miércoles, 10 de diciembre de 2008

COURBET EN EL MET




El Placer y la Sombra.
He jugado a la sombra de los placeres dice Petronio. La sombra y el placer. Para gozar es necesaria la penumbra, nos desahogamos ocultos, tal vez por eso cerramos los ojos, en la búsqueda de una intimidad más profunda, bajamos los parpados. Si en algún estado o sitio reconocemos más el valor de la penumbra, de la sombra, es en la pintura, por que los trazos más luminosos destacan en la presencia de una sombra. La pintura se goza con los ojos abiertos, se recuerda con los ojos cerrados, en la sombra.

Courbet, El Hombre Desesperado.
En el Metropolitan Museum of Art de Nueva York se expone hasta el 18 de Mayo una espléndida retrospectiva de la obra de Courbet, con el apoyo del Musée d’ Orsay de Paris y Musée Fabre de Montpellier de Francia. Al entrar a la exposición lo primero que vemos es una enorme reproducción de su autorretrato El Hombre Desesperado sobre una pared de color vino profundo, casi sangriento. Es uno de los mejores autorretratos que existen, dramático, suspendido en el grito, los ojos desorbitados, las manos se agarran el pelo, parece que quiere detener algo que ya es inevitable, ¿qué mira Courbet en ese instante, qué es lo que le espanta? El rostro joven de Courbet, con su extraordinario parecido a Johnny Depp pintado con realismo fotográfico es una obra absolutamente reciente, totalmente moderno si no fuera por que sabemos que ahora nadie pinta así, que ahora los “artistas” hacen videos sin sentido e instalaciones con refrigeradores descompuestos. Ese rostro desesperado grita así por el estado del arte en nuestros días.

Los ojos que te vigilan.
Los ojos que más nos miran son los nuestros, que ven y denuncian lo que somos. Miran lo que hacemos. Los ojos del artista lo ven y ven su obra. Los escritores se denuncian con la primera persona, Proust dijo más de él en su portentosa novela que en una autobiografía. Sabemos de un pintor cuando contemplamos sus autorretratos, privilegio de conocerse y describirse. La primera sala son autorretratos, formatos pequeños. Courbet es un hombre bello, sabe mirarse, está con las venas y los músculos de sus manos perfectamente trazados, a veces se disfraza y es un músico en El Guitarrero, en otro Hombre con Cinturón, la luz ilumina el rostro, las manos y la figura se sumergen en la penumbra. Hay una descarada teatralidad en estos autorretratos, existe la conciencia del espectador. La pintura se basta a si misma y sin embargo está para ser mirada.

De la realidad nace el Realismo.
Para Courbet la realidad es íntima o es pública, es paisaje o es refugio, son Mujeres jóvenes del pueblo, en gran formato, tres elegantes jóvenes pasean en el campo con un pequeño parasol y dan limosna a una niña campesina descalza, hay más nobleza en aceptar que en dar. El realismo es la intimidad del sueño. Ver dormir a alguien es uno de los actos más voyeristas que existen. La hamaca es el sueño profundo, dócil y complaciente de una joven con senos casi excitados, rosados, cubiertos por la leve gasa de su vestido. Podríamos tocarla, olerla, saber lo que sueña, está entregada a la tibia tarde, tomada sin pudor por Courbet para que más de un siglo después la miráramos.

Los otros.
La sala de retratos, es un retrato de la época. Está Baudelaire leyendo, en semi penumbra, una pluma banca en su mesa y la mano apoyada en la cama donde esta sentado. “El mentón en las manos, tranquilo en mi buhardilla… No haré que del pupitre se levante mi frente, porque estaré gozando la voluptuosidad de que la Primavera a mi capricho irrumpa...” Es uno de los cuadros que anuncian el Impresionismo, la obra inacabada como nueva forma de ver y de crear, es vago, cubierto por un velo. El Retrato de Berlioz, un rostro inclinado, reflexivo, iluminado que se despega del fondo oscuro, de la ropa negra. Las cuencas de los ojos con sombra hacen una mirada inteligente. A Berlioz no le gustó, no lo quiso pagar, creía que no lo reflejaba. No sé que esperaba Berlioz de un retrato suyo, este da de él una imagen mejor que la que da su música. Es el retrato de una persona que piensa sin miedo al tiempo y si escuchamos su música irresolutiva, sin principio ni fin, larga y fría, no parece venir de quien vemos en este cuadro.

Los Paraísos Artificiales. Los desnudos de Courbet.
Pasando la sala de retratos y los paisajes está la sala de desnudos. Dice Baudelaire de las obras de Rubens “Cojín de carne fresca en el que nunca amaremos”. La sala es un éxito de la autocensura a la que somos capaces de someternos sin vigilancia y sin obligación. La servidumbre es voluntaria. El público del Metropolitan entra a la sala y ante el espectáculo de la colección le da la espalda. Es tan interesante la obra, como el efecto que causa. En la sala había mujeres que gritaban escandalizadas, acusaban de obscenas a las pinturas. El tumulto platica al centro del la sala, haciendo el esfuerzo por ignorar los cuadros, aparentado indiferencia ante lo que cuelga de las paredes. Y lo que cuelga son obras de perfección técnica y de imágenes comprometedoras tanto para el que las ve, como para el que las firma. El diplomático turco Khali Bay le encargó a Courbet dos de las obras expuestas. El Sueño y el Origen del Mundo. El Sueño dos mujeres descansan después de amarse, desnudas con las piernas entrelazadas, una recarga su cabeza rubia sobre el seno de su compañera que duerme profundamente. Sueñan y la rubia retiene la pierna de su amiga cerca de su cuerpo. Al verlas compruebo que el amor existe y esa es su representación, las imágenes que deberíamos adorar como idólatras son estas, las que nos dan el sentido de la existencia, si veneráramos estos instantes seriamos más brillantes y más felices. Pero no es así, les damos la espalda condenando nuestra existencia al vacio. En un cuartito, al fondo de esta sala, cubierto literalmente por un muro esta El Origen del Mundo. La gente entra y se sale corriendo, es trágico para nuestra época y ridículo para nuestra condición. La obra es un desnudo femenino de la cintura para abajo, es un coño que descansa entre sabanas blancas, se descubre por que tiene la camisa levantada y alcanzamos a ver parte de un seno. Las piernas abiertas, las nalgas, el vello púbico negro. De tamaño natural es un close- up que podríamos tocar y sentir la piel tibia de la modelo. El dueño Khali Bay lo cubría con un velo verde y sólo se lo enseñaba a sus amigos íntimos. El cuadro está rodeado de fotografías de desnudos que nos demuestran que la pintura llega a ser más violenta y realista que la fotografía. El público se alejaba avergonzado como quien ha visto por accidente algo que no debía. En la reseña del New York Times decían que era mas clínico que erótico, es extraña la exigencia de alejar o desconocer la relación entre el cuerpo y el erotismo. A un lado de El Sueño esta La Bacanal, este desnudo tiene una composición que nos convierte en cómplices de Courbet, la posición del cuerpo de la modelo, la guía de la luz, todo nos lleva a ver un seno levantado, joven, firme, es imposible alejar la vista de él. La sala tiene también el hermoso Mujer en las Olas y Señoritas a Orillas del Sena. La realidad es cruel, es dura, es bella y también es sexual. El sexo y el erotismo son realismo, por que nos dan la oportunidad de ser verdaderamente quienes somos y alejarse del erotismo, negar nuestra condición sexual, es alejarse la realidad.

La exposición de Courbet en el Metroplolitan Museum of Art de Nueva York nos recuerda que somos capaces de reconocer y de disfrutar la belleza. De forma simultánea se inauguro la Bienal del Whitney con el clamor unánime del público y los críticos ante la mediocre y aburrida muestra, las curadoras y los artistas exponen, entre otras cosas, basura encapsulada en acrílico. Es arrogancia creer que no sabemos distinguir entre lo bello y lo ridículo. El arte contemporáneo aburre y Courbet seduce.

1 comentario:

Gray Moon Gallery dijo...

Phalluzoïde ou L’Origine du Sexe es un cuadro realizado por Jan Theuninck en 1999.
http://www.flickr.com/photos/26915283@N07/3551448186/