar la ley por tener una obra de arte no cree en el contexto, ni en el valor del discurso del curador, cree en el objeto, en lo que se lleva. En otras ocasiones estas obras las usan los ladrones para chantajear a las aseguradoras, como se sospecha que fue el caso de los robos de Munch, secuestran el objeto y lo regresan a la aseguradora por una parte del dinero que tendría que pagar a los afectados. Pero volvemos a lo mismo ¿Por qué no se llevan las cajas de cartón, los ensambles de muebles rotos, las instalaciones con desechos? Si se trata de chantajear cualquier objeto que esté en un museo ya tiene un valor implícito y estas obras conceptuales son súper cotizadas. La conclusión es que a los ladrones a gran escala no les gusta este anti arte, no demuestra valor en sí mismo y no merece la pena arriesgarse por él. Son obras que tienen su valor en el contexto y en el discurso, ambos intangibles, y nadie puede llevárselos. Las obras una vez fuera del museo o galerías, sin el amparo de estas instituciones, son simplemente desechos, cajas de cartón y muebles rotos. Y lo más serio, no representan nada ni a nadie. Robarse un Leonardo representa algo irrepetible, único, y es una parte insustituible de la historia y la civilización. Llevarse una instalación de bidones de plástico no representa nada.
Esto es un aliciente para los museos de arte contemporáneo y galerías ultra modernas, no tienen que gastar en sistemas de seguridad, no se preocupen, sus colecciones no despiertan pasiones, ni sentimientos negativos como la codicia, tampoco invitan al delito ni son moneda de cambio entre mafiosos. Relájense nadie va a entrar jamás a llevarse sus obras, pueden dormir tranquilos y dejar de pagar aseguradoras. Los coleccionistas de anti arte pueden dejar de tirar el dinero en bodegas y seguridad, ningún ladrón va a despojarlos. Y este anti arte les da la garantía de que pueden reponer la pieza sin que se note la diferencia, ya saben, en la basura está el repuesto.

Publicado en Laberinto de Milenio Diario.
Y en Señales de Humo, el programa de radio de la Universidad de Guadalajara.


sábado, 4 de julio de 2009

LA TRAGEDIA DE LA CARNE


La incredulidad de Tomás, del Caravaggio.
Hombre desnudo con rata, Lucian Freud.

El héroe trágico desafía a dios y a su destino, es el personaje que tiene la furia de Jerjes y azota con sus cadenas al mar, que insensible le responde con su violento oleaje. La tragedia nos otorga la dimensión exacta de lo que somos, seres mortales que no conocerán más vida que el presente.
El arte tiene el papel del Coro que grita con mil voces estas revelaciones, es el sabio que conoce lo más profundo de nuestra esencia porque ha vivido desde el inicio de los tiempos. Su presencia está en toda la historia y le habla al héroe con golpes certeros y crueles. De nada sirve negarlos, poco ayuda desatar como Edipo nuestra violencia, el Coro seguirá su canto y asesinarlo le da vida a otro. En este Coro existen dos artistas que describen nuestra naturaleza desde el poder de la carne, que hablan implacables de la fuerza de la sangre: Caravaggio y Lucian Freud. En ellos el cuerpo, su textura, el peso de los músculos, las formas que cubren la metafísica de las leyendas religiosas, no es más que un vehículo de pasión y muerte.
Los jóvenes del Caravaggio, desnudos como los encontraba en las calles, posan con el descaro de quien sabe que su cuerpo es motivo de placer y forma de vida, indolentes, con deliberada disposición se ofrecen a quien paga. ¿Para qué es el presente? Para meter los dedos en la herida, con saña, como quien los mete en un culo o en un coño, penetrarlos para comprobar el dolor, para satisfacer el morbo de conocer un milagro. En la Incredulidad de Tomás el Caravaggio nos dice solo somos carne, somos sangre, no hay más y quien lo niegue que meta los dedos en sus heridas y lo compruebe. Tomás no se conforma con ver su dedo adentro, inclina su cuerpo y trata de mirar qué hay en el fondo, mientras un Cristo exhibicionista, entregado, como esos jóvenes que tanto amó el pintor, le empuja la mano, para que penetre aun más, para que llegue al fondo. La piel tersa del Cristo apenas cubierta por una manta, deja parte de sus piernas descubiertas, semidesnudo. La luz del cuadro con el reflejo de la manta blanca se posa en la herida y en los dedos de Tomás con sangre, mientras que en la penumbra, voyeristas, dos hombres miran esta violación.
Somos carne por la que pasa el tiempo, en la que se dibujan los excesos. Es la descripción de un trayecto. Edipo le dice a Tiresias, “Tu que todo lo penetras, lo decible y lo indecible, los arcanos del cielo y los secretos de la Tierra.” Tiresias es la obra, es la pintura que nos revela nuestra realidad sin conocernos, no necesita vernos, basta nuestro asombro.
La carne de los desnudos de Freud comparte esa humanidad sin escapatoria del Caravaggio. Freud pintó a sus amigos, su familia y gente de la calle, pero reflejó en ellos la miseria de la post guerra, de los puentes de Londres; son seres denuncian que ya no existe el idealismo. Sus desnudos están entregados a la exhibición de nuestra condición, un hombre mira absorto el techo con las piernas abiertas, su verga reposa entre su vello rojo, sin pensar en que lo miran, tiene la boca entre abierta, la concentración fija, anestesiada, y en la mano sostiene una rata negra, un ser que es como él, sin destino. Freud nos da la textura pálida de una piel que no conoce el sol, piel de una isla del Atlántico. La debilidad de sus modelos, el hambre, la miseria, describen la suave disposición de quien nada tiene. Son como los niños y jóvenes que el Caravaggio conocía en la taberna y en la cárcel, ladrones, cómplices y personajes de sus historias. En una pintura se convertían en santos, héroes y ángeles. Son Baco, El Amor Vencedor, Baco Enfermo, sonríen con la mirada cansada, con frutas que se marchitan a la misma velocidad que ellos, jóvenes que dormían con obispos, príncipes y artistas.
Poco podemos con nuestra condición efímera, la inmortalidad la tiene le arte. La decisión de vivir para los excesos como camino al exterminio tuvo en los modelos del Caravaggio y los personajes de Freud el acierto de hacerlos eternos, como nunca podremos serlo; esa es nuestra tragedia. Su obra es la denuncia más grande de lo que somos, pies sucios, uñas que crecen, ojos vidriosos, cuerpos que no temen ser mirados como son, porque el placer es perversión, no perfección.

Publicado en Laberinto de Milenio Diario el, sábado 4 de Julio de 2009.